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Un proyecto con

ONCOLOGÍA

Los investigadores españoles que luchan por ganarle el pulso al cáncer

La investigación clínica ha evolucionado de forma notable en la ultima década, planificando estrategias que, gracias a la colaboración y las facilidades que las nuevas tecnologías han posibilitado, están dando resultados prometedores en pacientes oncológicos y de otras patologías

Juanjo Villalba

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Durante siglos, los investigadores médicos trabajaron casi en solitario o, como mucho, con un reducido grupo de colaboradores. Hoy en día recordamos a estas personas como genios de la ciencia: Miguel Servet, Ramón y Cajal, Pasteur o el doctor Alexander Fleming, el descubridor de la penicilina. Sus descubrimientos tuvieron un carácter especial al realizarlos con muy pocos medios.

Hoy en día la investigación médica ha cambiado mucho gracias a las grandes inversiones que se realizan desde el sector público y el privado y a las nuevas tecnologías. La mayoría de los avances más importantes que se realizan actualmente, aunque también están dirigidos por una o por pocas personas, son producto del trabajo de diversos equipos que trabajan en laboratorios interconectados ubicados en cualquier parte del mundo. 

En este tipo de investigaciones ocupa un lugar especial la que tiene que ver con el cáncer. Dentro de ella, en nuestro país podemos presumir de contar con un gran número de profesionales que trabajan en nuevos tratamientos que podrían revolucionar la forma de tratar esta enfermedad. Es el caso de Ainara Soria, actualmente responsable de la Unidad de tumores de cabeza y cuello y de la Unidad de tumores cutáneos del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid. Soria, que se licenció en la Universidad Autónoma de Madrid en el año 2004, ocupa este puesto desde 2008.

El principal interés de Soria y a lo que dedica la mayor parte de sus esfuerzos es la investigación clínica. “Participo en ensayos clínicos de las patologías con las que trabajo con ensayos desde fase I hasta fase IV. Actualmente, participo como investigadora principal en más de 20 ensayos clínicos”, relata.

«Además, conjuntamente con el Grupo Español de Melanoma, trabajo en la identificación de marcadores moleculares que nos permitan distinguir a los pacientes que se pueden beneficiar de la inmunoterapia de los que no. En nuestro hospital estamos focalizando también nuestros esfuerzos en identificar marcadores predictivos de la potencial toxicidad de la inmunoterapia”, señala.

Los tratamientos de inmunoterapia ayudan a nuestro sistema inmunitario a combatir el cáncer por sí mismo, minimizando los daños a los tejidos sanos. Además, al activar nuestro sistema inmunitario para reconocer el tejido canceroso, se consigue que este siga reconociendo los tumores y destruyéndolos si vuelven a aparecer en el futuro. En la actualidad se ha avanzado mucho en este tipo de tratamientos de los que se esperan grandes cosas. 

Para Soria, la investigación ha cambiado mucho en los últimos tiempos y se ha vuelto, según ella, más competitiva y eficiente. “La mayoría de ensayos clínicos provienen de la industria farmacéutica y son la mejor oportunidad de los pacientes para obtener acceso a medicamentos novedosos”, afirma. “En ocasiones, como ha ocurrido en la inmunoterapia, esos medicamentos han cambiado la historia natural de muchas enfermedades oncológicas, como es el caso del melanoma”. 

La importancia de estos nuevos procesos de investigación también la destaca Lucas Moreno, jefe del Servicio de Hematología y Oncología Pediátricas del Hospital Vall d’Hebron de Barcelona y líder del Grupo de Investigación en Cáncer Infantil y Enfermedades Hematológicas del Instituto de Investigación VHIR. Lucas se formó como oncólogo pediátrico especializado en desarrollo de nuevos fármacos frente al cáncer infantil en el Hospital La Fe en Valencia, en el Hospital Royal Marsden de Londres y en el Dana Farber Cancer Institute de Boston, y ha desarrollado su carrera en el Hospital Niño Jesús de Madrid hasta que hace tres años se trasladó a la Ciudad Condal. 

“A lo largo de mi carrera”, explica, “he abogado porque en el cáncer infantil los avances se consiguen mediante la colaboración entre centros, países y actores implicados. Los esfuerzos individuales no pueden funcionar. Hace una década, los dos problemas fundamentales en el cáncer pediátrico era la falta de investigación clínica, pues no había prácticamente ensayos clínicos en Europa (y menos en España), y que la que se realizaba era muy lenta y dependía mucho de las prioridades del desarrollo de fármacos para adultos. Actualmente, gracias a la colaboración, hemos conseguido un enorme incremento de los ensayos clínicos disponibles en Europa y en España, tanto realizados por compañías farmacéuticas como académicos”.

Los tratamientos de inmunoterapia ayudan a nuestro sistema inmunitario a combatir el cáncer por sí mismo, minimizando los daños a los tejidos sanos

En colaboración con otros diez países europeos, Lucas lideró el desarrollo del ensayo clínico BEACON neuroblastoma, un ensayo académico abierto en más de 40 hospitales que reclutó a 225 pacientes, identificó nuevos fármacos que mejoran la supervivencia de pacientes con neuroblastoma (uno de los cánceres pediátricos más agresivos) en combinación con quimioterapia, y que dio lugar a un nuevo ensayo europeo para continuar mejorando estos resultados.

No obstante, a pesar de todo lo que se ha avanzado en la investigación clínica, ambos expertos están de acuerdo en que todavía queda mucho campo para la mejora. “Creo que los mayores avances vendrán del trabajo en red”, explica Ainara Soria. “Existen múltiples iniciativas para aglutinar gran cantidad de información en bases de datos internacionales que podrán permitirnos, con la ayuda del big data, reconocer características genéticas de los tumores para seleccionar mejor qué tratamiento es el óptimo, lo que evitará toxicidades innecesarias y aumentará la probabilidad de éxito”.

Por su parte, Lucas Moreno señala que “es fundamental que incorporemos la voz de los pacientes en los ensayos clínicos. Esto lo podemos hacer implicándolos a ellos (o a sus representantes) en el diseño de los ensayos, incluyendo evaluaciones de su calidad de vida e incorporando soluciones de telemedicina o ensayos descentralizados para mejorar su experiencia”.

“Es importante que el paciente sea el centro de la motivación para la investigación”, coincide Soria. “Los intereses de las compañías farmacéuticas confluyen muchas veces con los nuestros, y esto nos ayuda, pero hay necesidades médicas no resueltas, como tumores raros que, por ser poco frecuentes, no son foco de la investigación privada, y es obligación de la investigación académica ofrecer oportunidades dedicando mayor financiación pública”.

Para finalizar, preguntamos a los doctores sobre cómo ven el futuro de la investigación en su campo. Ambos se muestran optimistas, situando los principales campos de avance en la inmunoterapia y los tratamientos personalizados. “Estamos viviendo un gran momento, con enormes avances gracias a la colaboración internacional y entre todos los actores implicados (investigadores, reguladores, pacientes y compañías farmacéuticas)”, afirma Moreno. “Pero quedan retos muy importantes en áreas con grandes necesidades. El cáncer infantil es un gran ejemplo de esta situación de grandes avances para unos grupos de pacientes, pero falta de resultados en otros, donde se necesitan nuevos fármacos diseñados específicamente para el cáncer infantil, más actividad de ensayos clínicos y que estos estén completamente centrados en las necesidades de estos pacientes”.

“El gran cambio en el paradigma del tratamiento del cáncer en los últimos 10-15 años”, añade Soria, “ha venido de entender que dentro de un mismo tipo de tumor, no todos los tumores ni sus huéspedes son iguales. Del mismo modo, hemos entendido que el organismo cuenta de modo natural con la capacidad de detectar y destruir células enfermas. Para poder prosperar los tumores necesitan evadir dicha capacidad del sistema inmune. Los fármacos disponibles actualmente de inmunoterapia son capaces de reactivar esta capacidad natural y, si lo logran, pueden llegar a producir respuestas muy prolongadas en el tiempo, incluso aun cuando se ha suspendido la medicación, porque la inmunidad tiene memoria, y esto nos ha llevado a hablar de largos supervivientes”.

“En los próximos años veremos la incorporación de la inmunoterapia, terapias avanzadas como terapia génica o terapia CAR-T en la práctica clínica; así como la medicina personalizada, donde los tratamientos serán individualizados según el perfil molecular del paciente”, vaticina Moreno.

“Creo que el reto de tantos avances simultáneos vendrá por dos lados”, explica Ainara Soria. “La medicina personalizada, es decir, la mejor selección del fármaco adecuado para cada paciente y, por otro lado, de cómo conseguir sinergias con todos los nuevos fármacos disponibles que nos permitan inmunizar tumores que a día de hoy no se benefician de la inmunoterapia y también que esta inmunidad sea competente como para erradicar el tumor y quedar vigilante a largo plazo para que no reaparezca. Creo que estamos al principio de un camino apasionante porque tanto la terapia dirigida como la inmunoterapia son muy jóvenes y, aún ahora, estamos aprendiendo cómo manejarlas y combinarlas. Estoy segura de que en un futuro cercano superaremos con creces los logros actuales”, concluye.