El castillo que da vida a toda una comarca
Reyes, nobles y estrellas como Frank Sinatra, Graham Green o Rafael Alberti se han alojado en el Parador de Oropesa, ubicado en un pequeño municipio de Toledo. La mayoría de los que trabajan en este imponente castillo son de la zona. Un ejemplo del turismo sostenible que practica Paradores en muchos entornos rurales


Han pasado 43 años desde ese primer día en el que, con 16, José Manuel Rodríguez traspasó el pasadizo que da acceso al Parador de Oropesa para empezar a trabajar en él. Todavía hoy muchos llaman el túnel del tiempo a esos escasos veinte pasos que suponen un viaje a una fortaleza árabe de los siglos XII y XIII y al palacio condal que construyeron allí los Álvarez de Toledo en el siglo XV. El Parador se instaló en ese palacio en 1930 y hoy permanece, imponente, dominando las vistas de la Sierra de Gredos y el Campo Arañuelo.
La memoria, también imponente, de Rodríguez relata la lista de huéspedes ilustres que han dormido en alguna de sus habitaciones. Desde la realeza española y europea hasta Frank Sinatra –garantiza que fue el responsable de que llegara la Coca-Cola y el tabaco rubio a la comarca durante el rodaje de Orgullo y pasión, de Stanley Kramer-, Jorge Mistral -“el Brad Pitt de la época”- o, más recientemente, los protagonistas de series como Isabel o La catedral del mar. “Yo he tenido la suerte de conocer a Graham Greene y de charlar con Rafael Alberti”, destaca.
Rodríguez es uno de los 37 empleados, de los 43 que tiene el Parador, nacidos en Oropesa, Lagartera y otras localidades de la comarca. Padres e hijos, tíos y sobrinos, hermanos y más de una docena de matrimonios se han fraguado en esos muros. En Paradores es muy frecuente encontrar sagas familiares completas, quizá por eso los comedores de empleados se llaman “comedores de familia”. Pero la gran cantidad de vínculos se dan en el de Oropesa lo convierten, según su director, Álvaro Ramos, en “un caso peculiar, posiblemente motivado porque fue el primer Parador construido en un edificio histórico. Eso hace que tenga una conexión muy especial con el pueblo”.
No es para menos en una localidad con poco más de 2.600 habitantes históricamente dedicada a la actividad agropecuaria. Un municipio típico de la España rural cada vez más despoblada que tiene al Parador como motor de economía y de empleo. “Los habitantes del pueblo siempre han considerado trabajar en el Parador como una oportunidad de empleo extraordinaria”, explica el director del Parador. En los 96 Paradores que forman parte de esta empresa pública trabajan 4.569 personas (el 57% mujeres y el 43% hombres), el 70% con contrato fijo. El año pasado, medio millón de clientes se alojaron en algún parador de la red. El de Oropesa recibe a más de 16.000 huéspedes y alrededor de 35.000 comensales anuales.
"Nuestra prioridad siempre son los productos Km. 0 que fomenten la economía de la zona, solo así podemos ofrecer platos únicos"
Raúl Gutiérrez
Los negocios florecen en Oropesa y su comarca al calor del Parador. La plaza está llena de bares y restaurantes. Una pequeña tienda junto a la recepción da a conocer la cerámica de El Puente del Arzobispo y de Talavera de la Reina y los bordados de Lagartera. Las carnicerías de la localidad venden a los turistas las chacinas que han descubierto en el restaurante del Parador que, como todos los de la red pública, se centra en la gastronomía local. Lo mismo ocurre con los míticos mazapanes toledanos. La sostenibilidad y la economía circular, antes de que se llamasen así y coparan titulares, ya eran máximas de la red de Paradores, que tiene en los productos de kilómetro cero la mejor carta de presentación de la Marca España.
“Dudo mucho de que hubiera dos panaderías en Oropesa si no fuera por nosotros o que el nivel de queserías de la zona fuera el que es. El Parador fomenta el empleo indirecto en fruterías, carnicerías, pero también en ferretería o fontanería. Todos los servicios de mantenimiento los hace la población local e incluso ha abierto las puertas a que se instalen empresas más grandes, como la lavandería, que nos da servicio a nosotros y a los paradores de Ávila, Gredos, Trujillo, Cáceres o Plasencia. Si faltásemos, se apagaría muchísimo Oropesa”, resume Ramos.

Raúl Gutiérrez es el jefe de cocina del Parador de Oropesa
La gran familia de Oropesa
Belén Cepeda lo confirma. Empezó a trabajar en el Parador hace 41 años, nada más acabar BUP. Es la segunda jefa de comedor, su hermana es la gobernanta y su hija es ayudante de camarera. “El Parador lo es todo para el pueblo porque ha dado y está dando muchos puestos de trabajo y es un edificio en torno al que se construye todo: empleo, turismo, ambiente, fiestas… vida”. Quizá el hecho de que muchos empleados son familia se traduce en una cercanía en el trato que se traslada a los clientes. Algo que subraya su director: “Lo que marca la diferencia es la amabilidad de la gente de Oropesa. Están acostumbrados a recibir turismo y saben de su importancia”. Un calor y un mimo que enorgullece a todo el personal.
José Manuel Gutiérrez rememora cómo el Parador convivió en el mismo espacio con un coso taurino, un teatro, una escuela infantil e incluso el cuartel de la Guardia Civil. En 1930 el Ayuntamiento, su propietario entonces, cede una parte del edificio para abrir un Parador que ese año factura 540 pesetas. No era rentable, pero España necesitaba una red hotelera de primer nivel para fomentar el turismo. En esta zona, concretamente, el turismo cinegético. Tanto en el primer Parador, que abrió sus puertas en 1928 en Gredos, como en este cercano de Oropesa la caza ha sido clave para su éxito. Su Salón de los Cazadores debe su nombre a las cenas que protagonizaba don Juan de Borbón tras las cacerías.
“El Parador lo es todo para el pueblo porque ha dado y está dando muchos puestos de trabajo y es un edificio en torno al que se construye todo: empleo, turismo, ambiente, fiestas… vida”
El boom turístico de los años sesenta lo convierte en lugar de referencia para los cazadores, muchos de la realeza, la nobleza y la sociedad intelectual europea. “Nos aportaron la cocina internacional. En los sesenta nosotros ya explotábamos el foie o el caviar”, afirma Gutiérrez. La oferta gastronómica es uno de los puntos fuertes de Paradores y supone la mitad de la facturación de la red. “Nuestra prioridad siempre son los productos kilómetro cero y de calidad que nos permiten ofrecer platos únicos y excepcionales: desde embutidos de caza hasta quesos de oveja y cabra, leche fresca de oveja o verduras y frutas de verdad. Prefiero esos productos del pueblo por ese mimo que sabes que le ponen los productores locales”, explica su jefe de cocina, Raúl Gutiérrez. No en vano, el Parador de Oropesa ostenta otro honor en su larga historia: ser uno de los que más jefes de cocina ha aportado a la red de paradores.
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Caza y cuchara, las mejores recetas contra el frío

Más que una tradición, la caza es una de las esencias esta zona entre las provincias de Toledo, Ávila y Cáceres. Ciervo, jabalí, corzo, codorniz o perdiz son algunos de los platos estrella de su gastronomía, ideales para hacer frente al frío. El jefe de Cocina del Parador de Oropesa, Raúl Gutiérrez, lo sabe bien. Este joven cocinero de 27 años se encarga de los fogones del Parador desde hace año y medio. Su objetivo: el respeto a la tradición de la gastronomía castellana y las mejores materias primas de proximidad. “Ofrecemos los guisos de siempre, los productos de caza mayor y menor, los escabeches… Desde cremas con setas a ragout de ciervo. Perdiz estofada, uno de los platos más emblemáticos de la zona, duelos y quebrantos con picadillo de jabalí o solomillo de ternera al estilo de Virrey, un clásico de nuestra carta”.
La caza requiere una elaboración más cuidada que otro tipo de cocina. “Es una carne que necesita un mimo especial. Por eso, es fundamental tener el mejor producto de la mejor zona y la mejor forma de elaboración”. En la carta del Parador de Oropesa no falta el recetario tradicional, pero tampoco creaciones actualizadas ya sea en platos más ligeros o en nuevas presentaciones como el costillar de jabalí glaseado al horno, el tartar de corzo marinado u otras que buscan “trasladar el aroma del monte al plato”. La caza también dominará durante el mes de diciembre la carta del Parador de Alcalá de Henares (Madrid) y recetas tradicionales como las de perdiz o el morteruelo se repiten en los paradores de Alarcón (Cuenca) o Cuenca.

Y a escasos kilómetros de Oropesa, en el Parador de Gredos, se impone la cuchara con las judías del Barco con matanza, mientras que en el de Puebla de Sanabria se hace fuerte la tradicional sopa rodadera zamorana. Pero si hablamos de platos para entrar en calor, el cocido es uno de los reyes de Paradores. Hasta mayo en el Parador de Chinchón se puede degustar su delicioso cocido de taba, el antecedente del cocido madrileño que ha recuperado la red de Paradores y que se sirve -desde los antesdeboda (los aperitivos) hasta la sopa con hierbabuena y la olla de garbanzos, verdura y carne e incluso cangrejos de río- en vajillas y platos de barro realizados por alfareros de Talavera de la Reina. Aroma puramente tradicional como los que también exhalan los cocidos que ofrecen los paradores de Alcalá de Henares y Almagro (Ciudad Real). Puro deleite para los sentidos.