Sostenible, rentable, asequible… La biomasa es una materia prima renovable que, como destaca Ramón Murillo, científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), organismo dependiente del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (MICIU): “Va más allá de la madera o de los restos agrícolas, sino que pueden ser residuos sólidos urbanos o los propios del tratamiento de aguas residuales”. Millones y millones de toneladas desaprovechadas a lo largo de la historia que, en pleno siglo XXI, forman parte del recorrido de la economía circular, como sucede con este trabajo apoyado por la iniciativa ‘Buena Huella’ de Naturgy, que llega a convertir este residuo en gas natural sintético. No es de extrañar que este proyecto haya sido premiado por la Fundación Naturgy-CSIC a la Investigación e Innovación Tecnológica en el ámbito Energético.

Todo encaja, “desde el origen biológico del proceso a la creación de un gas renovable, creado a través de energías que también lo son”. La metanación (proceso biológico que produce energía a través de la fermentación anaerobia de residuos orgánicos) es posible gracias al uso de catalizadores (“facilitadores para que se produzca una reacción química, que no modifican, sino que aceleran el proceso”).

Digamos que se ‘cocinan’ una serie de gases procedentes del tratamiento de la biomasa, como oxígeno y dióxido y monóxido de carbono (durante un tiempo concreto y a unas condiciones determinadas) para obtener este ‘alimento’ sostenible esencial para la sostenibilidad del siglo XXI.

Y se consigue un gas “comparable en calidad al gas natural fósil, que puede reemplazarlo completamente en todas sus aplicaciones industriales y urbanas. Esto incluye calefacción, generación de electricidad y uso industrial”.

Un tratamiento a 700 ºC marca el comienzo de este hito sostenible, que consigue un producto exento de contaminantes. Y que supone un nuevo paso adelante en la ruta hacia la soberanía energética, como destaca Ramón: “Al usar residuos para producir energía, podemos reducir significativamente las emisiones de CO₂ y disminuir nuestra dependencia de combustibles fósiles importados, mejorando así la autonomía energética del país. Ya tenemos contactos con empresas de ingeniería que han mostrado gran interés tanto por el proceso de gasificación como por el de metanación”.

¿Cuál es el presente y cuál el futuro del proyecto? El investigador avanza cómo “hemos demostrado las etapas del proceso a escala de laboratorio y estamos avanzando hacia una planta experimental a escala piloto. Esto nos acerca al paso final hacia la implementación comercial de la tecnología”. Implementación que contribuirá a cambiar la forma en la que obtenemos y usamos la energía.

Ramón también señala la importancia del trabajo multidisciplinar, colectivo del CSIC: “Un centro público como el CSIC ofrece soluciones multidisciplinares a un problema tan complejo como es la generación de energía a gran escala, con institutos muy variados que pueden estudiar múltiples aspectos tales como el diseño de nuevos sistemas de generación de energía, su integración con los sistemas existentes, el impacto ambiental producido, la reutilización de materiales tras finalizar su vida útil o el impacto socioeconómico de los nuevos sistemas de generación de energía”. Todo suma para cuidar de un planeta, de una sociedad, más sostenibles.