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«Galdós esconde un lado bondadoso»

«Galdós esconde un lado bondadoso»

Las obras son un espejo de su autor. A veces de forma evidente y en otras ocasiones de una manera más velada. El dramaturgo Miguel Ángel Martínez, que firma la adaptación escénica de la novela Misericordia, que los días 20 y 21 de diciembre se asoma al escenario del teatro Cuyás de la capital grancanaria, defiende la idea de que en toda la producción de Benito Pérez Galdós «siempre existe un fondo de bondad, porque él lo era».

Miércoles, 15 de julio 2020, 17:06

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Eso no implica, aclara Martínez, que sus textos caigan en «el buenismo». «Galdós era una persona muy buena. Era muy generoso, incluso manirroto. En el caso de Misericordia, plasma muy bien su filosofía de vida. Se puede entender como una obra cumbre o culmen. La escribe cuando ya estaba al final de su vida y, a esas alturas, dijo abiertamente todo lo que pensaba», puntualiza el responsable de la versión que transforma en una realidad escénica la veterana compañía grancanaria Profetas de Mueble Bar.

Sobre la adaptación de Misericordia, Miguel Ángel Martínez deja claro que no se trata de «una versión libre». «Tiene bastante de mi punto de vista, evidentemente, pero he intentado ser muy respetuoso con el texto original de Benito Pérez Galdós», añade este filólogo grancanario, que también escribió el texto del Corredera y La cabeza de Asterion, también para Profetas.

Llegó a este nuevo proyecto, que se enmarca dentro del Bienio Galdosiano, por un encargo de la compañía que lideran Fernando Navas, Juan Ramón Pérez y Carmelo Alcántara. «Se trata de una obra con una enorme vigencia. Sin ir más lejos, en 2017, una de las palabras más importante fue la aporofobia, la fobia hacia los pobres. Ahí se engloba el temor hacia la inmigración que viene y la idea de que suponen una amenaza para nuestra situación social y económica. Algunos se piensan que debido a esas personas peligran sus privilegios y su estatus», lamenta Miguel Ángel Martínez.

Desde «esa óptica», levantó esta adaptación de Misericordia. «No es la primera vez que trabajo con un texto de Galdós. Lo he trabajado mucho filológicamente. Incluso he llevado a cabo adaptaciones de Marianela y de La desheredada», subraya por teléfono.

En esta ocasión, reitera, se ha topado con un Galdós «maduro, en plenitud y con su esencia más filantrópica. También muy espiritual, de ahí que Misericordia se etiquete dentro de ese ámbito», avanza.

Para los neófitos, puede resultar sencilla la empresa de adaptar una novela a la escena. O viceversa. Pero los que transitan por esta senda reconocen que se trata de una labor muy compleja, entre otras cosas porque consiste en adaptar dos lenguajes distintos.

«Una de las primeras premisas es el tiempo. Te puedes sentar en casa y ponerte a leer las horas que haga falta y que te apetezcan la novela en cuestión. Pero en palabra teatral, la obra no puede durar más de hora y media. Ese es el tiempo que un espectador medio aguanta sentado sin cansarse», explica.

Para lograrlo, Miguel Ángel Martínez reconoce que ha llevado un profundo y pensado trabajo de «síntesis». «He seleccionado lo que consideré esencial y también más teatral, lo que mejor funciona sobre un escenario. Para eso, es imprescindible conocer muy bien a Galdós. He trabajado con mucho rigor y con la intención de amplificar su voz sobre el escenario durante las representaciones», señala.

Reconoce que el público se topará con un texto «pasado por su filtro», en el que ha reducido algunas acciones y eliminado personajes e historias paralelas.

Asegura que su labor se ha visto favorecida por el hecho de que el autor de los Episodios Nacionales fuera «un genio» y su novela Misericordia «una obra maestra». «Además», añade, «el diálogo galdosiano es maravilloso y muy teatral». Sin ir más lejos, recuerda que el responsable de Fortunata y Jacinta en sus inicios quiso ser dramaturgo antes que novelista y periodista.

Ha apostado por una recreación adaptada a los ojos de un público del siglo XXI, pero siempre con «mucho respeto» hacia el original y su espíritu. «Aunque los grandes clásicos hablen del Siglo de Oro, en realidad abordan los universales del sentimiento humano, como dice Machado. Se desarrollan en torno a cosas que nos siguen preocupando hoy en día. Los seres humanos no hemos cambiado tanto. Tecnológicamente, sí. Pero los valores, las preocupaciones, las ansiedades y los temores a perder su estatus por parte de la burguesía, que es uno de los puntos centrales de Misericordia, se acentuó con la crisis económica», recuerda.

Explica que en la novela, Galdós «dice que el Estado no debe procurar dar caridad, sino que debe ser misericordioso». «Debe padecer con los ciudadanos, tiene que ser compasivo y ofrecer igualdad de oportunidades y edudación. Él era krausista y confiaba en el poder de la sanidad y la educación públicas. Pensaba que una persona puede cambiar su suerte desde que nace, siempre y cuando el Estado le tienda puentes en el camino y no levante muros», apunta.

Nayara Moreno da vida a Benina, la protagonista de Misericordia. «Ese personaje es un caramelo. Está muy bien dibujada, por lo que solo hay que darle espacio y dejar que respire y hable. Es la última gran heroina galdosiana. Creo que representa a un héroe propio de la literatura moderna. Representa a tantas y tantas mujeres que conocemos...».

Su contrapeso es el ciego Almudena, al que da vida el Profeta Carmelo Alcántara. «Forman una pareja cervantina. Hay momentos en los que no sabes quién es Sancho y quién el Quijote», dice Martínez, que no ha visto «nada» de la apuesta escénica de Profetas. «Confío plenamente en ellos. Iré al estreno».

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