El prestigio y el respeto no sólo se ganan levantando la Champions League ¿Sabes cuál es la huella de carbono del fútbol?
Reducir la huella de carbono en el mundo del fútbol, con la ayuda de sectores clave como el bancario, es posible como demuestra el caso de un modesto club británico que se ha convertido en un referente mundial.
La situación de emergencia que vive el planeta a causa del cambio climático obliga a la adopción de medidas de manera urgente. Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, adaptarse a la realidad y financiar los ajustes necesarios son algunas de las acciones requeridas para lograr el éxito. Pagar la factura ahora o pagarlo muy caro en el futuro. Esa es la máxima por la que aboga Naciones Unidas. Y razón no le falta.
Y es algo que nos compete a todos. Gobiernos, empresas e instituciones de ámbito público y privado, e incluso la propia ciudadanía, tenemos en nuestras manos la llave para lograr revertir la situación y evitar que en los próximos años tengamos que lidiar con la disminución de la biodiversidad, sequías, escasez de agua, fenómenos meteorológicos extremos, deshielo, aumento del nivel del mar y, evidentemente, la consecuente amenaza para la salud física y mental de la humanidad.
En este sentido, hay sectores cuyo impacto medioambiental no es tan elevado en comparación con otros, pero sí tienen la capacidad de liderar el cambio. El fútbol, sin ir más lejos, se ha convertido por derecho propio en el mayor espectáculo deportivo del mundo. Pero más allá de los goles, la pasión y la emoción que genera para deleitar a millones de seguidores, tiene una enorme responsabilidad. Y no sólo por su capacidad para promover la actividad física, la igualdad, diversidad e integridad, y el fomento de valores como el respeto, el compañerismo, la unión o el afán de superación. Su acción debe ir incluso más allá.
Y es que el denominado deporte rey y la industria que los sustenta tienen la obligación moral de aprovechar su capacidad de llegar e influenciar a las personas para fomentar acciones de sensibilización, concienciación y fomento de prácticas medioambientalmente respetuosas orientadas a reducir la huella de carbono fruto de su propia actividad.
Es decir, debe impulsar mecanismos que hagan posible la disminución de la cantidad de gases de efecto invernadero que es emitida directa o indirectamente como consecuencia de todas las iniciativas que en torno a su práctica se llevan a cabo. Porque cuando asistimos a un estadio lo primero que nos impacta es el verde de la hierba pero, ¿hasta qué punto el fútbol hace gala de velar por la sostenibilidad del deporte en términos medioambientales?
En los últimos años, la preocupación por los efectos del cambio climático ha impregnado de manera decisiva la manera en la que se hacen las cosas. Importa el qué, pero sobre todo importa el cómo porque además la sociedad demanda medidas concretas que ayuden a preservar el planeta. Y el fútbol, del mismo modo que en su momento se posicionó en contra del racismo, el sexismo o la homofobia, ha decidido que la emergencia medioambiental merece también un compromiso adicional.
La eficiencia energética a través del uso de fuentes renovables, el diseño planes coherentes de movilidad que eviten desplazamientos en avión y un mejor acceso a sus instalaciones, una razonable gestión hídrica y de residuos en sus instalaciones o el fomento de acciones concretas que protejan la biodiversidad y el ecosistema, deben formar parte de los planes de los clubes de fútbol para mitigar el cambio climático.
El club más verde del mundo
En la actualidad es difícil saber a ciencia cierta cuál es la huella de carbono del fútbol porque no todos los organismos encargados de la organización de las competiciones ni los clubes que participan en ellas la cuantifican, salvo casos concretos, aunque a nadie engañamos si aseguramos que es elevada. Es cierto que cada vez hay una mayor concienciación y un gestión más eficiente tanto en el fútbol nacional como internacional, pero se necesitan más ejemplos como el del Forest Green Rovers.
Este modesto club que milita en la League Two, la cuarta categoría del fútbol inglés, no se caracteriza por sus gestas deportivas, pero tampoco le ha hecho falta levantar la Champions League para convertirse en una referencia a nivel mundial. El denominado por la FIFA y la UEFA como el ‘club de fútbol más verde del mundo’ se ha ganado el respeto de todos por su particular idiosincrasia y por el modelo que promulga.
Y es que desde su cuartel general en Nailsworth, un pueblo de unos 7.000 habitantes perteneciente al condado de Gloucestershire (Inglaterra), este club centenario fundado en 1889, lleva más de una década demostrando a base de hechos que el fútbol también puede remover conciencias y convertirse en algo más que un deporte.
No en vano, el Forest Green Rovers presume de iniciativas con las que otros simplemente sueñan. El equipo juega habitualmente en The New Lawn y la institución se ha encargado de adecuarlo en perfecta sintonía con su particular visión. Césped orgánico, agua de lluvia o reciclada para regar, paneles solares o iluminación LED suponen una muestra de ese esfuerzo sostenible. Como también el hecho de que se usen autobuses eléctricos para los desplazamientos o que disponga de un parking de bicicletas y puntos de recarga para vehículos.
Pero hay más porque el club también presume de veganismo. No solo los jugadores apuestan por este tipo de alimentación, es que también se ofrece en las instalaciones del propio estadio junto con una modélica gestión de los residuos que minimiza el uso de envases de usar y tirar, y fomenta un consumo consciente y responsable.
Y por si fuera poco, el Forest Green Rovers cuenta con los permisos pertinentes para levantar la que será su nueva casa, el Eco Park, primer estadio fabricado completamente de madera del mundo. Diseñado por el prestigioso estudio Zaha Hadid Architects, tendrá una capacidad de 5.000 asientos y estará completamente alimentado por fuentes de energía renovable. Afortunadamente, en el mundo del fútbol todavía hay lugar para los principios.
Un impulso financiero sostenible
Pero para que proyectos como el del club británico cristalicen -y el de empresas y entidades de otros sectores- es necesario contar con el respaldo necesario a nivel económico. El sector financiero no se caracteriza por ser especialmente contaminante, pero sí tiene la capacidad de fomentar el cambio para que otras industrias y actividades emitan menos CO2.
Entidades como BBVA contribuyen a la descarbonización de la economía y a la lucha contra el cambio climático movilizando recursos hacia aquellas nuevas tecnologías que aún no son rentables, y hacia las que ya lo son para que sean escalables. También financiando a aquellos sectores más intensivos en emisiones en su transición hacia un modelo descarbonizado, y asesorando y acompañando a sus clientes hacia un paradigma más sostenible e inclusivo.
En nuestro país es una premisa vital y estratégica puesto que prácticamente el 75% del territorio, según las previsiones de WWF, está amenazado por la sequía y el riesgo de desertización por lo que paliar y contrarrestar los efectos del cambio climático es hoy más que nunca una cuestión inaplazable.
En el caso de BBVA, la apuesta por la sostenibilidad es clara: el banco se marcó unos objetivos de negocio sostenible muy ambiciosos y, cada año, los ha superado. En el período comprendido entre febrero de 2018 y junio de 2022, la entidad alcanzó 112.000 millones de euros en movilización de financiación sostenible y pretende como objetivo llegar a los 300.000 millones en 2025.
Pero además de ese impulso sostenible orientado a fomentar nuevos negocios a través de la sostenibilidad, la entidad también se muestra ambiciosa en lo que a la descarbonización de su cartera de clientes se refiere. Así, se ha comprometido a reducir un 30% las emisiones de los clientes en el sector del petróleo y gas antes de 2030, y renuncia a financiar nuevos proyectos de exploración, perforación y extracción en estos sectores mientras continúa impulsado otros de energía renovable y sostenible.
Además, con el horizonte 2030 siempre en mente, ha fijado el objetivo de reducir la intensidad de carbono de su cartera crediticia un 52% en generación eléctrica; un 46% en la fabricación de automóviles; un 23% en la producción del acero; y un 17% en la producción de cemento. Y se ha comprometido a dejar de financiar a clientes del carbón en las economías desarrolladas en 2030 y en las emergentes en 2040.
Todos estos sectores son los más intensivos en emisiones, y en su totalidad suponen el 80% de las emisiones de CO2 en el mundo. Con todo ello, BBVA pretende cumplir su compromiso de ser neutro en emisiones de carbono en 2050, no sólo en sus propias emisiones -donde ya lo es- sino también en las de los clientes. Y es que, como sucede en el caso del Forest Green Rovers, para la entidad financiera también es una cuestión de principios. Así genera la banca un impacto positivo en la sociedad. Así cimenta su reputación como sector esencial.