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Por qué tirar de la cadena es un gesto más importante de lo que crees

Con motivo del Día Mundial del Saneamiento, este 19 de noviembre, la ONU recuerda que cerca de la mitad de la población mundial carece de sistemas seguros. Este año, la cita se centra en el impacto de la crisis de saneamiento en las aguas subterráneas, la fuente de agua dulce más abundante del planeta

Gonzalo Garzón

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Ir al baño y tirar de la cadena. Una operación que todos hacemos cada día varias veces. Y un acto que no nos paramos a valorar. Al fin y al cabo, damos por hecho que algunos objetos que llevamos viendo y usando toda la vida siempre estuvieron ahí. Los consideramos tan fundamentales que su importancia resulta casi imperceptible. 

La realidad es muy diferente. 3.600 millones de personas en todo el planeta, lo que significa cerca de la mitad de la población mundial, no tienen acceso a sistemas de saneamiento apropiados. Y de hecho, 494 millones no tienen acceso a un retrete, por lo que se ven abocadas a hacer sus necesidades al aire libre. De ellas, el 92% viven en áreas rurales.

Para poner esa realidad en el foco mediático, cada 19 de noviembre se celebra en todo el mundo el Día Mundial del Saneamiento. Una jornada que tiene por objetivo concienciar a la sociedad sobre la importancia de un salvavidas que evita la transmisión de enfermedades y facilita la salubridad de los espacios. De hecho, las Naciones Unidas recogen la relevancia capital del saneamiento en la Agenda 2030, concretamente en el objetivo número 6: “Agua y saneamiento para todos”. 

Este 2022, la temática del Día Mundial del Saneamiento se centra en el impacto de la crisis de saneamiento en las aguas subterráneas bajo el lema “Hacer visible lo invisible”, y explora cómo los sistemas de saneamiento inadecuados esparcen los desechos humanos en ríos, lagos y suelos, contaminando los recursos hídricos subterráneos.

A pesar de que apenas se habla de ellas, la importancia de las aguas subterráneas es absolutamente capital. Se trata de la fuente de agua dulce más abundante del mundo, y  suministra una gran proporción del agua que utilizamos para fines de consumo, saneamiento, producción de alimentos y procesos industriales. Asimismo, las aguas subterráneas son decisivas para el buen funcionamiento de los ecosistemas naturales, alimentando los manantiales, ríos, lagos y humedales. Su principal fuente de recarga es la lluvia y la nieve que se infiltran en el suelo.

En un escenario de cambio climático como el que afronta la humanidad, la importancia de las aguas subterráneas se torna, si cabe, aún mayor. De hecho, no es casualidad que los países considerados más vulnerables ante los fenómenos derivados de la crisis climática sean, también, los que poseen un porcentaje más reducido de acceso a los sistemas de saneamiento. Según el Índice ND-Gain, creado por la Universidad de Nôtre-Dame para calificar a los países en este sentido, los más vulnerables son Somalia, Chad, Eritrea, la República Centroafricana, la República Democrática del Congo, Sudan y Nigeria.

El cambio climático representa una amenaza para los retretes del mundo y para los sistemas de saneamiento a los que están conectados, afectando la disponibilidad de agua y dañando los diferentes elementos que los componen como las tuberías, los tanques y las plantas de tratamiento. A medida que el cambio climático empeora y las poblaciones crecen, el agua subterránea es aún más vital para la supervivencia humana. Por este motivo, este año Naciones Unidas llama la atención sobre cómo el saneamiento, gestionado de manera eficiente y segura, protege las aguas subterráneas de la contaminación por desechos humanos.

Anticipar el futuro

La solución a este problema, como a tantos otros, pasa por lo colectivo: frenar el cambio climático y adelantarse a sus consecuencias para reducir el desastre es tarea de todos. Y, en ese sentido, algunas empresas actúan de manera activa en la lucha de este reto. 

Agbar, parte del grupo Veolia, lleva tiempo poniendo el foco en las soluciones innovadoras en torno a la gestión sostenible del agua y los recursos naturales para las ciudades, la agricultura y la industria, en línea con la hoja de ruta de la Agenda 2030 y los ODS de Naciones Unidas. En España y América Latina, Agbar presta servicio de agua a 37 millones de personas en más de 1.200 municipios.

Con la base de la innovación y la digitalización, y el impulso de las alianzas, el grupo actúa en primera línea en la lucha contra el cambio climático y la preservación de los recursos naturales. Además, hace especial hincapié en la preservación de todas las fuentes de agua, gracias a una diversificación de los recursos hídricos y la apuesta por la gestión avanzada de las aguas subterráneas. Para ello, se basa en la optimización de la extracción de recursos. Además, supervisa el riesgo de sobreexplotación y promueve la recarga de los acuíferos, lo que permite aliviar la presión sobre los ecosistemas hídricos. Actualmente, la compañía es líder en España en la gestión del servicio de depuración (con más del 25% de agua residual tratada en España), lo que representa operar más de 650 estaciones depuradoras, con un volumen de 1.020 hm3 de agua depurada al año. Dicho de otra manera: el equivalente a tratar el agua de más de 340.000 piscinas olímpicas.

El reto: reutilizar el agua

Las tres erres del ecologismo (reducir, reutilizar, reciclar) también son aplicables al agua. Y, en ese sentido, Agbar parece haber tomado nota. Ante el actual contexto de escasez hídrica, combinado con la creciente demanda de agua por parte de las ciudades, la industria y la agricultura, la compañía apuesta por la regeneración del agua. ¿Cómo lo hace? A través del tratamiento avanzado para depurar las aguas residuales hasta conseguir una calidad que permita reutilizarla en infinidad de tareas: riego de calles, de zonas verdes, de producción agrícola o en procesos industriales, recarga de acuíferos, entre otros usos.

En ese sentido, destaca uno de los proyectos en los que Agbar ha puesto especial interés: el uso de agua regenerada para evitar la intrusión salina en Barcelona. Allí, los acuíferos del delta del río Llobregat son considerados una de las fuentes más importantes y estratégicas de agua subterránea en el área metropolitana de la capital catalana. Su uso intensivo, desde mediados del siglo XX para el consumo humano y fines industriales, provocó una degradación general del sistema acuífero cuyos efectos principales fueron el descenso de la capacidad de almacenamiento y la entrada de agua marina, poniendo en riesgo el suministro de agua a la zona.

Para revertir esta situación, se construyó, en el acuífero principal del delta del Llobregat, una línea de pozos para inyectar agua regenerada procedente del tratamiento avanzado de la ecofactoría del Baix Llobregat, es decir aquellas aguas residuales depuradas que han sido sometidas a un proceso de tratamiento adicional para adecuar su calidad al uso al que se destinan. La inyección de agua actúa como barrera contra la intrusión salina y mejora la calidad del agua del acuífero en esa zona. El año pasado, Aigües de Barcelona inyectó en los pozos 679.105 m3 de agua regenerada, equivalentes a 200 piscinas olímpicas.

Sí: tirar de la cadena es una operación sencilla que hacemos todos los días. Pero tras ese pequeño gesto hay todo un mundo que, en días como este 19 de noviembre, toca poner en valor. Al fin y al cabo, el agua lo es todo. 

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