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«Hace falta un revulsivo teatral»

«Hace falta un revulsivo teatral»

Víctor Formoso apuesta, como director, por regenerar la escena canaria, lo que hace con Siempre Alice y hará en diciembre con Alceste, en el Cuyás.

Jueves, 1 de enero 1970

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El actor, productor y docente grancanario Víctor Formoso, cuando ejerce como director apuesta por dejar salir «el alma de artista» que lleva dentro y fulminar los miedos a la hora de apostar por un montaje grande y diferenciado. Bajo esa premisa puso en pie Siempre Alice, que ahora retoma su gira insular, tras estrenarse el pasado año en el teatro Cuyás, y así hará con el «rompedor» Alceste, de Benito Pérez Galdós, que en diciembre de este año estrenará en el mismo recinto escénico de la calle Viera y Clavijo de la capital grancanaria.

«Esta industria es similar a otras. Te robotiza si te descuidas. Los artistas necesitamos pararnos de vez en cuando para reflexionar y para aclarar hacia qué lugar queremos ir. Tengo claro que hay que apostar por proyectos que enriquezcan mi alma de artista y por ende al público. No suelo pensar en el público, pero sí que he pensado en ocasiones en que tengo que comer. Lo que tengo claro es que si se haces las cosas bien, le llegas al público», explica en una terraza de la capital grancanaria antes de desplazarse hasta Telde, donde mañana, a partir de las 20.30 horas, se representa Siempre Alice, en el Teatro Juan Ramón Jiménez.

Desde su punto de vista, el teatro en las islas «tiene movimientos» interesantes en la actualidad, aunque reconoce que «son tímidos y verdes».

«Hace falta un revulsivo teatral, que regenere. Sin miedos y con la capacidad de captar la esencia de nuestros días, sin que se repitan los esquemas. Hay intentos, pero no pasan de ser intentos. La consolidación de nuevos lenguajes necesita de un mayor tesón por parte de los artistas. El teatro está enfermo y hace falta un revulsivo», lanza sin ambages.

Formoso no se conforma con los mensajes. Apuesta por los hechos. Siempre Alice, por ejemplo, es un montaje «grande» y ambicioso, desde un punto de vista creativo y escénico. Mañana en Telde y el día 19 en el Auditorio de Teror este drama en torno al Alzheimer se desarrolla con Mari Carmen Sánchez, Luifer Rodríguez, Nati Vera, Marta Viera y Yanara Moreno en sustitución de Blanca Rodríguez, que se ha caído del montaje por otros compromisos profesionales.

«Es una obra que no tiene fecha de caducidad. Ahora contamos con la distribución de Camino Viejo. Retomarla ha sido un gusto. Seguimos trabajando para que se represente también fuera de las islas. El miedo es el peor aliado de un artista. Creo que es un montaje de primera que debe estar en los recintos de primera», señala.

Muy ambicioso se perfila el nuevo proyecto que verá la luz a final de año en el Cuyás. «Alceste es una obra nada conocida de Galdós. Se representó, en 1914, con María Guerrero y su marido. Cuenta el mito clásico. Cuento para este montaje con Mingo Ruano y María de Vigo como protagonistas. Será rompedora. Traigo la obra a nuestros días. Respeto la palabra de Pérez Galdós, pero meto música en directo, con unas reminiscencias casi operísticas y con doce actores sobre el escenario», adelanta.

En el fondo, apunta, no hace sino seguir el camino que ya trazó el autor de Fortunata y Jacinta cuando escribió esta pieza. «Pérez Galdós, en un escrito en La Nación, dijo antes del estreno que lo que buscaba con esta obra era regenerar el teatro de sus días y dotarlo de aire fresco. Lo que hago es coger su testigo, salvando las distancias, claro», explica mientras se toma un té.

Es consciente que transitar por el drama y no por la comedia suele ser un inconveniente para algunos espectadores. «A la gente le cuesta. No les culpo. No quieren ir al teatro para apenarse. Por ejemplo, Siempre Alice no busca eso. No aspira a profundizar en la herida ni en el dolor. Retrata una realidad que merece la pena que se cuente. El arte es la única vía para embellecer la tragedia».

Su vertiente como actor es la más conocida. Pero confiesa que desde «siempre» ha tenido claro que le gustaba «dirigir».

En estos dos montajes tiene a sus órdenes a profesionales con los que comparte habitualmente escenario y amistad. «Me resulta fácil dirigir a los actores, porque sé dónde están los problemas. Me gusta ponerlos en apuros, no por fastidiarlos, sino para que saquen lo mejor que llevan dentro. Me gusta que sientan que están haciendo algo nuevo, un registro diferente, una forma más natural de decir algo... Así crecen. De todas formas, tengo claro que trabajando no somos amigos, somos profesionales. La amistad se queda fuera», asegura con rotundidad.

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