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Un proyecto con

INNOVACIÓN

Marcapasos, el compañero menguante de Juan y miles de corazones

Los marcapasos son cada vez más pequeños, inteligentes y fáciles de implantar. Pero, sobre todo, son cada vez más seguros.

Ana García Novo

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Como cada lunes, Juan abrió los ojos. Solo que esta vez, en lugar de observar el techo de su habitación, lo que se encontró fue la cara de preocupación de su mujer, que lo observaba. Juan estaba tendido en el suelo del pasillo de su apartamento de la playa, en Fuengirola, con una buena brecha en la frente. Acababa de perder el conocimiento durante unos segundos y se había golpeado contra un mueble al caer. Entonces, recordó que se había levantado de la cama porque tenía una sensación desagradable y que había tratado de ir al cuarto de baño para refrescarse.

“Desmayarse nunca es agradable y menos si, de paso, te golpeas la cabeza. Pero es que, en mi caso, era ya la tercera vez que me ocurría en unos meses. Como además tenía una brecha en la frente, decidimos ir al hospital a Urgencias”, explica Juan Villar, jubilado de 74 años. Entonces, Juan no sabía aún que lo que le ocurría era que se le había parado el corazón a causa de un bloqueo aurículo-ventricular. Es un problema grave que se puede controlar fácilmente con la ayuda de un aparatito que hoy llevan miles de españoles: el marcapasos. Un dispositivo que ha evolucionado enormemente en las últimas décadas.

Bloqueo aurículo-ventricular

es una interrupción parcial o completa de la transmisión de los impulsos procedentes de las aurículas a los ventrículos

Se trata de un trastorno del nódulo aurículo-ventricular -formado por las células cardiacas especializadas en la formación y la conducción de impulsos eléctricos cardiacos- y del sistema de conducción distal. Tal y como recoge la Fundación Española del Corazón, la implantación de un marcapasos para corregirlo depende de la gravedad de dicho trastorno y de los síntomas que presente el paciente. 

“Existen distintos tipos de marcapasos. Lo que consigue el que se implanta de manera más habitual es que el corazón lata al ritmo que nosotros le indiquemos”, explica el doctor Julián Pérez-Villacastín, director del Instituto Cardiovascular del Hospital Clínico San Carlos (Madrid). “Normalmente se implanta en personas que tienen un problema con la electricidad de su corazón. Este problema puede provocar que el corazón lata muy despacio o casi no lata, de manera que no bombea sangre. Si la sangre no llega a la cabeza, el paciente puede marearse o incluso perder el conocimiento. Y, si esto se perpetúa, puede incluso morirse”.

El bloqueo aurículo-ventricular que padece Juan es uno de esos problemas con la electricidad del corazón que pueden provocar la muerte súbita. “Cuando consulté con mi cardiólogo, me pidió que llevara una camiseta inteligente durante unos días para vigilar el funcionamiento de mi corazón. Fui a devolvérsela un viernes y, al poco rato, me llamó y me preguntó: ‘Juan, ¿cómo tienes el martes? Te lo digo porque tienes que venir al hospital, que te vamos a poner un marcapasos’. Y me explicó lo que me ocurría”.

Así que Juan acudió al hospital madrileño el martes, donde le implantaron un dispositivo de última generación. “No me imaginaba que la operación fuera a resultar tan sencilla. Estuve consciente en todo momento y, en unos tres cuartos de hora, ya habían terminado. Al día siguiente ya estaba en mi casa, con un bultito debajo de la clavícula izquierda. Y, al poco tiempo, ya estaba otra vez jugando al tenis con mi hijo y conduciendo tranquilamente de Madrid a Fuengirola, sin el miedo a que me pudiera desvanecer en cualquier momento”, explica.

Marcapasos más fiables

Esa confianza que siente Juan tiene mucho que ver con la gran fiabilidad que presentan los marcapasos actuales, una de las principales ventajas que destaca el Dr. Pérez-Villacastín de la evolución de estos aparatos. “Cuentan con unos dispositivos de seguridad tremendamente fiables. No solo no fallan los ordenadores, sino que la batería dura mucho tiempo y, si se está agotando, avisa con muchísima antelación”, destaca.

Dr. Julián Pérez-Villacastín, director del Instituto Cardiovascular del Hospital Clínico San Carlos (Madrid).

Pérez-Villacastín también coincide con Juan al destacar lo sencillo que resulta hoy en día colocar un marcapasos. En este punto, el doctor recuerda a su propio abuelo, que recibió en los años 60 uno de los primeros marcapasos que se implantaron en España. “Aquello era horrible. Era una operación que tenían que realizar cirujanos cardíacos porque había que abrir el tórax. Además, se producían rechazos porque el organismo no estaba preparado para soportar los metales con los que se fabricaban entonces los dispositivos. Hoy en día, cualquier cardiólogo puede implantar un marcapasos en menos de una hora. Un intervención que, si no se hace ambulatoriamente, la verdad es que le falta poco. Han evolucionado una barbaridad”, destaca.

Información continua… y a distancia

Otros grandes avances en estos dispositivos tienen que ver con su manejabilidad, la gran cantidad de información que aportan sobre el corazón del portador y su inteligencia. “Ya son lo suficientemente pequeños como para no molestar al paciente”, subraya el especialista. 

De hecho, en la actualidad existen incluso modelos de marcapasos que ni siquiera necesitan cables para funcionar. Se trata de cilindros diminutos que se insertan directamente en el interior del corazón y que tienen un tamaño diez veces menor al de uno convencional. Todo ello, teniendo en cuenta que el tamaño y el peso de un marcapasos convencional actual son aproximadamente un tercio de los que tenía el primero que se implantó en Suecia en 1958.

Marcapasos sin cables Micra de Medtronic.

“Además, los marcapasos cada vez se adaptan mejor al corazón de cada persona gracias a la enorme plasticidad de su programación. Muchas veces es el propio dispositivo el que busca por sí mismo qué le conviene más a esa persona. También aporta información muy valiosa de manera continua porque registra todo lo que ocurre dentro del corazón”.

Una información que el médico puede recibir a distancia, lo que permite incluso sustituir visitas de seguimiento presenciales por conexiones remotas. Esta es una ventaja que ya ha experimentado el propio Juan justo cuando más falta hacía, es decir, durante la pandemia. “En las consultas presenciales, me pasan un aparatito sobre el marcapasos, que tiene Bluetooth, y aparece toda la información en una pantalla. Sin embargo, el año pasado me llamaron de la consulta del cardiólogo para decirme que no me preocupara, que el propio aparato ya les estaba enviando toda la información que necesitaban y que estaba todo bien. ¡Y yo, sin moverme de casa! La verdad es que es una maravilla”, exclama.

Cada vez más marcapasos

Muchos septuagenarios como Juan llevan vidas muy activas. “Yo recuerdo a las personas que tenían setenta y pico años cuando yo era un niño y me parecían muy ancianos. Sin embargo, a mis 74 yo practico deporte con regularidad, me gusta nadar en el mar y me encanta conducir. Hago viajes de cientos de kilómetros con mi mujer a menudo y me gustaría seguir haciendo todo esto durante muchos años. La verdad es que el marcapasos, en este sentido, me ha dado mucha tranquilidad”, indica.

Precisamente la edad es una de las características más comunes de los candidatos a recibir un marcapasos y una de las razones por las que cada vez se implantan más. De hecho, en 2019 la tasa de implantación de estos dispositivos era de unas 864 unidades por millón de habitantes. Un indicador que suele aumentar cada año, en parte debido al aumento de la esperanza de vida.

“Pensemos en el corazón como en una casa. Tiene sus pisos, que son las aurículas y los ventrículos, sus puertas, que son las válvulas, sus tuberías, que son las coronarias y su sistema eléctrico. Con el paso del tiempo, los cables se estropean. De esta manera, las personas mayores suelen ser las que necesitan un marcapasos. De hecho, la edad media de los pacientes a quienes se implanta uno de ellos se encuentra cerca de los 80 años. Y, como cada vez vivimos más, hay más marcapasos implantados”, explica Pérez-Villacastín.

Los marcapasos se han convertido así en elementos clave para que muchas personas mayores puedan vivir en plenitud. “Las instrucciones de mi marcapasos ponen algo así como que en este aparatito puedo encontrar un amigo. Pues mira, sí, es cierto. ¿Tú sabes la tranquilidad que da saber que llevas un compañero que te va a espabilar el corazón si le da por pararse o que va a avisar si hace algo raro? Vivimos unos tiempos en los que la tecnología evoluciona muchísimo. Hay muchos avances tecnológicos y es una suerte vivir para poder disfrutarlos”, concluye Juan.

Así funciona un marcapasos

Marcapasos de triple cámara. Biotronic BIOTRONIK SE & Co. KG.

Un marcapasos es un dispositivo capaz de generar pequeños impulsos eléctricos que contraen el corazón cuando falla la estimulación fisiológica normal. Es decir, son aparatos que provocan un latido cuando es necesario. Esto es imprescindible para conseguir que el corazón de su portador lata al ritmo deseado y bombee la sangre de manera eficiente. La implantación de estos marcapasos comienza con una pequeña incisión bajo la clavícula.

“El tipo de marcapasos más habitual cuenta con un sensor que se implanta a través de un cable, que se mete por una vena y llega a una parte del corazón que es el ventrículo derecho. Ahí se deja ese cable, que tiene un sensor en la punta. Si es necesario, se pueden implantar más cables en otra parte del corazón”, explica Pérez-Villacastín. “A esto se le une un generador, que es un microordenador que va colocado bajo de la piel del hombro. A ese ordenador le indicamos que el marcapasos debe funcionar si detecta que la frecuencia cardiaca del portador, por ejemplo, baja de 60 latidos por minuto. En ese caso, suelta una pequeña chispa eléctrica y el corazón, como ocurre con cualquier otro músculo, se contrae al recibir esa electricidad”.