Transición energética
Nuevos vientos
Son muchas las personas que, como Carmen, Lourdes, Juan Antonio, Darío, Purificación y José Manuel, hacen posible la transición a las energías renovables con su compromiso y valentía
En colaboración con
Carmen Lluc no se cansa de mirar el intenso azul del mediterráneo. Su relación con el mar es un amor de los de toda la vida, de esos que están destinados a serlo desde antes de nacer: sus abuelos ligaron su vida al mar y ella pasó las noches de verano de su infancia en el faro, viendo partir a los marineros, ataviados con cubos y redes, que se iban a pescar en sus barcos. Quizás sea esta la razón de que ame tanto su trabajo: le recuerda constantemente a ‘aquellos maravillosos años’.
Carmen, nacida y residente en el Grao de Castellón, desempeña el cargo de traffic manager en una compañía que traslada los componentes eólicos que se manejan en el puerto de Castellón. Su trabajo es un eslabón muy importante en toda la cadena logística que la construcción de un parque eólico requiere. “Siento que aporto mi granito de arena en la transición energética: hay que preservar el mundo que habitamos. La logística es solo una pieza más, pero nos sentimos parte importante”, defiende Carmen.
El buque Greener llega cargado con 21 palas eólicas al puerto de Castellón, uno de los puertos de entrada por los que llegan los buques con los componentes de los nuevos proyectos eólicos de Endesa.
La pericia de los trabajadores del buque para mover la enorme carga que transportan es fundamental.
Un miembro de la tripulación observa la maniobra de aproximación del buque cargado de palas eólicas.
De una mujer a otra. Los componentes que llegan hasta el puerto se trasladan después a la planta en construcción y ahí está Lourdes Martínez, una maestra de renovables que ha visto cómo el paisaje de su querida y natal Motilla del Palancar (Cuenca) se ha ido transformando. “Soy una persona curiosa por naturaleza y he visto desde mi puesto en la planta solar de Enel Green Power España en mi pueblo cómo llegaba cada componente de uno de esos descomunales molinos, es impresionante la coordinación de todas y cada una de las personas que aquí trabajan”.
Detalle de cada momento de uno de los procesos más delicados, el descargo de las 21 palas eólicas que transporta el buque.
Pero más allá del propio parque, a Lourdes le queda en la retina el cambio que ha vivido su localidad natal. “Hemos pasado de no tener oportunidades a ver una evolución real”, explica la propia Lourdes girándose a su alrededor y viendo con una sonrisa en los labios esa transformación que la transición energética también ha dejado en su pueblo y de la que ella es parte activa.
Las palas eólicas de la planta de Campillo en Cuenca son descomunales, cada una mide 75.5 metros y pesan 22 toneladas. Su descargo y traslado ha supuesto todo un reto.
Ese orgullo por el entorno que respira Lourdes es el mismo, aunque matizado por la salinidad del océano, que inhala Juan Antonio Morales, un agricultor de la isla canaria de El Hierro cuyo modo de sustento es una explotación ganadera alimentada con los restos de las plantas de plátano y piña que a su vez utilizan estiércol de los animales para avivar estas plantaciones. “Aquí nada se desperdicia, hay que hacer una gestión inteligente de los recursos. No disponemos de grandes extensiones de terreno como en otras islas y normalmente las trabajamos entre pocas personas”.
El transporte de las palas eólicas por carretera hasta su destino final es todo un reto logístico por la complejidad de su transporte.
Las 21 palas llegadas al puerto de Castellón recorrieron 230 kilómetros por carretera hasta Montilla de Palancar (Cuenca) sorteando todo tipo de retos logísticos en la carretera.
Pero, además, estas plantaciones tienen un valor añadido más, ya que se abastecen de energía eléctrica proveniente de la planta eólica que ha hecho que la isla aspire a ser 100% renovable, convirtiendo a El Hierro en uno de los primeros ejemplos de un mundo nuevo, de un mundo completamente verde.
Todo está listo para la llegada de las palas eólicas a la planta de Enel Green Power España (Endesa). Una grúa de grandes dimensiones alza con precisión cada una de las palas a 150 metros de altura.
Y es que, en realidad, El Hierro encierra un universo. Esos 268 km2 de tierra que se mantienen a flote en mitad del océano Atlántico permiten saltar en menos de una hora desde los tupidos pastos y las nubes espesas de la meseta de Nisdafe hasta un paraje volcánico, de suelo oscuro y sol intenso. Es una tierra de luchadores, de autosuficiencia vital y también energética. Gracias al parque eólico de Gorona, se aporta a lo largo de un año más de la mitad de la energía que la isla necesita, todo un hito en este enclave único.
La Isla de El Hierro situada en el archipiélago de las Islas Canarias, declarada por la Unesco, Reserva de la Biosfera, cuenta desde 2015 con el proyecto energético de Gorona del Viento, gracias al cual demuestra que la independencia energética libre de emisiones es un objetivo realista a un corto plazo.
Más al norte, en la Galicia profunda, en el Concello de Paradela, Darío López Rodríguez y Purificación Rodríguez Fernández caminan con las últimas luces del atardecer por un prado de su propiedad para ver cómo se encuentra su toro, que ha tenido que ser infiltrado por el veterinario. Paradela es parte del pulmón ganadero de la provincia de Lugo. Una localidad que ha visto cómo en los últimos años este sector se ha visto reforzado gracias a los ingresos obtenidos por la participación del Concello en el parque eólico aquí instalado.
El parque eólico de Paradela, que cuenta con el 10% de participación del Concello, ha sido clave para ofrecer alternativas de futuro a la población y luchar contra la despoblación rural.
“El camino hacia las energías renovables no fue un camino fácil para esta localidad”, cuenta José Manuel Mato Díaz, alcalde de Paradela. “Cuando Endesa llegó aquí para participar en el desarrollo eólico en el municipio, mi relación con muchos vecinos se torció. Yo veía los beneficios que la construcción de parques eólicos podía generar para los paradelenses, pero un 20% de los habitantes no lo tenía nada claro. Fue muy duro”, relata.
Una vecina de la localidad de Paradela trabaja su huerto, conviviendo con el paisaje de las plantas eólicas que han permitido el desarrollo de su localidad.
Un ganadero de Paradela mima a sus vacas que son la fuente fundamental de ingresos familiar.
Purificación y Darío visitan a su toro en uno de sus terrenos en el Concello de Paradela.
Durante aquellos años en Paradela el malestar creció a medida que se propagaban rumores de todo tipo… Sin embargo, con el tiempo la percepción de la población cambió y hoy en día la localidad ve en los molinos una fuente de ingresos que ha mitigado la pérdida de población.
El parque eólico ubicado en esta localidad ayudó a consolidar las explotaciones ganaderas.
“Los beneficios económicos directos han tenido un gran peso en esta disputa, pero no han sido el único motivo del cambio de perspectiva de los vecinos. Pasaron de reproducir bulos a desear estar involucrados en el proyecto porque vieron que las ventajas eran considerables. Pero lo más motivador ha sido ver que muchas tierras inaccesibles y, por lo tanto, prácticamente abandonadas, se han convertido en pastizales de primera. Los parques eólicos beneficiaron a las explotaciones: 7.000 cabezas de ganado, unas cuantas granjas de porcino, y algunas explotaciones de ovino y caprino. Además, contamos con una buena producción y almacenamiento de forrajes, y se está volviendo a sembrar trigo y centeno”, cuenta con orgullo José Manuel Mato Díaz mientras el amanecer trae los primeros vientos del día al parque eólico.
El legado que seremos es un reflejo de la transición energética justa en España a través de sus protagonistas.
Se trata de un proyecto patrocinado por Endesa creado e impulsado por el fotógrafo documental Álvaro Ybarra Zavala. Álvaro está siendo testigo de nuestro proceso de cambio, contando a través de sus fotografías las historias de las personas verdaderas protagonistas de este cambio.
En colaboración con