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Mejor conectados

La “universidad de la vida” que permitió a Amaya Valdemoro ser la mejor jugadora de baloncesto española

Ganadora de 3 anillos de la WNBA y participante de los Juegos Olímpicos de 2004 y 2008, la alero madrileña es defensora de los valores del deporte porque tiene la capacidad de enseñar a compartir, a empatizar aprendiendo, a ponerse en la piel de los demás e interiorizar el valor del sacrificio, de la constancia y, sobre todo, de la humildad. Descubre su historia en la plataforma #MejorConectados, con la que Telefónica anima a impulsar el potencial de las personas

J.M.Sánchez

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J.M.Sánchez

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Veinte años en la élite del baloncesto es una vida entera marcada por la dedicación exclusiva, el esfuerzo y el sacrificio. No es fácil conseguir la trayectoria de Amaya Valdemoro, considerada como la mejor jugadora española de baloncesto de la historia. Mucho ha llovido desde que con solo 13 años participara en sus primeros campeonatos nacionales. Llevaba solo cinco meses practicando este deporte y desconocía entonces el enorme palmarés que conseguiría. Pero gracias a ella y a otras muchas se abrió la puerta al deporte femenino en España.

"El deporte femenino desde que yo empecé ha cambiado muchísimo, pero sí es verdad que todavía si nos comparamos con los hombres queda mucho por recorrer", reconoce Valdemoro en #MejorConectados, la plataforma de contenidos de Telefónica. Se trata de un proyecto en el que se recogen historias increíbles de celebridades motivadoras como Ferran Adrià, Pedro Delgado, Rafa Nadal, Pablo Laso, María Zabala o Toni Nadal. La exjugadora, en ese sentido, reconoce la existencia de aspectos como la desigualdad en el deporte y los obstáculos que el deporte femenino todavía experimenta hoy en día. Algo que combate en la actualidad en muchas de sus actividades profesionales.

#MejorConectados quiere ser un lugar donde inspirarse, encontrarse, conectar para lograr cosas increíbles. Recoge relatos motivadores que te permiten, además de inspirarte, aprender con expertos como Pablo Laso, María Zabala o Toni Nadal e incluso hay un espacio para poder compartir tu historia personal.

Seis años como mejor jugadora europea

Antes de dedicarse al baloncesto probó también con el atletismo, deporte que adora, pero lo suyo fue la pelota y las canchas. Debutó, de hecho, en Primera División en 1992, con tan solo 15 años, en la Selección Absoluta en 1993, con 17, antes de dar el salto a la WNBA -liga de baloncesto profesional femenina en los Estados Unidos-, un sueño cumplido en 1997 recién cumplidos los 20 años. A lo largo de su carrera Amaya Valdemoro conquistó 3 anillos de la WNBA con los Houston Comets y participó en los Juegos Olímpicos de 2004 y 2008. Otro de sus éxitos ha sido ser la única jugadora en conseguir entrar en el Top 5 de mejor jugadora europea en 6 años consecutivos. Además de en España, ha vivido en Rusia y Turquía donde se ha dedicado al mundo del baloncesto hasta su retirada en 2013.

Durante sus años de actividad como la reina de este deporte, fue también un referente en los valores en el deporte y en cómo ayudan en el día a día, especialmente en el ámbito juvenil. De ahí que siempre haya tenido un acercamiento especial sobre las deportistas amateurs que vienen detrás. Al contrario de lo que una persona puede aprender en un colegio o en una universidad, para Valdemoro el deporte forma parte de lo que llama la “universidad de la vida”. Incluso a pesar de las lesiones, Valdemoro supo encontrar las fuerzas para reponerse y volver a competir, demostrando que la vida es sacrificio.

Tanto su padre como su madre siempre apoyaron su carrera y, además, le mantuvieron con los pies en el suelo, con la importancia que tienen los estudios. "Siempre me apoyaron a que siguiera entrenando, a que siguiera compitiendo, a llevarme a las 6 de la mañana a los entrenamientos en la piscina antes de ir a clase, a llevarme a las competiciones fuera donde fuera y haciendo muchos sacrificios para que yo pudiera hacer lo que me gustaba", reconoce.

Precisamente, para Valdemoro el deporte enseña a compartir, a empatizar aprendiendo a ponerse en la piel de los demás, el valor del sacrificio, de la constancia y de la humildad. Pero sobre todo el deporte enseña que, como en la vida, nada es fácil y que los obstáculos se superan con esfuerzo y perseverancia. Nada hubiera sido igual en su vida sin el apoyo de sus padres, quienes nunca entendieron el deporte como algo antagónico a sus estudios, sino como un complemento que aporta valor y aprendizaje.