Operación Íncubo: José Luis S. P. reconoció practicar sexo a cambio de «dinero, cocaína o hachís»
Trabajaba de técnico en el Deportivo de La Coruña y regresó a la isla evitando un control de drogas. Abusaba presuntamente de las menores en un trastero de Miller Bajo
El grancanario José Luis S. P., uno de los principales investigados en la operación Íncubo, declaró de forma espontánea ante agentes del Cuerpo General de la Policía Canaria haber mantenido relaciones sexuales con mujeres «a cambio de dinero, cocaína o hachís», aunque negó conocer que alguna de ellas fuera menor de edad.
Sus manifestaciones, recogidas en un acta policial del 11 de junio de 2025 e incorporadas al sumario judicial, fueron calificadas por los agentes como «libres, voluntarias y espontáneas», realizadas mientras se encontraba en custodia policial y durante su traslado al Juzgado de Instrucción número 3 de Las Palmas de Gran Canaria, responsable de este procedimiento, donde iba a comparecer ante su magistrado titular.
José Luis S. P. narró que había trabajado en el Deportivo de La Coruña como técnico deportivo -en la página web del conjunto gallego figura como analista en el filial- y reconoció que era consumidor habitual de cocaína y que su salida de Galicia se produjo tras conocer que la entidad realizaría controles de drogas a su personal. «Tras el aviso en el Club Deportivo de La Coruña de la realización de pruebas para detección de sustancias estupefacientes, entro en situación de incapacidad para eludir dicho control», habría reconocido ante los agentes que lo custodiaban.
El investigado explicó que tras esa situación decidió trasladarse a Gran Canaria, donde residía parte de su familia, y que durante su estancia en la isla «se refugiaba en el trastero que tenía alquilado» en Miller Bajo, lugar donde consumía cocaína y donde, según dijo, «alguna vez ha tenido relaciones con alguna chica».
Los investigadores interpretan esta versión como una declaración parcialmente justificativa, en la que el detenido reconoce hechos de contenido sexual y económico, pero intenta presentarlos como parte de su consumo y vida personal, evitando admitir cualquier implicación con menores de edad. Hay que destacar que este investigado, según han podido cotejar los agentes, no conocía de nada al resto de presuntos pederastas detenidos en esta operación como puede ser el caso de Yino A.B.
El acta recoge que, el 22 de enero, mientras permanecía en los calabozos de la Ciudad de la Justicia de Las Palmas de Gran Canaria, el investigado volvió a hablar de forma espontánea con los agentes tras ser informado de los delitos que se le imputaban en el marco de la Operación Íncubo.
En ese momento, José Luis S. P. afirmó que había «mantenido relaciones sexuales con chicas, la mayoría contactadas por la aplicación Telegram, a cambio de dinero» y que, en otras ocasiones, «les ofrecía acuerdos a cambio de cocaína o hachís».
«No entiendo cómo pueden ser menores, la única que me puede generar dudas es una chica de piel oscura, pero era una buena cachorra», dijo
Según su propio testimonio, él también consumía las sustancias que entregaba, y aseguró no haber tenido conocimiento de que las mujeres pudieran ser menores: «No entiendo cómo pueden ser menores, la única que me puede generar dudas es una chica de piel oscura, pero era una buena cachorra», habría afirmado ante los agentes, añadiendo que no recordaba «ninguna otra que le generara dudas en su mayoría de edad».
José Luis S. P., de 52 años y natural de Las Palmas de Gran Canaria, es uno de tres de 13 investigados en la macrocausa Íncubo, que está en prisión provisional. Este caso está siendo instruido por el Juzgado especializado en Violencia contra la Infancia y la Adolescencia de Las Palmas de Gran Canaria.
Dicen que vendía drogas
Esta manifestación realizada a unos agentes choca frontalmente por lo declarado por más de una decena de menores, que relataron con todo detalle cómo les ofrecía droga a cambio de relaciones sexuales, y que utilizaba su coche o un trastero alquilado en la zona de Miller Bajo para los encuentros. Todas coinciden en afirmar que el adulto sabía perfectamente que eran menores y que utilizaba su posición de superioridad, presumía de tener un buen nivel de vida, de haber trabajado en el ámbito futbolístico y de poseer varios vehículos, además de su fácil acceso a las drogas, para someterlas a un vínculo de dependencia.
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Según las víctimas, el acusado solía iniciar la conversación de forma cordial, pero rápidamente pasaba a proponer encuentros sexuales y ofrecía sustancias o efectivo como retribución. Algunas menores declararon que, tras los primeros encuentros, comenzó a tratarlas con mayor violencia o desdén, y que se jactaba de ser quien las había iniciado sexualmente, todo ello dentro del marco de la presunción de inocencia que obedece esta fase de la instrucción.
Varios testimonios sostienen que también se dedicaba a la venta de drogas frecuentando una cafetería de la calle Senador Castillo Olivares y que en ocasiones llevaba a las menores consigo mientras realizaba entregas.
Las jóvenes relataron que consumía cocaína y hachís de manera habitual, y que las invitaba a hacerlo «para relajarse o entrar en ambiente». Casi siempre, la droga actuó como moneda de cambio o como «regalo» tras mantener relaciones sexuales.
Los investigadores apuntan que este patrón, sexo a cambio de droga o dinero, se repite de forma casi idéntica en todas las declaraciones. Algunas víctimas añadieron que el acusado se mostraba celoso y posesivo, llegando a controlar sus movimientos o a enviarlas a buscar otras chicas.
Varias afirmaron que el acusado les preguntó directamente la edad o que las recogía en las inmediaciones de institutos y hogares tutelados, lo que, a juicio de los investigadores, demuestra pleno conocimiento de su minoría de edad.
Las declaraciones policiales coinciden en señalar que el acusado no mostraba reparos morales y que, incluso, justificaba sus actos diciendo que las ayudaba económicamente o que solo les daba «lo que ellas pedían».
Una de las menores manifestó que «él sabía perfectamente que era menor, porque me recogía a la salida del centro donde vivía», y otra relató que «presumía de poder conseguir cualquier cosa con dinero o con droga».
La operación Íncubo, coordinada por el magistrado Tomás Luis Martín y desarrollada por el Cuerpo General de la Policía Canaria, es una de las investigaciones más amplias realizada en las islas por delitos de agresión sexual, inducción a la prostitución, explotación sexual y tráfico de drogas.
Yino dijo que se cambió de sexo para violar a internas en la prisión
Uno de los episodios más controvertidos de esta operación Íncubo se dio cuando empezaron a investigar a Yino A.B. y se dieron cuenta de que se había cambiado de sexo de hombre a mujer. Los agentes escucharon a numerosas víctimas relatar cómo el pederasta les reconocía abiertamente que lo había realizado a conciencia por si en el futuro era detenido por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado.
A una de las menores le comentó que «posiblemente» lo iban a detener y por ese motivo, «había iniciado el trámite de cambio de sexo para entrar en la cárcel de mujeres», con el ánimo de «así mantener relaciones sexuales con las internas», explicó la víctima a los investigadores. Otra narró que Yino le dijo que se cambiaba de sexo para aprovecharse de los supuestos «beneficios» que tendría judicialmente por el hecho de ser mujer si lo imputaban por sus conductas delictivas.
Al ser detenido, Yino fue conducido al Centro Penitenciario Las Palmas II de Juan Grande donde solicitó ingresar en el módulo femenino e incluso pidió el kit higiénico para mujeres con compresas y demás. La dirección se negó y dio orden el 23 de enero de que estuviera en una celda individual y que solo fuera cacheado con medios electrónicos.