Pepito López, la vida detrás del rostro de Los Labradores
A sus casi 93 años, es el agricultor en activo de más edad en el pueblo de Santa Lucía | Protagoniza el cartel de la romería
Le falla un poco el oído y poco más, y eso que está a dos meses de cumplir 93 años, como se encarga de recalcar José López Ramírez, al que todos en el pueblo conocen por Pepito, el vecino que este año protagoniza el cartel de la Romería de los Labradores, en Santa Lucía de Tirajana. Es la última romería del año en Gran Canaria y se celebrará este próximo domingo 17 de diciembre, como colofón a las fiestas patronales de Santa Lucía.
Luce Pepito un rostro muy curtido, en blanco y negro, el reflejo de una vida de trabajo y sacrificios de quien, entre muchas cosas, fue panadero y transportista. Sus manos, grandes y ásperas, también ayudaron a levantar la presa de Tirajana, más conocida fuera del pueblo como La Sorrueda, una singular infraestructura hidráulica que antes que fondo para selfis y postales contribuyó a dar de comer a media comarca.
Pepito hizo un alto en sus tareas diarias en la finca familiar de Rosiana, en la parte alta de este municipio del sureste, donde pasa sus mañanas. «Me meto a coger la fruta y ando todo eso, lo que tengo que tener cuidado de no caerme. Hago cosas que ellas no quieren, que ellas me prohíben. De allí para abajo...». Y señala a una zona de la parcela, algo más intrincada, como el niño travieso que se jacta de salirse al final con la suya. Acto seguido lanza dos patadas al aire. Con energía. Es su manera de demostrar que está como un roble.
Ellas son sus hijas. Tiene tres y un varón, y los cuatro saben que hay una cosa que no le puede faltar a Pepito pese a que solo le queden 7 años para llegar a los 100. Un rato de sacho y tierra en la finca que fue una herencia de su mujer, Gloria González Martín, fallecida hace más de 30 años. «Vengo todos los días. Le echo un puñao a las cabras, le doy de comer a los perros, cojo alguna naranja, lo que sea». Si no, ¿se aburre? «No, yo aquí no me aburro. Sentado en la casa sí. Aquí estoy tranquilo, salvo los perros, que me dan un poco la lata, pero aquí no tengo cuenta».
«Está siempre corre que te corre», advierte su hija Gloria. «No para». No se levanta muy temprano (ni falta que le hace), pero el hombre se echa a la calle antes incluso de desayunar. Se da una vuelta por El Parralillo, una zona de Santa Lucía pueblo. Su rutina diaria en la finca empieza sobre las 11.30, donde se la pasa «trasteando» hasta las dos de la tarde, cuando su hijo, que reparte pan por el pueblo, se pasa por la parcela y lo lleva otra vez a su casa.
Trabajo de sol a sol
«A mí me tienen que parar», suelta, entre irónico y desafiante. «¿Ves esos riscos? -señala a la montaña- Yo los andaba para buscar leña con mi madre para calentar». Eran siete hermanos. Mejor dicho, son, porque todos siguen vivos y Pepito es el mayor. A la vista está que a la buena genética se le une una vida hecha para y por el trabajo. «He trabajado de panadero, en la presa, yendo en coches de hora a repartir pan al sur, y después más tarde en uno que compramos nosotros». Pepito y sus hermanos llevaban en el pueblo la panadería de los López o los Alvarado, ya cerrada. Trabajaba de noche, en el horno, y luego también de día. Condujo guaguas escolares y hasta de turistas, pero en estas no duró mucho porque «el jefe era un penco». ¿Ha pasado mucho sacrificio? «Sí, pero bueno; había que hacerlo, y mis hermanos también; es lo que había», concluye estoico.
«Almuerza como una persona de 40 años, te almuerza de todo, no tiene ningún tipo de tratamiento para nada; no tiene nada, bueno, lo único es que ya no oye bien», apostilla Gloria. Siesta, otra vuelta por el pueblo, partida de dominó con los amigos en la calle y vuelta a la casa. Ese es el día a día de la persona que este año prestó su imagen para una de las romerías más populares y auténticas de la isla. «Todos los años eligen a una persona labradora que esté en activo y este año se acordaron de él. Tan mayor y en activo no hay ninguno», aclara su hija Gloria.
«Ahí mismo me sacaron la foto», añade Pepito. «Lo veo en mi casa todas las veces -dice del cartel-, pero lo arrimo pa'llí; no voy a estar como un bobo mirándome todo el tiempo». Reconoce que no ha sido muy de fiestas, ni de bailes, pero avanza que este año sí piensa recorrer parte de la romería. Le toca hacer los honores.
A quien más le gustaban estas cosas es a su mujer, un referente en su vida que siempre tiene presente. «Estuvimos unidos 30 años y no tuvimos nunca un sí o un no. Esa para mí era una santa, que no debió haber muerto nunca». Si Pepito se salía del camino, ella se lo recordaba. «Yo decía alguna cosilla y me decía 'cállate coño, mala lengua'; no me dejaba». Tanto la recuerda que no ha rehecho su vida. «He podido haberme casado, alguna ha venido a buscarme a tirarme la puntilla, pero no, yo dos mandos no quiero», sentencia.
Mientras pueda seguirá atendiendo su finca. Lo ha hecho siempre, incluso cuando estaba en activo. Llegó a cuidar de más de 30 vacas y hasta 1.000 gallinas, pero todo eso se ha ido perdiendo. «¿Y qué hace en el campo nadie?», se pregunta en voz alta. «Quedan un par de ellos, pero en toda esta zona no hay ni una vaca». Ahora toca conformarse con las que llegan por las fiestas, como las que participarán en la Romería de los Labradores.