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Acción social

Mi primera vez en un museo: así se encontró Sofía con Velázquez y El Greco

Como Sofía, recién llegada de Nicaragua a España, muchos son los que por primera vez se pueden poner frente a una obra de Velázquez o El Greco. El programa Marcos de Mira, de la Fundación Endesa y el Museo del Prado, acerca el arte a colectivos vulnerables para demostrar la importancia del acceso a la cultura y la igualdad de oportunidades

Prado Campos

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Como Sofía, recién llegada de Nicaragua a España, muchos son los que por primera vez se pueden poner frente a una obra de Velázquez o El Greco. El programa Marcos de Mira, de la Fundación Endesa y el Museo del Prado, acerca el arte a colectivos vulnerables para demostrar la importancia del acceso a la cultura y la igualdad de oportunidades

Prado Campos

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Pocas sensaciones son tan difíciles de describir como la primera vez que uno entra a un museo. ¿Qué se siente la primera vez que uno mira de frente a Las Meninas, de Velázquez? ¿O cuando los ojos descubren las formas fantasmales y los potentes colores de los cuadros de El Greco? ¿Y cómo responden los sentidos al pasear por una galería llena de obras de arte? Para responder a estas preguntas (o, mejor dicho, intentar poner palabras a esas sensaciones) podríamos hablar de un stendhalazo o recordar esas excursiones infantiles en las que muchos fuimos por primera vez a un museo. Sin embargo, no todos han tenido ese privilegio.

“Es la primera vez que vengo a un museo. Al entrar uno siente la fuerza, la imponencia, los colores y el peso de la historia y los sentimientos. Sientes cómo te duelen o te alegran o te hacen pensar”. Quien habla es Sofía Reyes Carballo, una nicaraguense de 20 años que lleva poco más de tres meses en España y que por primera vez ha cruzado las puertas del Museo del Prado gracias al programa Marcos de mira, puesto en marcha por la pinacoteca nacional y la Fundación Endesa para acercar el arte y la cultura a colectivos vulnerables como personas migrantes, con problemas de salud mental, sin hogar, en privación de libertad… “Ser una mujer trans en un país donde no tienes derechos… Uno vive con miedo de estar en su propio país”, asegura Sofía para explicar qué le llevó a hacer las maletas e irse de su país con un único billete de ida a Madrid. Allí, esta estudiante de tercero de Psicología, vivía con su abuela y su madre, que también terminó emigrando a Estados Unidos, pero, cuenta, la situación política, social y económica era insostenible. “Siempre intenté dar lo mejor, pero el país no daba para más”. Y mucho menos para el colectivo transexual. “Siempre hubo feminicidios. Ahora es mucho peor”, resume.

“Es la primera vez que vengo a un museo. Al entrar uno siente la fuerza, la imponencia, los colores y el peso de la historia y los sentimientos”

Sofía Reyes Carballo

Blanca Andrada-Vanderwilde, responsable de Cultura de la Fundación Endesa, recalca la importancia de este proyecto para “cumplir con nuestro objetivo de facilitar herramientas para el progreso en sociedad a aquellos que más lo necesitan. Colaborar con el Museo Nacional del Prado es un gran paso adelante en nuestro compromiso de impulsar la igualdad de oportunidades”. “El museo puede generar, sin darnos cuenta, una barrera invisible de acceso. Puede parecer que es un lugar para élites, para personas entendidas, formadas y con un cierto nivel socio-económico. Somos conscientes de que esa barrera invisible existe y de que es necesario derribarla, pero para hacerlo no basta con decir que el museo es un lugar para todos, sino que hay que poner en marcha acciones que acaben con ellas de una modo claro y consciente para que esa primera experiencia en el museo sea gratificante y satisfactoria, para que tenga aprendizajes y derribe estigmas. Para que, en definitiva, esa experiencia sea la primera de muchas”, explica de igual modo Santiago González, responsable del programa Prado Social.

Por eso, cuando Sofía entra por la puerta de los Jerónimos del Prado, junto a sus compañeros de la entidad social La Merced Migraciones, sus ojos se abren como platos. Atravesar la sala de las Musas o la galería central es algo así como un chute de estímulos. Y empieza a hablar de “colores vibrantes y apagados, de luz, de formas, de espectacularidad…” Es difícil que la vista abarque tantos estímulos. “Uno siente la importancia de los artistas, de las culturas y de la historia. Es impresionante. Es difícil digerir la cantidad y la calidad”, reflexiona mientras mueve su cautivadora melena negra. Ese es precisamente el objetivo de estas visitas-taller: demostrar que el acceso a la cultura es universal y que el museo no solo es un “transmisor de contenidos, sino también un receptor de esas miradas diversas que aportan nuevas capas de conocimiento e interpretaciones sobre los cuadros”, asegura Santiago González. Para ello, Marcos de mira se celebra durante dos sesiones por grupo y se divide en una primera parte de visita guiada para ver y analizar, siempre bajo una temática, obras de pintores como Velázquez, Rubens, Rembrandt, El Greco o Goya y un taller experimental posterior dirigido por artistas como Aitor Sarabia o Cynthia González donde se interpreta y representa lo visto en las salas.

APRENDIZAJE DE IDA Y VUELTA

“No sé quién era esta mujer, pero la luz deja clarísimo que ella es donde hay que poner la mirada”, asegura Sofía ante Judit en el banquete de Holofernes, de Rembrandt. El taller de este martes se centra en la luz y el color y, junto a sus compañeros, va desgranando lo que esconden las sombras, cómo la luz “cae desde arriba”, “el brillo le da en la nariz”, “el brillo resalta cada perla del collar”… Todos coinciden en que este cuadro representa a “una mujer empoderada de la antigüedad”.

Marcos de mira acerca la cultura a colectivos vulnerables como personas migrantes, con problemas de salud mental, sin hogar, en privación de libertad…

La siguiente parada es frente La Trinidad, Pentecostés y La Anunciación de El Greco. “Es como una novela de misterio”. “Lo considero muy extravagante”. “Dan miedo esas figuras fantasmales”, van diciendo todos los participantes del taller mientras la guía les explica la historia del pintor. “Es muy crudo y muy real”, afirma Sofía. La historia del pintor griego le llega absolutamente a la joven. “Soy también una persona migrante que he venido aquí a España, a un país desconocido, a cumplir mis sueños. Él llegó aquí sin hablar el idioma y con todas esas cosas que uno deja atrás, sin seguridad ni respaldo. Su sueño era pintar para el rey. Al final, no pudo pero acabó triunfando. Igual que cuando a cualquiera de nosotros hoy nos niegan los papeles, hay que seguir luchando. Se puede sentir la dificultad y la impaciencia, pero ver pinturas como las de El Greco te da también esperanza y sueños”, reflexiona.

Sabe bien de lo que habla porque Sofía llegó a Madrid con el dinero justo para pasar los primeros 15 días en hoteles. “El temor llega después: tienes miedo a quedarte en la calle, por estar en una situación irregular, por no tener a nadie, por cómo seguir tomando mi tratamiento de hormonas…”, relata mientras encaminamos nuestros pasos a echar un vistazo a Las Meninas, de Velázquez. Cáritas, Mujeres por África, Fundación Altius, La Merced Migraciones o los comedores sociales Luz Casanova han constituido esa red de apoyo fundamental en estos primeros meses que ahora, agrega Sofía, suma nuevos aliados. “El museo te da perspectiva, te da nuevas maneras de ver las cosas. Te inspiras en cómo hicieron los pintores como El Greco para buscar la manera”, dice.

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Son esas miradas, afirma Cynthia González, artista pionera del vídeoarte, referente del diseño audiovisual y lumínico y encargada de impartir el taller tras la visita, las más enriquecedoras de esta experiencia. “En los talleres intento que entiendan conceptos que les ayuden a poder ver mejor las obras de arte. A veces el arte parece una cosa exclusiva y elitista, no vas a un museo porque no lo entiendes. ¿Cómo que no? Claro que sí. Esto es historia y está al servicio de todos para que la veamos”, cuenta mientras les pide reinterpretar las obras de El Greco y Rembrandt en un mural en el que tienen que trabajar con el color y luz ultravioleta. “Es gente muy fresca. Aprendes muchísimo de su forma de mirar porque es muy limpia y no está nada mediatizada. Te enseñan cosas que nunca habías visto. Esto ratifica la idea de que todo el mundo puede ver una obra de arte y entenderla. Es patrimonio de todos”, añade la artista.

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De hecho, es patrimonio e inspiración, como deja claro Sofía. “Ser migrante y LGTBI solo puede indicar un nuevo renacer. Así como todos estos pintores, yo siento que estoy haciendo un renacer, un reinventarse”, agrega tras terminar la visita-taller. Quiere seguir soñando. Quizás acabar su carrera de Psicología, quizás buscar nuevos horizontes laborales. “Sin duda, visitar el museo te abre la mente y te da esperanza entre todo el caos que uno tiene como migrante”. Lo dice con la mirada brillante y una sonrisa en la cara. “Hoy me he sentido muy feliz. Me habéis hecho sentir como una Kardashian”, se despide tras pasar una tarde entre obras de arte y cámaras mientras su figura menuda se pierde por Madrid.