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El acusado ayer, junto a la traductora y ambos bajo la atenta mirada del letrado Armando Martín. COBER SERVICIOS AUDIOVISUALES
«Le tenía miedo, pánico, horror, terror», dijo una de las víctimas del 'lover boy'»
Tribunales

«Le tenía miedo, pánico, horror, terror», dijo una de las víctimas del 'lover boy'»

El acusado de haber 'enamorado' a dos rumanas para obligarlas a ejercer la prostitución se defiende: «¿Cómo le iba a hacer daño a mi propio hijo y a mi mujer?»

Francisco José Fajardo

Las Palmas de Gran Canaria

Miércoles, 18 de noviembre 2020

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Georgian R. D., el ciudadano rumano acusado de trata de seres humanos en concurso ideal con prostitución coactiva y maltrato habitual, infundía «miedo, pánico, horror y terror» a una de las dos víctimas que declararon ayer durante en el juicio que se celebró ante la Audiencia Provincial de Las Palmas. El encausado se enfrenta a 18 años de cárcel por ejercer, presuntamente, de 'lover boy' es decir, enamorar a jóvenes en su país para luego traérselas a Gran Canaria donde las obligaba a ejercer la prostitución, aunque su defensa insistió en su inocencia: «¿Cómo le iba a hacer daño a mi propio hijo y a mi mujer?», se preguntó Georgian.

Se trata de uno de los procedimientos más complejos de los celebrados por este tipo de delitos en la Audiencia Provincial y ayer se libró una gran batalla jurídica entre acusaciones y defensa. Por una parte, la fiscal María Luisa Ordóñez de Barraicua destacó en su informe final que «en un caso tenía sometida a la víctima a una situación de prostitución y al terror de que le quitaran a su hijo y en el otro la engañó y forzó a prostituirse. Se trata de una forma de violencia sobre la mujer que atenta contra la dignidad humana», destacó. En la otra trinchera, Armando Martín, letrado de la defensa, insistió en que «las declaraciones de las denunciantes no eran un adalid de firmeza, contundencia y credibilidad, en absoluto, y las dos mostraron un móvil espurio para decir todo lo que han manifestado sobre el acusado. Ante la duda se absuelve al reo y en este caso son públicas, manifiestas y notorias», manifestó en su turno final.

En lo que se refiere a la prueba testifical, la primera de las denunciantes declaró que conoció a Georgian R. D. cuando tenía 14 años en Rumanía y empezaron a verse pero iniciaron una relación sentimental a los cuatro años cuando regresó de Italia «porque él estaba casado».

«Al regresar yo a Rumanía empezamos una relación y él compró unos billetes para venir a Las Palmas porque decía que se encontraba mal y que sería mejor venirnos a la isla donde hay más trabajo. Éramos pareja y confié en él. Vinimos a Gran Canaria en julio de 2015», narró, añadiendo que el acusado «nunca me dijo que iba a tener que ejercer la prostitución y no sabía que había obligado a otras chicas a hacerlo. Antes de que viniera no sabía nada de nada, no me lo creía», declaró.

Ya en la isla «empezamos a vivir en casa de un amigo rumano y su novia era prostituta» y al llegar, «empezó a hablarme de eso y al día siguiente me habló de una calle en la que había chicas dónde se prostituían. Me dijo que tenía que hablar con los hombres, darles compañía etcétera. Era en Molino de Viento y cuando llegué, vi los condones y me dijeron que tenía que hacer los servicios. Me senté en la acera y bajé la cabeza por vergüenza. No tenía dónde ir porque me tenía controlada por todos los sitios», narró.

Según la denunciante, Georgian la llamaba «cada cinco minutos cuando me obligaba a ejercer la prostitución y me pegaba. Tenía que ponerme en la puerta nada más llegar y me controlaba en todo momento».

Al tiempo, la joven se quedó embarazaba del encausado pero seguía ejerciendo la prostitución, circunstancia que «molestaba a Georgian porque decía que me aprovechaba de ello para hacer menos servicios. Me decía que era una puta y calculaba el dinero que ganaba con los preservativos usados, me escupía en la cara, me insultaba... sentía miedo y no amor», abundó.

«Tenía que trabajar todos los días desde las ocho y media hasta las seis de la madrugada y el mínimo para volver eran 200 euros más lo que costaba la comida» hasta que estuvo de cinco meses de gestación y regresó a Rumanía. Ya en 2016, «me envió de nuevo a Gran Canaria y él se quedó con mi hijo para que siguiera trabajando y mandándole dinero, pero acepté porque sabiendo que mi hijo estaba en Rumanía con él, si le decía algo a la policía me jugaba la vida», sostuvo hasta que en 2018 «me decidí a denunciar porque no aguantaba más», detalló.

En el caso de la otra víctima, relató que la conoció con 12 años y «empezaron de novios» hasta cumplir 18 que «vinimos a Gran Canaria para visitar a su padre. Cuando llegamos nos quedamos en un piso en Vecindario y, tras enseñarme la isla, me dijo que tenía que ir a un bar de copas con una conocida suya en la calle Molino de Viento. Fui y cuando llegué me di cuenta de que no iba a trabajar de camarera y que era prostitución ya que vi a montón de gente allí media desnuda que eran vecinas mías en Rumanía», detalló. «Me dijo que tenía que estar todo el día y cobrar 30 euros. Me quedé en shock y empecé a llorar».

Dijo que «no podía ni ir al baño sin él» y que «me daba palizas hasta con el cable de la televisión. Ejercí la prostitución obligada por este señor pero ya ha pasado mucho tiempo y me di cuenta que es un cobarde que lo único que hace es pegarle a las mujeres, mejor dicho, a las niñas aprovechándose de ellas. Al principio le tenía miedo, pánico, horror, terror, no era persona, pero ya todo pasó».

El acusado negó todos los hechos y manifestó que ambas ejercían la prostitución de forma voluntaria. El juicio quedó visto para sentencia.

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