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Productores Sostenibles

El milagro del campo gallego: la fruta dorada que llegó por casualidad

El Mirabel Do Rosal es un cultivo que solo brota una vez al año en el Valle de O Rosal (Pontevedra). Allí, Salvador ha conseguido cultivar y comercializar esta fruta de manera sostenible

Eva Prieto

ElMirabelDo Rosal

Valle de O Rosal (Pontevedra) GALICIA

Allí donde el Atlántico recibe al Miño y la naturaleza se expresa de mil formas diferentes descubrimos el Valle de O Rosal (Pontevedra), uno de los lugares más recónditos de la costa gallega. Este rincón de Galicia le debe su paisaje y personalidad a la armoniosa combinación de intensos verdes, la envolvente bruma que sube por la ría y las tierras fértiles que producen algunos de los vinos gallegos más afamados del mundo. Y es precisamente en este bellísimo trozo de territorio donde encontramos un singular cultivo que solo brota una vez al año y que llegó a la zona de manera fortuita, el Mirabel Do Rosal.

Es una fruta muy sabrosa que suele aparecer a mediados de julio hasta mediados de agosto❞

subraya Salvador

De la Selva Negra a Pontevedra

Natural de una pequeña aldea de Soria, el maestro José Sánchez García se mudó a O Rosal para dar clase en la escuela del pueblo. Allí, además de impartir teoría, se esforzaba por enseñar a sus alumnos su pasión por el campo y la agricultura. En 1936, José recibió la visita de un amigo que le obsequió con un mirabeleiro, un árbol procedente de la Selva Negra alemana que, de manera azarosa, halló en estas tierras las condiciones perfectas para reproducirse. Así, el maestro se convirtió en el impulsor de un milagro agrícola hasta entonces desconocido en España.

«Parece una ciruela, pero no lo es. Es amarilla con pintas rojizas, tiene carnosidad de cereza y su sabor es una mezcla entre melocotón y albaricoque», explica Salvador Martínez, responsable de la empresa Froitas do Rosal. Salvador es uno de los 33 vecinos de O Rosal que en el año 2004 decidieron formar una cooperativa para cultivar y comercializar esta fruta por primera vez en nuestro país. «En esta zona todo el mundo tiene árboles de mirabel en sus casas. Sería muy raro encontrar una casa que no. Es una fruta muy sabrosa que suele aparecer a mediados de julio hasta mediados de agosto y se acaba tan rápido como aparece».

Entre todos los vecinos reunieron unas veinte hectáreas de terreno en las cuales decidieron apostar por un cultivo sostenible. Salvador, que es ingeniero técnico agrícola, tenía claro que no se podía hacer de otra forma. «Estamos en una zona en la que durante muchos años se ha abusado de los productos químicos de síntesis y en aquel momento ya se notaban las consecuencias de lo que implican ese tipo de prácticas. La gente nos decía que estábamos locos por querer lanzar un proyecto sostenible, pero queríamos recuperar el paisaje y, sobre todo, queríamos demostrar que se puede producir fruta de alta calidad sin necesidad de químicos». A pesar de que en aquel momento muy poca gente creía en ello, los vecinos de la cooperativa iniciaron un modelo de producción respetuoso con el medio ambiente.

Así, con la ilusión de una nueva aventura y el desafío de dar a conocer aquel tesoro que había llegado al pueblo 68 años antes, empezaron a cultivar los mirabeles sin advertir lo que se les venía encima. «La producción funcionaba muy bien. Teníamos un buen producto y en el año 2009 nuestros mirabeles empezaron a aparecer en los supermercados. Pero poco a poco fuimos descubriendo las dificultades de comercializar una fruta que sólo conocíamos nosotros». Tuvieron que enfrentarse a los problemas que suponen los costes de explotación de una superficie, el tiempo de espera para alcanzar la madurez de la producción, la implantación de un producto nuevo y desconocido… El mercado es muy competitivo y ellos no tenían el músculo necesario.

"La gente nos decía que estábamos locos por querer lanzar un proyecto sostenible"

En 2013, y tras casi una década luchando, los socios de la cooperativa deciden que la empresa no es rentable y de los 33 vecinos, sólo 2 deciden seguir adelante. «La crisis económica nos lo puso muy difícil y finalmente nos quedamos mi compañero José Manuel Domínguez, que es el rosaleiro y principal agricultor, y yo», recuerda Salvador. Desde entonces los dos socios gestionan la explotación que consta de 3.500 árboles en un terreno que ocupa entre 7 y 8 hectáreas. Ambos continuaron con la venta del producto en fresco durante su temporada, pero decidieron dar un paso más y crear nuevas opciones que les permitieran comercializar la fruta durante todo el año como su deliciosa mermelada, el mirabel en almíbar o su propia cerveza bajo la marca Alén do Val con certificación ecológica.

Para comercializar sus productos trabajan con empresas de la zona, las cuales elaboran los productos en conserva y hacen el envasado. Todo queda en casa. En todo momento, Salvador habla con gran ilusión de un proyecto que inició hace diecisiete años y que le ha dado algún que otro quebradero de cabeza. «Sé que si trabajara por cuenta ajena tendría menos problemas, pero tener una producción de estas características que respeta al ecosistema es una satisfacción inexplicable», dice orgulloso. No es para menos. Sus mirabeles se han ganado a pulso cada pequeño logro.

«Una producción de estas características está sujeta a muchos factores como el clima, una buena poda, la aparición de la fruta, la cantidad de recogida… Y encima te lo juegas todo en un momento muy concreto. Por ejemplo, un año gran parte de la mercancía se quedó sin vender porque era agosto y el jefe de compras de una cadena de supermercados estaba de vacaciones», comenta.

La venta de mirabeles ha ido aumentando año tras año, principalmente en los supermercados gallegos, y también han llegado a conquistar grandes superficies, pero Salvador reconoce que todavía queda mucho por hacer y no es sencillo lidiar con el problema de su desconocimiento. «Vamos ganando demanda y cuota de mercado, pero la supervivencia de la explotación es complicada. Seguiremos trabajando y peleando».

Un modelo reconocido

Por eso, «el premio de BBVA nos ha hecho una ilusión tremenda y es emocionante saber que nuestros productos estarán en las cestas de los hermanos Roca. Es un balón de oxígeno, un reconocimiento a tantísimo trabajo y, además, en Galicia esto ha tenido una repercusión mediática muy grande. Seguro que nos va a ayudar».

Pero Salvador se para a pensar y sus ojos se humedecen. «Nosotros somos dos familias normales y no tenemos recursos económicos, aunque nos buscamos la vida. Para sacar un proyecto así hay que llevarlo en la sangre. A veces tienes a la familia en contra porque son muchas horas, muchos recursos…». No puede terminar la frase porque la emoción le embarga.

Presente y futuro

Son casi veinte años peleando, pero sus mirabeles tienen todavía mucho camino que recorrer y Salvador lo tiene claro. Su producto es el presente y el futuro de una zona que en su día acogió a esta fruta dorada y que más de medio siglo después se ha convertido en su principal reclamo. Un auténtico capricho de la naturaleza.

Créditos

Redacción: Eva Prieto

Coordinación: Cecilia Marín

Diseño UI y Dirección de Arte: Alessandro Marra

Maquetación: Saúl Fernández

Producción Vídeo: Delia Blesa

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PRODUCTORES SOSTENIBLES

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