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FUTURO AZUL

La lucha contra el cambio climático y la inflación: los grandes retos de la acuicultura española

Además de los temporales o la pandemia, el sector tiene que vérselas con otros gigantes, como el desigual apoyo de las administraciones o la dificultad para obtener licencias para crecer, así como el aumento de los costes de producción. Pese a todo, va mejorando sus resultados año tras año, lo que evidencia su buen estado de salud y garantiza un producto de calidad, sostenible y a precio asequible

Ana Belén Madrid

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Ya el sábado, los vientos se dejaron notar con fuerza en toda la Península. Pero fue el domingo cuando el oleaje alcanzó alturas de 8 metros, las más altas nunca registradas en el Mediterráneo. La llegada de la borrasca Gloria el 19 de enero de 2020, que tocó tierra en España tras cruzar el Atlántico, trastocó los planes de todo un país. Incluidos los del sector de la acuicultura, claro. Cuando estas empresas todavía comprobaban los daños del temporal marítimo sobre sus viveros, especialmente graves en las de la Comunidad Valenciana y de la Región de Murcia, un partido de fútbol en Milán amplificó el contagio de un virus que terminaría por convertirse en una conocida pandemia: la COVID-19, definitivamente, lo cambió todo. Y luego ha llegado, claro, la invasión de Ucrania.

La acuicultura española vivió, como todos, un 2020 convulso. Ahora que las aguas parecen más calmadas, tanto metafórica como literalmente, el sector se afana en conseguir superar determinados retos que jalonan un futuro donde le corresponde un relevante papel para alimentar al mundo. Así lo reconoce la propia FAO, que en el último informe mundial sobre el estado mundial de la pesca y la acuicultura (“Sofia”, por sus siglas en inglés) subraya “el gran potencial de la acuicultura para alimentar y nutrir a la creciente población mundial”.

La acuicultura también es sostenible a nivel ambiental, porque favorece la diversidad y la recuperación de especies amenazadas.

Temporales: contra viento y marea

Gloria se dejó notar. Vaya si se dejó notar. Se registraron vientos huracanados y un aumento, aunque temporal, del nivel del mar, así como olas de altura histórica y direcciones de movimiento inusuales. “Numerosos viveros de acuicultura sufrieron roturas en sus redes, o en sus sistemas de fondeo, causando pérdidas masivas de peces y la destrucción de infraestructuras productivas”, apunta el informe correspondiente a ese año de la Asociación Empresarial de Acuicultura Española (Apromar).

Se prevé que estos temporales, como las olas de calor vividas este pasado verano, o incluso la famosa tormenta Filomena, sean más comunes durante los próximos años debido al cambio climático. Así que los acuicultores hablan de la necesidad de disponer de modelos matemáticos predictivos que adelanten información sobre la ciclicidad de los temporales y que los pronostiquen con mayor anticipación, de manera que faciliten la toma de decisiones por parte de las compañías y las administraciones públicas”. Por ejemplo, un proyecto de la Universitat de València está poniendo en marcha un nuevo servicio de monitorización y estimación del viento en el litoral valenciano, mediante una tecnología innovadora basada en drones y aplicación de inteligencia artificial.

Para evitar los efectos adversos de los temporales sobre la acuicultura hace falta más espacio para anclar los viveros, así como mejores materiales

Además, la acuicultura quiere mejorar la resistencia de las infraestructuras de los viveros en el mar frente a temporales, incluyendo tanto las redes como los sistemas de fondeo. Para todo esto, es necesario mayor superficie de anclaje y mejores materiales para las redes, de forma que no se dañen cuando hay temporales extraordinarios. Evitar los daños provocados por estos temporales marítimos, que causan pérdidas económicas cuantiosas a las empresas, es esencial para asegurar su viabilidad. En este punto, conviene recordar que la acuicultura es una forma de producción de alimento muy sostenible, con menor huella de carbono que otras ganaderías, como detalla la última memoria de sostenibilidad del sector.

Todo es más caro

La invasión de Ucrania ha traído aparejado un aumento de los costes de producción muy notable. El pienso ha subido su precio entre un 30 y un 50%. Según el informe anual de Apromar que prepara para 2022, los costes de la energía, principalmente la electricidad, ha crecido un 250 % con respecto al 2021. El gasóleo, que mueve las embarcaciones, vehículos y camiones, es un 20 % más caro. El precio del flete por tierra y aire está aumentando por días, incrementando los costes de comercialización. “Estas escaladas generales conviven con las específicas de la actividad acuícola: el oxígeno líquido se ha doblado de precio, los materiales de envasado y transporte (pallets, envases, etiquetas, marchamos) son ahora un 15 % más caros que en 2021”, apunta el documento. Todo ello, añadido al aumento del IPC, “ha llegado en un momento de tesorería muy ajustada en las empresas, tras los parones productivos por la COVID-19 y las contracciones en los mercados”.

Ayuda de las administraciones: remar todos a una

Dado que el agua en la que se realiza la acuicultura es un bien público, tanto los ministerios como las distintas consejerías autonómicas controlan la labor de las empresas que trabajan con ella en España. El sector de la acuicultura debe cumplir con todas las normativas y además ofrecer una imagen positiva, pese a que el marco político-administrativo, especialmente a nivel autonómico y local, no siempre le favorece. De hecho, Apromar considera que existe “una fragmentación del mercado nacional en numerosas cuestiones de producción y comercialización” y señala “ineficiencias en la implementación de las normativas europeas, así como una falta de igualdad de condiciones entre operadores nacionales en función de su ubicación geográfica”.

Otros retos son la investigación de nuevas formas de cultivo y tipos de pienso, o la entrada de especies de pescado que aún no están en España

En todo caso, debe reconocerse que, en materia de gestión de la producción de acuicultura, se está desplegando una importante labor de coordinación creciente y apoyo entre las distintas autoridades competentes. Esto es, la Junta Nacional Asesora de Cultivos Marinos (Jacumar) y la Junta Nacional Asesora de Cultivos Continentales (Jacucon), organizadas desde la Secretaría General de Pesca (Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación), con la participación de las direcciones generales de acuicultura de las comunidades autónomas y otras entidades como la Fundación Biodiversidad o el Instituto Español de Oceanografía.

Con todo, lo cierto es que los empresarios claman por una mayor simplificación y agilización de los procedimientos administrativos, sin que ello quiera significar un menor control sobre la actividad de las empresas. Un ejemplo son “las normas de vigilancia ambiental, los requisitos para otorgar las autorizaciones, el etiquetado obligatorio de las cajas de producto, las incompatibilidades entre titulaciones profesionales (buceo, por ejemplo) o los distintos requisitos zoosanitarios”. En opinión de los portavoces del sector, “esta situación encarece los costes y dificultan la movilidad de empresas y trabajadores por el territorio nacional”.

El valor de la acuicultura europea (y por tanto, de la española)

La Comisión Europa anunció en mayo de 2020 su estrategia ‘De la Granja a la Mesa: por un sistema alimentario justo, saludable y medioambientalmente integrado’. Una propuesta donde juega un papel capital la acuicultura, como reconoce la misma FAO, para garantizar que en el futuro podremos seguir comiendo pescado. Sin embargo, no basta con un informe. Apromar considera que los esfuerzos por ajustar la sostenibilidad del sistema alimentario europeo “deben ir acompañados de políticas que ayuden a elevar los estándares a nivel mundial, con el objetivo de evitar la exportación de prácticas insostenibles”. Además, Europa ha incluido la acuicultura en el Pacto Verde, pero no ha sido un aterrizaje suave. El propio sector necesita aguas de buena calidad para poder desarrollar su actividad, por lo que el valor medioambiental de la acuicultura está fuera de toda duda.

Otros retos son la investigación y el desarrollo de nuevas formas de cultivo, la domesticación de nuevas especies e innovadores tipos de pienso. El camino es largo y queda trabajo por hacer, empezando por concienciar al consumidor de que, cuando compra dorada o trucha de acuicultura en la pescadería está haciendo mucho más que eso: potencia las comunidades rurales y la creación de empleo en entornos desfavorecidos -40.000 puestos en España-, democratizar el consumo de alimentos de calidad a precios asequibles para todos los bolsillos y proteger el medio ambiente.

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Este contenido ha sido desarrollado por Content Factory, la unidad de contenidos de marca de Vocento, con Apromar. En su elaboración no ha intervenido la redacción de este medio.