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Blanca E. oliver / telde
Jueves, 1 de enero 1970
Una tarde, Luis llamó por teléfono a uno de sus mejores amigos del grupo Los Gofiones.
- Anímate. Vamos a tomar unos vinos.
- No... Estoy cansado.
Fue la última vez que habló con Perico, que fallecía pocos días más tarde.
Hoy, tres meses después, aún no lo ha asimilado. «Él nos fue preparando, no sé si consciente o inconscientemente, para cuando faltara. Pero no terminamos de hacernos a la idea de que se fue».
Luis Melini tiene una carpeta con más de 500 fotografías que tomó a su amigo y tuvo que seleccionar un centenar para la exposición Recordando a Perico Lino, que se inauguró ayer, en la Ermita de San Pedro Mártir, donde permanecerá hasta el día 30.
La tarea no fue sencilla, porque eran muchas vivencias. Pero, entre todas las instantáneas, supo que no podía faltar la que muestra a Perico leyendo el periódico junto a Tomás Orihuela, también fallecido. «Todos los jueves del último año y medio, los tres nos reuníamos para tomar unas tapas con unos vinos y charlar». De aquellas conversaciones rememora a un Perico excepcional, humano, discreto... «Era tan caballero que nunca habló mal de alguien y si tenía motivos para hacerlo, se los callaba. Así era él, un ejemplo a seguir».
También eligió varios primeros planos que captan su alegría. «A veces, le decía algún disparate para que se riera a carcajadas, para poder fotografiar esa risa jovial, tan sana, tan suya». Y no dejó atrás fotografías que dan fe de su entrega a su guitarra, «que era con lo que se expresaba».
Imágenes con su mujer, con su hermano, con sus amigos y con otras personalidades completan la exposición. «La del día que coincidió en Teror con Yayo, el capitán de la UD Las Palmas en su primer ascenso; o una especialmente representativa, junto a Elfidio Alonso, el director de Los Sabandeños, con quien le unía un gran cariño y respeto».
Por su parte, Jesús Santana, gofión, director de la Escuela de Folclore de Telde y comisario de la muestra, lo tiene muy claro: «Perico hizo lo que quiso y cuando quiso. Supo vivir».
Así describe a su amigo. «Nunca tenía una mala palabra. Era dulcero y de cuchara. Le gustaba el queque de mi suegra, las garbanzadas que yo hacía y el potaje de berros con gofio y queso majorero. ¡Tenía un saque que te cambas!”, dice entre risas. «Era serio y correcto, pero se reía mucho, aunque no era de bromas. Me saludaba con un ¿Qué pasa, machango? y coleccionaba amistades, porque todo el mundo le quería».
«Se lo llevó puesto». La exposición se nutre además con la guitarra, el cachorro, el fajín, un retrato y algunas de las menciones que recibió Perico Lino. Varios objetos personales que han sido cedidos por su familia.
«Me pareció lo más significativo para describir a alguien que era un hombre bueno, honesto, amigo de sus amigos y un gran padre. Le echo mucho de menos», afirma su hijo Héctor. «Fuera de sentimentalismos, era una persona amable pero con su carácter y si algo no le cuadraba, se enfadaba. Tenía su personalidad, aunque si veía que no había entendimiento, frenaba y dejaba la discusión en tablas».
La música era su pasión y Los Gofiones le daba vida. «Incluso de mayor, se apuntaba a un bombardeo. Se lo pasaba bomba y se lo llevó puesto. Lo disfrutó».
Se le caía la baba con sus nietos y nunca llevó la música a casa. «Pocas veces le vi tocar la guitarra. Nunca faltó de casa por la música, por eso nos ha dejado un vacío imposible de llenar».
Presencia. La alcaldesa inauguró la muestra, en un acto en el que Heriberto Cerpa, antiguo gofión; Pepe Afonso, miembro del grupo; y Tanausú Socorro, de la agrupación Entre Amigos, cantaron unas malagueñas. Después, al son de Gran Canaria, un póster de Perico Lino cubrió la pared de la ermita.
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