La historia de la bodega Ramón do Casar, como tantas otras desde hace siglos, empieza con un inmigrante que se despide de los suyos desde la cubierta de un barco. En el muelle de un puerto gallego se quedan los mayores diciéndole adiós a sus hijos o sobrinos, que abarrotan el trasatlántico que les llevará a hacer las Américas. Es una escena repetida miles, millones de veces a lo largo de la Historia, y en una de ellas su protagonista es ourensano, se llama Ramón González y parte hacia Venezuela a comienzos del siglo XX sin apenas nada en los bolsillos, pero con la esperanza de alcanzar un futuro mejor.

Con el dinero que fue ganando en Venezuela, y siempre con la vista puesta en el retorno a su tierra, González empezó a adquirir algunas de las parcelas y viñedos en las que trabajó en su adolescencia. Se trata de unas tierras fértiles, muy próximas a la orilla del majestuoso río Miño, que irriga con su corriente una de las zonas vinícolas más prósperas de todo el norte peninsular.

“Mi padre tenía el sueño de la finca, de la viña y de las bodegas”, cuenta Ramón González Sabucedo, hijo del Ramón González que emigró a Venezuela y actual propietario de la bodega Ramón do Casar, “nosotros ya tuvimos el sueño de un gran vino”. Con el inicio del nuevo siglo, los tres hijos de González, Ramón, Etelvino y Javier, se hicieron cargo de todas esas tierras, pero con un espíritu emprendedor renovado y con una ambición más elevada.

Empezaron agrupando las viñas que su padre había adquirido, y comprando nuevos terrenos hasta tener un total de 25 hectáreas. Para ello contaron con la confianza y apoyo de Banco Santander, que creyó desde el principio en el proyecto, igual que en el de los más de 425.000 agricultores y ganaderos a los que impulsa en su día a día.

Su proyecto miraba hacia el futuro, pero inevitablemente tomaba su energía y su inspiración del pasado: “La tierra es importantísima para nosotros. Ese volver atrás, al lugar donde estuviste en tu niñez”, dice Ramón hijo. Quizás esa sea la clave de su éxito.

Excelencia, sostenibilidad y homenaje a los mayores

Tantos años de empeño y trabajo duro obtuvieron su recompensa el año pasado. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación eligió en 2022 el Ramón do Casar Nobre 2020 como el Mejor Vino del país en el marco de los Premios Alimentos de España. De esta forma, la familia González Sabucedo ve reconocido su esfuerzo por dignificar y dar a conocer el Ribeiro, un vino muy vinculado a esta comarca gallega y, en ocasiones, minusvalorado frente a otras variedades.

Pero el camino de la bodega Ramón do Casar no se termina aquí. Si el patriarca se marchó a Venezuela a buscarse la vida, también sus hijos quieren ahora llevar los vinos Ramón do Casar más allá de nuestras fronteras. Tras convertirse en una referencia en el mercado vitivinícola español, el nuevo objetivo de la compañía es la ampliación de la bodega y la expansión internacional de su actividad.

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Para ello, la empresa familiar cuenta con el apoyo de Banco Santander, que es uno de los sostenes de la bodega desde su misma fundación. Ramón do Casar es una de las más de 425.000 empresas del sector agro que cuentan con la ayuda de la entidad. A lo largo de 2022, el banco ha aportado más de 4.200 millones de euros -un 11% más que el año anterior- en distintos proyectos de agricultura y ganadería que combinan la excelencia con la responsabilidad social y medioambiental.

Este es, por supuesto, el caso de la bodega Ramón do Casar. Para alcanzar la excelencia, y con el objetivo de producir el mejor vino blanco posible, los hermanos González Sabucedo contrataron al enólogo Pablo Estévez. El contenido es sin duda crucial, pero también el continente es una marca de distinción de la empresa gallega. Por ello, la bodega etiqueta sus botellas con imágenes de Alberto Martí, el icónico fotógrafo de la emigración gallega en América, como una forma de rendir homenaje a aquella generación de emprendedores.

Además de recuperar la memoria de sus mayores, la bodega Ramón do Casar está comprometida con el cuidado de la tierra que la acoge. Por ese motivo, la sostenibilidad es parte esencial de su proceso productivo. Los hermanos González Sabucedo han introducido procesos de economía circular y reaprovechamiento para que nada se desperdicie durante la producción del vino.

Así, una vez recogidos, tratan los raspones para introducirlos en los viñedos como abono; mientras, la pepita y la piel de la uva son vendidas a una destilería para la elaboración de orujos de Galicia. De esta forma, esta bodega familiar demuestra que es posible aspirar al éxito comercial sin perder la conexión con la tierra, la familia y las raíces.