Una menor a su cuidadora: «¿Quién es él? No es nadie, profe, solo me usa para follar»
Cerca de 40 menores vulnerables de Gran Canaria narraron cómo fueron violadas, inducidas a la prostitución y las drogas por los pederastas
A medida que los agentes del Grupo de Menores y Familia (Grumef) del Cuerpo General de la Policía Canaria avanzaban en la investigación de la operación Íncubo -la mayor red de pederastas de las islas-, los agentes fueron interrogando a decenas de menores en situación de vulnerabilidad que habían sido presuntamente víctimas de delitos sexuales y que relataron con todo detalle las dramáticas situaciones a las que fueron sometidas.
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El denominador común era que la inmensa mayoría habían sido captadas por Agustín A. B., alias Yino, quien las inducía a la prostitución -y también las agredía sexualmente- a sabiendas de que aún eran niñas. No obstante, uno de los investigados, José Luis S. P., actuaba como una especie de 'lobo solitario', sin vínculo alguno con el resto, pero con un comportamiento hacia las menores descrito como especialmente brutal, según los testimonios recogidos.
Los implicados actuaban con tal impunidad que llegaron a inculcar en las niñas la idea de que sus conductas eran totalmente lícitas. Prueba de ello es que una víctima, al ser preguntada por una trabajadora social del hogar de acogida donde estaba tutelada sobre el chico con el que se veía y se fugaba de forma habitual, le respondió con naturalidad: «¿Que quién es él? No es nadie, profe, solo me usa para follar», dijo.
Los agentes no solo confirmaron -gracias a la colaboración de las víctimas- la existencia de una red perfectamente establecida en Gran Canaria con actores protagonistas con antecedentes por delitos sexuales con menores, como es el caso 18 Lovas, sino que también identificaron a nuevos implicados y descubrieron que el entramado operaba de forma indiscriminada utilizando redes sociales y el boca a boca para captar a las jóvenes y encubrir las citas con adultos bajo la apariencia de fiestas o eventos promocionales, o directamente quedaban con ellas para practicar relaciones sexuales de todo tipo.
Esta operación Íncubo, que tramita el Juzgado de Instrucción número 3 de Las Palmas de Gran Canaria, especializado en violencia contra la infancia y la adolescencia, dio sus primeros pasos tras la fuga de un hogar de protección de una menor de 16 años. Al ser requerida por la Fiscalía, los agentes la localizaron y entrevistaron. Ella no tuvo reparos en contar que había sido captada por dos personas adultas, Yino -de 56 años- y Eduardo P. I. -de 37-, y otra compañera de la casa tutelada, para «hacer cosas, para follar» a cambio de dinero.
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Los agentes siguieron esta pista y hablaron con las responsables de este hogar de protección. Les contaron que esta menor, de 15 años, y que la había convencido para quedar con los adultos, solía fugarse con chicos, estaba todas las noches con una tablet hablando con hombres a pesar de que estaba prohibido, tenía preservativos en su habitación y solía manejar dinero. Ella fue quien les contó que uno de sus amigos solo la usaba «para follar».
Los agentes hablaron con técnicos de ese hogar y una de ellas les comentó que varias de las menores corrían riesgos por hipersexualización con adultos y que, incluso, una de ellas le había confesado que perdió la virginidad «con un adulto y sin consentimiento».
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Al identificar a todas estas jóvenes, los agentes fueron entrevistándose con ellas y descubrieron que la mayor parte conocían a Yino porque este les había escrito desde perfiles de supuestas empresas de eventos.
De forma paralela, el 22 de abril de 2024, la Policía Nacional identificaba a Yino cerca del centro comercial Plaza, de Playa del Inglés, dentro de su furgoneta Renault Traffic con una menor y otra amiga de 18 años. Los agentes se entrevistaron con la primera -que trató de hacerse pasar por adulta- y les confesó que el pederasta le había ofrecido dinero a cambio de sexo. «Me decía que tenía cara de niña, no sé qué cosa de un personaje de porno», dijo, añadiendo que «me propuso pegarle y escupirle y que le presentara a amigas que, por dinero, hicieran esas cosas», a la vez que le enseñaba fotos de menores a las que «se había follado».
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La Policía Nacional dio parte de esta situación al magistrado instructor Tomás Luis Martín, quien acumuló estas diligencias a las que ya estaba llevando a cabo la Policía Canaria. Siguieron tirando del hilo y se encontraron con más menores de hogares que manifestaban consumir cocaína, hachís o crack y que «follaban con viejos», como era el caso de Yino y sus amigos.
En este momento inicial de la investigación, los agentes dieron con una menor que pidió ser testigo protegido y que ofreció un nombre clave en esta operación Íncubo. Contó que había mantenido contactos sexuales con José Luis S. P., un vecino de la capital grancanaria de 52 años que se había dedicado al fútbol de forma profesional en calidad de ojeador y director deportivo. Esta persona utilizaba sus coches y un trastero que tenía alquilado en la calle Eufemiano Fuentes Jurado, de Miller Bajo, para practicar sexo con decenas de menores a las que pagaba, en su inmensa mayoría, con droga. «Tenía 13 años cuando lo conocí. Buscaba chicas y nos ofreció drogas a mi amiga y a mí. Practicamos relaciones sexuales en un garaje donde guardaba cosas», y al terminar, se la llevaba «en su coche dando vueltas mientras hacía sus recados». Se refiere a que, como manifestaron otras muchas menores, José Luis S. P. se dedicaba supuestamente al tráfico de sustancias estupefacientes, que utilizaba también para ganarse los favores sexuales de ellas.
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Estas víctimas daban detalles a los policías de otras tantas que también habían sufrido agresiones sexuales por parte de los investigados.
Una de ellas se refirió a Zeus D. P. como un adulto con el que practicó sexo por dinero y una ficha de polen de hachís, mientras este se jactaba de que era «el mejor proxeneta. Yino es un proxeneta de segunda, pero yo soy de alto standing. Primero tengo que catarte antes de presentarte a otros clientes», declaró que le manifestó. Esa misma menor también aludió a otro investigado, Luis M. S., con quien dijo haber hecho un trío dentro de un coche junto a Yino.
A partir de ese momento, la operación Íncubo se convirtió en una macrocausa debido a la ingente cantidad de víctimas, testigos e investigados.
Sensación de impunidad
Las perjudicadas fueron siendo identificadas y citadas por los agentes, quienes incorporaron al sumario testimonios brutales. Narraron cómo los investigados no tenían reparos a la hora de ir a buscarlas a los hogares tutelados o a los institutos donde estudiaban.
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En el caso de Yino, hubo menores que narraron cómo les pedía que le escupieran, que le introdujeran consoladores por el ano, que le orinaran y hasta defecaran encima, en situaciones y lugares muy diversos, aunque casi siempre dentro de su furgón, y a cambio de cantidades como 10 o 20 euros y cigarrillos electrónicos. Llegó incluso a mantener sexo con menores vestido con ropa interior de mujer y una peluca rubia tras invitarlas a cenar a un restaurante italiano de Tafira. Incluso, a las que se resistían, las chantajeaba con mostrar conversaciones a sus familias o entorno.
Uno de los capítulos más dantescos protagonizados por este pederasta ocurrió con una menor de 17 años a la que Yino le dijo que le orinara encima, llegando a beberse su orina. Luego la llevó a un lugar donde había caballos, en compañía de otra menor, y les intentó convencer de que practicaran sexo con el animal. Al negarse, él mismo comenzó a masturbarse y a hacerle una felación al equino.
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Yino también las llevaba a discotecas del sur, para lo que, incluso, les facilitaba DNI falsificados para que nadie viera que eran menores, y a hoteles como uno situado en la carretera del Centro Monte Lentiscal, lugar habitual de orgías entre investigados y estas niñas.
Fue violada
En lo que respecta a José Luis S. P., el modus operandi más habitual que presuntamente ejecutaba era el de aprovechar que manejaba sustancias estupefacientes para captar a sus víctimas y pagar el sexo con drogas. A su vez, presumía de disfrutar de un nivel de vida alto.
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Una de las niñas contó a los policías cómo, estando ella ingresada en un hospital, el investigado le insistió para ir a visitarla a «planta para hacerme cosas» y, otro día diferente, la llevó al trastero donde la «empujó, me sacó del coche con la boca tapada, me metió en el cuarto, me estampó contra la pared y cerró la puerta. Si yo intentaba gritar, me tapaba la boca o me pegaba. Hacía lo que quería conmigo».
En el sumario aparecen 13 investigados -12 hombres y una mujer- por la presunta comisión de delitos como pueden ser de explotación sexual, prostitución, corrupción de menores y tráfico de drogas. De estas personas, tres están en situación de prisión provisional: el referido Yino A. B., José Luis S. P. y Eduardo P. I.
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Hay más personas que han sido detenidas por el Cuerpo General de la Policía Canaria y que aún no han pasado a disposición judicial tras los testimonios ofrecidos por las 34 víctimas menores de edad, entre las cuales hay -al menos- dos testigos protegidos.
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