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La indigente vive, come y duerme en frente de la cafetería Artenara, en El Sebadal. Arcadio Suárez
Las Palmas de Gran Canaria

Sin techo pero con esperanza: la historia de Reyes en las calles de El Sebadal

La señora de 48 años duerme al raso del suelo rodeada de escombros y basura | La Cruz Roja le ha prometido llevarla a un centro de acogida

Iván Martín Chacón

Las Palmas de Gran Canaria

Sábado, 1 de noviembre 2025, 07:03

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Reyes, la mujer que sobrevive en las calles de la capital grancanaria a la espera de una segunda oportunidad. Con 48 años y por circunstancias de la vida, esas que a veces giran sin previo aviso, hoy Reyes duerme, come y sobrevive en la calle rodeada de escombros y basura. Desde hace más de dos semanas deambula por distintos puntos de la ciudad buscando sombra, seguridad y un poco de tranquilidad en medio del ruido.

Actualmente se encuentra en la calle Juan Domínguez Pérez, en la zona industrial de El Sebadal, donde ha improvisado un pequeño espacio para descansar. Allí pasa los días, resistiendo el calor y la dureza de no tener un techo. «Me voy la semana que viene porque la Cruz Roja me rescata este lunes. A un centro de acogida o algún lado donde me pueda sentir segura. Espero que así sea», cuenta con una mezcla de esperanza y cansancio.

Reyes relata que hace apenas unos días sufrió un robo en Manuel Becerra, lugar donde solía situarse junto a la sede de la Policía Nacional porque allí se sentía más protegida. «Me quitaron el bono de guagua, lo llevaba en la bolsa del supermercado. Fui a comprar con el poco dinero que me quedaba y me lo robaron». Ese bono era su único medio para moverse por la ciudad y desplazarse entre los barrios donde buscaba refugio temporal.

Durante el día, a pesar del calor, prefiere no moverse demasiado. «Debería buscar cobijo, pero no me voy a mover de aquí. Por la tarde me da la sombra de esta pared. Lo más duro es por la mañana, pero si las nubes tapan el sol hace fresquito, y por eso me tapo con esta manta», explica mientras señala el rincón que la protege parcialmente del viento del puerto.

El pasado jueves, una furgoneta se detuvo junto a ella. Dos personas le ofrecieron un plato de pescado. Lo comió y volvió a recostarse sobre el cartón donde duerme, esperando que pronto llegue ese lunes en el que, según le han prometido, la Cruz Roja le brindará una salida. Reyes no pide mucho: solo «un lugar donde sentirse segura».

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