Borrar
Vea la portada de CANARIAS7 de este viernes 19 de abril
El acusado, en primer término, ante la Sala de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Las Palmas. F. J. FAJARDO
Cuatro años y seis meses de cárcel por forzar a una joven a practicar sexo oral en Santa Catalina

Cuatro años y seis meses de cárcel por forzar a una joven a practicar sexo oral en Santa Catalina

Tribunales ·

La Audiencia otorga credibilidad al testimonio de la víctima en contra del acusado, que dijo que ambos practicaron sexo de forma consentida

Francisco José Fajardo

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 21 de diciembre 2020, 00:00

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Edgar Barrios Rodríguez ha sido condenado por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Las Palmas a cuatro años y seis meses de prisión y el pago de 10.000 euros de indemnización a una joven a la que tocó sus genitales y forzó a practicarle una felación a la salida de una discoteca de la capital grancanaria.

Para la Sala resultó acreditada la tesis planteada por la fiscal María Eugenia Rodríguez y el letrado Alfonso Dávila, que la víctima del abuso sexual no prestó consentimiento para que el acusado llevara su cabeza hacia sus genitales y la forzara a practicar una felación. De hecho, entiende la magistrada ponente Pilar Verástegui que la circunstancia de que la víctima hubiese salido de forma voluntaria de la discoteca con el acusado e incluso que lo hubiese besado, no puede determinar que ello supusiera una aceptación del acto sexual. Por el contrario, determina el fallo que el encausado «era plenamente consciente», con las manifestaciones de la joven y el «estado en el que se encontraba», que ella no «quería llevar a cabo los hechos» juzgados y, a pesar de ello, actuó de forma delictiva.

La sentencia determina que perjudicada y acusado admitieron la existencia de una relación sexual, si bien relataron de forma muy distinta lo sucedido la noche del 6 de diciembre de 2018. La mujer dijo que en ningún momento accedió a practicar una felación al acusado, mientras éste declaró que la relación sexual existió y que la denunciante consintió, en todo momento, lo que hicieron, tanto con los besos, una masturbación posterior y dos felaciones.

Entiende la Sala que la versión de los hechos sostenida por ambos coincide, en lo sustancial, en cuanto a lo sucedido cuando estaban en la discoteca Urban y salieron. Ella admitió que, si bien estaba mareada, había salido por su propia voluntad porque él había insistido en dar una vuelta y que hablaron normal. También reconocieron que se besaron, pero las declaraciones ya fueron sustancialmente diferentes en cuanto a lo sucedido a partir de ese momento. El acusado relató una relación sexual absolutamente consentida, manifestando que incluso, tras una primera relación sexual en una calle, se trasladaron a otra más alejada al ver a un grupo de gente que pasó cerca de ellos. Pero la afectada, desde la denuncia inicial hasta la vista oral, negó tales hechos con «absoluta credibilidad» para la Sala y explicó que, tras empezar a caminar con el acusado, hubo un momento en el que no sabía dónde estaba -no conocía la isla- y se encontraba nerviosa. Se sentó en el suelo con la cabeza gacha y el acusado se puso a su lado para llevar la mano de ella sobre sus genitales. La joven le dijo que si «estaba loco» y que la llevara de nuevo a la discoteca «mostrando por lo tanto su negativa a mantener una relación sexual con el acusado» y, al empezar a caminar, en vez de ir al local la dirigió a una calle más alejada.

Ella se volvió a sentar en la acera y agachó la cabeza con el pelo suelto alrededor de la cara y, en ese instante, él se bajó el pantalón, le recogió el pelo y dirigió su boca hacia sus genitales. La víctima manifestó que «en ese momento no reaccionó», que se «empezó a asustar» y simuló que «tenía arcadas» para que la soltara hasta que lo consiguió.

Indefensa, mareada y sin capacidad de reacción, añade el fallo, a continuación el procesado la llevó de vuelta a la discoteca y durante el trayecto fue tocándole sus genitales por debajo de la falda, mientras ella seguía fingiendo arcadas cada vez que lo hacía.

A estos hechos, se une que, tal y como también admitió el procesado, ambos no se conocían con anterioridad, por lo que al Tribunal no le consta no «ningún móvil espurio».

Testigos

Finalmente, si bien en este tipo de delitos no es frecuente contar con testigos de lo sucedido ya que el acusado llevó a la víctima a un callejón oscuro y poco transitado ubicado en Santa Catalina, lo cierto para los magistrados es que el testimonio de las tres amigas de la denunciante permitieron «acreditar lo sucedido antes de los hechos e inmediatamente después» cuando regresó a la discoteca tras sufrir el ataque sexual.

La veracidad de la declaración de la denunciante tampoco se vio afectada, estima el fallo, por la circunstancia de que le hubiera dado al procesado los datos de sus redes sociales. Ella explicó en la vista que le dio su Instagram tras la comisión del delito, pero dijo que no recordaba cómo ni a raíz de qué. Sí expuso que, si bien era verdad que no había opuesto resistencia cuando fue abusada, anteriormente le había dicho que quería volver a la discoteca.

Todo esto lleva a la conclusión de los juzgadores que el acusado «actuó con ánimo libidinoso» y con el «propósito de satisfacer sus deseos sexuales».

El acusado se aprovechó de que la joven no conocía la ciudad

Para la Sala, el testimonio ofrecido por la víctima en el plenario mereció toda la credibilidad.

Detalló cuestiones concretas como que estaba bailando en la discoteca con tres amigas y se les acercó un grupo de chicos entre los que estaba el acusado y bailaron. Él le dijo de salir a la calle y empezaron a caminar hasta el punto en que la perjudicada «no sabía dónde estaba» y se puso nerviosa. Primero la tocó en una calle y luego la obligó a realizarle una felación en otra situada en las inmediaciones de la calle General Vives. Tras los hechos, el individuo comenzó «a arreglarla» y la levantó del suelo para dirigirse de nuevo a la entrada de la discoteca.

Explicó con claridad que había llegado a la isla en el mes de septiembre porque había empezado la universidad y que, por este motivo, no conocía la zona de Santa Catalina.

Admitió que cuando estaban sentados la primera vez pasó un grupo de gente por delante pero que la segunda vez no había visto a nadie. Cuando llegó a la zona de la discoteca, sus amigas corrieron hacia su encuentro, mientras ella tan solo lloraba y quería irse de allí, sin recordar si entonces se había desmayado. Admitió igualmente que cuando volvían le dio su Instagram al agresor, negando cualquier tipo de voluntad en su acción, sino que era él quien la guió, tanto para salir de la discoteca, como para salir a dar una vuelta.

Finalmente, manifestó que, tras los hechos, ha ido al psicólogo tanto en la isla de Gran Canaria como en La Palma y que ha tenido falta de sueño los primeros meses, pero que «gracias a sus amigos, familia y ayuda psicológica» está «saliendo adelante».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios