Vinos de altura: ¿cómo afecta la situación del viñedo a la personalidad del vino?
Los vinos de altura son tendencia, pero Celeste Crianza nos demuestra que no es solo una cuestión de metros: con él paladeamos el sabor de las estrellas

Cada vez es más habitual escuchar a los especialistas del sector asegurar que “el vino se hace en el viñedo”. Aun siendo cierto, esa afirmación no busca en ningún caso restar importancia a los procesos y labores que se llevan a cabo en la bodega, sino explicar que velar por la calidad de las uvas con las que se elabora el vino también es determinante en la calidad de este. Y, en este sentido, no solo resulta necesaria la experimentada labor del enólogo a la hora de decidir cómo cuidar y recolectar la uva; la calidad de la fruta también depende -y mucho- del lugar en el que ha madurado, que debe elegirse con mucho cuidado atendiendo a un factor clave: el clima de la zona.
Y al hablar del clima de unos viñedos, surge otra cuestión fundamental: cómo la altura influye en la temperatura. Cada 100 metros que se gana en altura sobre el nivel del mar se reduce la temperatura media en aproximadamente 0,6º, y una uva expuesta a menos temperatura ofrecerá un vino de características diferentes. Pero no es solo cuestión de menos grados: a mayor altitud se da una mayor diferencia térmica entre las estaciones del año, lo que facilita un adecuado ciclo anual de la vid. Además, una marcada diferencia entre las temperaturas diurnas y nocturnas acentúa la acumulación de aromas y la retención de acidez en las bayas.

Por todas estas razones -y sobre todo, por la calidad que encontramos en la copa-, los vinos de altura se han convertido en una tendencia cada vez más relevante. Cuentan con unas características y un paisaje diferente del entorno habitual de su denominación de origen, lo que hace que sean vinos también distintos; más vivos y con mayor acidez. Aunque en algunos casos no se trata solo de la altura del viñedo, sino de algo más arriba…
Los vinos de altura se han convertido en una tendencia cada vez más relevante
Y es que a veces se pasa por alto que cuando un vino nace en tan altas cotas, además de la situación, el clima o las características de la tierra, juega a su favor una relación muy particular: la que se establece con las estrellas al abrigo de la noche. Eso es lo que podemos paladear, por ejemplo, en cada sorbo de Celeste Crianza, un vino singular que nace de los viñedos de la bodega Pago del Cielo, en la comarca vallisoletana del Campo de Peñafiel, concretamente, en Fompedraza, un lugar donde las viñas y el cielo estrellado establecen una conexión mágica.

En las noches frescas de Ribera de Duero, al amparo de la bóveda celeste, las vides encuentran sosiego, recuperándose del agobiante calor diurno y concentrado los aromas y el sabor de sus uvas. En los viñedos más elevados, cerca de las estrellas, es donde la uva tempranillo despliega sus mejores virtudes, y es justamente a 900 metros sobre el nivel del mar, en las cotas más altas de la D.O. Ribera del Duero, donde cobra vida la viña de Pago del Cielo. De ella nace ese tinto generoso en expresión frutal, con cuerpo voluminoso y firme estructura, que es Celeste Crianza.
Expresivo y elegante, suave en el paladar, se trata de un vino ideal para acompañar distintas propuestas gastronómicas, desde carnes a la brasa a quesos maduros o cordero asado. Pero de igual modo se muestra versátil y muy agradable sencillamente para acompañarnos con un buen libro o durante una velada entre amigos.
Si dicen que los mejores vinos son un fiel reflejo del lugar del que proceden, no cabe duda de que Celeste Crianza evoca la misma frescura, emoción e intensidad que una noche bajo un cielo cuajado de estrellas.
