Borrar
Vea la portada de CANARIAS7 de este domingo 7 de diciembre de 2025
Pablo Socorro reparte alimentos entre las personas que estaban en la plaza de La Feria. cober

La tarde que retrató una indecencia

Una corriente de indignación flotó durante toda la tarde frente a la Delegación del Gobierno, una escena que retrató la cobardía política

Miércoles, 18 de noviembre 2020, 06:20

Comenta

Fueron apenas un puñado de horas. Pero muy intensas. Y muy desagradables. Y también, por qué no, reconfortantes. El momento que mejor describe la noche fue el que se produjo a las 21.34 horas, cuando el nuevo traslado de los migrantes abandonados en la plaza de La Feria al sur de Gran Canaria dejó de ser un rumor y se materializó con la llegada de una larga y amarilla guagua, que en el escenario de la infamia se cruzó un aplauso vibrante acompañado por el cántico de «ninguna persona es ilegal» que les despedía.

La tarde retrató la infame gestión política de la crisis migratoria que se ha multiplicado en los últimos meses. Frente a la Delegación del Gobierno en Canarias corrió durante las horas que duró el suceso un aire de indignación que retrató la cobardía política que define este momento. Por allí no apareció ningún político con posibilidades de resolver la situación.

Fueron los periodistas los que empezaron a movilizar una especie de reacción. Los móviles de los informadores eran utilizados por los migrantes para contactar con las personas de su entorno que se encuentran en su país. De manera frenética, a los teléfonos de los medios llegaban llamadas devueltas que traían consigo la petición de ayuda. Alguna recibió en su cuenta un Bizum para que le diera dinero a alguno de los chicos, todos insultantemente jóvenes, que en aquellos momentos estaban amenazados con cambiar la intemperie del sur de la isla por la de la capital.

Luego, poco a poco, mientras ningún político salía de la madriguera, fueron apareciendo jóvenes ciudadanos que pusieron en marcha una atmósfera de ayuda. Primero agua y galletas para unas personas que aseguraban que llevaban más de diez días en Arguineguín, con una sola comida al día y sin ninguna ducha. Algo que era fácilmente comprobable. Luego se fueron añadiendo colaboradores, cajas de leche, bocadillos y el famoso traslado.

Uno de los migrantes no puede contener la emoción y rompe a llorar. COBER

La plaza se fue llenando de historias. Muchos de los jóvenes que fueron traídos hasta la ciudad para visibilizar todavía más la delicada situación del pueblo costero se habían dispersado por la ciudad, casi una centena. Los otros buscaban con la mirada quien les podía dejar un teléfono para localizar a sus contactos. «Necesitó hacerle llegar dinero para que venga hasta Almería», se escuchaba en un manos libres.

Algunos se mostraban tranquilos, sentados en los bancos del parque como con una triste asunción de su realidad, diluida progresivamente su intención de alcanzar una vida mejor. Otros rompían a llorar a corazón abierto, conmocionados por la rápida reacción ciudadana, impecable y elegante, que no daba crédito a la situación.

Y es que la pregunta más repetida a lo largo de la tarde era si de verdad nadie iba a asumir responsabilidades e iban a permitir que más de 200 personas durmieran como perros tirados en la calle. Esa indignación fue progresiva, como el caminar de un reloj atómico durante toda la tarde. Hasta que llegó la salva de aplausos que indicaba que a la situación se le ponía otro parche.

Mientras eso se aclaraba no se escuchó un mal gesto. Ni una mala palabra.Sin política ni protocolos. La ciudadanía dio un paso adelante y consiguió que durante esas horas de una tarde que permanecerá en la crónica de los desastres del archipiélago la anormal presencia de 200 jóvenes, casi todos marroquíes, abandonados en el corazón de la ciudad fuera lo mejor posible.

Los migrantes pedían teléfonos para poder contactar y pedir ayuda. cober

El orden de Marine y el liderazgo de Zacarías.

Cada historia cuenta y todos los detalles fueron importantes. Pero entre todas ellas merece la pena destacar dos, las de Marine Discazeaux y la de Zacarías. Una por el temple, otro por el liderazgo. Ambos desde una ventana distinta del drama, los dos relevantes para que la tarde no fuera más allá en su atmósfera de tragedia.

Discazeaux, actriz y colaboradora de Cruz Roja, esperó a los migrantes a pie de guagua. Nadie la había llamado pero no pudo evitar acercarse a la plaza y utilizar su francés natal para comunicarse con ellos, establecer los contactos con las personas a las que querían llamar, y hasta coordinar la logística del reparto de alimentos. Su presencia en primera línea contrastó con ese fracaso político en el que nadie dio la cara ni acudió a comprobar sobre el terreno cómo estaban las cosas.Nadie de la Delegación, faltaría más, nadie del Gobierno de Canarias. Y del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, con una situación tan compleja en el corazón de la ciudad, solo apareció la edil de Nueva Canarias María del Carmen Reyes casi a la misma hora que la guagua que los devolvía al sur, y antes los concejales de la oposición Pepa Luzardo, Ángel Sabroso (PP) y Lidia Cáceres (C's).

Entre los migrantes era magnético Zacarías. 25 años en un cuerpo y un rostro de 15. «Vine buscando trabajo y oportunidades», señalaba cuando ofreció unas declaraciones para los medios de comunicación. El centenar de jóvenes que se quedó en la plaza seguía sus pasos; cuando llegó la comida y la ansiedad les pudo ordenó paciencia y todos lo acataron. Un joven obligado a madurar y que seguramente nunca dibujó en sus planes de una vida mejor verse abandonado en el centro de una ciudad por unos políticos grises.

Esta funcionalidad es exclusiva para registrados.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

canarias7 La tarde que retrató una indecencia