Agustín A.B., alias Yino, radiografía de un depredador sexual
Del caso Lovas a la operación Íncubo ·
El principal investigado en esta trama de pederastas normalizaba practicar sexo con menores o inducirlas a la prostitución alegando que no había «hecho nada malo con ellas». Las obligaba a practicar sado y varias parafilias al igual que hizo años atrás en el caso 18 Lovas, aún pendiente de juicioLas dos mayores investigaciones por corrupción de menores destapadas en Canarias en la última década –el caso 18 Lovas y la actual Operación Íncubo– tienen un nombre en común: Agustín A.B., alias Yino. Según estas investigaciones, su figura encarna un presunto patrón criminal repetido, donde el abuso, la manipulación y la explotación sexual de menores principalmente en situación de vulnerabilidad, se normalizan y se integran en una red que habría operado durante años en la isla de Gran Canaria.
Aunque la operación Íncubo sigue en fase de instrucción, las diligencias que ha ido llevando a cabo durante un año y siete meses el Juzgado de Violencia contra la Infancia y la Adolescencia, reflejan hasta el momento hechos de extrema gravedad, crueldad y reiteración delictiva por parte de la mayoría de los encausados.
El sumario desprende muchos hechos judicialmente notorios, como cuando Yino reconoció ante agentes del Cuerpo General de la Policía Canaria que era habitual en él mantener relaciones sexuales con menores de entre 12 y 17 años, aunque intentó justificarse asegurando que «siempre les preguntaba si eran vírgenes» porque «no quería romperles la virginidad de esa manera».
Añadió que «no había hecho nada malo» porque «eran las chicas quienes lo buscaban» a él.
Esta operación Íncubo, dirigida por el magistrado Tomás Luis Martín y la fiscal Teseida García, ha identificado hasta el momento a 34 víctimas menores y otras más que han prestado testimonio y pueden pasar a aumentar esa dura lista de damnificadas por esta trama. Oficialmente hay 13 personas investigadas, entre ellas Yino, que permanece en prisión provisional junto a otros dos más como son José Luis S.P. y Eduardo P.I. Se da la circunstancia que, entre estas personas investigadas, hay una joven que inicialmente prestó declaración en calidad de testigo/víctima, pero con el paso del tiempo y tras recoger más testimonios entre las menores, la autoridad judicial determinó que iba a cambiar su situación como investigada por presunta inducción a la prostitución. Y podría no ser la única...
Lo tenía todo previsto
Estas diligencias recogen testimonios de jóvenes que describen a Yino como un hombre manipulador, violento y consciente del daño que causaba. El investigado habría actuado de forma metódica y reiterada, seleccionando a menores tuteladas o en situación de vulnerabilidad a las quue localizaba por redes sociales o utilzando el boca a boca con chicas de los hogares tutelados. Se ganaba su confianza ofreciéndoles dinero, alcohol, drogas o promesas de trabajo y las trasladaba en su furgoneta –a la que llamaba «la follafurgoneta»– a encuentros con adultos o a hoteles y discotecas del sur de la isla.
La investigación de Íncubo reproduce casi de forma exacta el modus operandi del anterior caso 18 Lovas, donde Yino fue señalado como el cabecilla de una red que captaba menores para ofrecerlas a adultos de alto poder adquisitivo.
En las manifestaciones que realizó a los policías, Yino se jactó de haber tenido «a su cargo unas 150 chicas a las que daba a gente de dinero», y volvió a mencionar a empresarios y personas influyentes. Aseguró también que un empresario le compró la furgoneta para que no contara lo que sabía del caso 18 Lovas y que, desde entonces, cenaba gratis en los restaurantes de una persona cercana al entorno de los investigados, quien incluso le daba una asignación de 500 euros al mes «sin motivo aparente» para los investigadores.
Una percepción de impunidad y una arrogancia persistente, que le habría permitido actuar con aparente libertad durante años.
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Violencia sexual como forma de control
Los testimonios de las menores recogidos en el sumario de Íncubo dibujan un retrato aún más oscuro. Varias relataron que Yino las sometía a prácticas sexuales extremas y humillantes, entre ellas sadomasoquismo, urofilia, coprofilia y zoofilia, o las obligaba a participar en orgías con otros adultos quedándose él un porcentaje del dinero que pagaban por ello.
Algunas víctimas detallaron que las chantajeaba con difundir conversaciones o imágenes íntimas si se negaban a obedecerle. Otras contaron que las «educaba sexualmente» y se jactaba de que luego repitieran con sus novios las prácticas que él les imponía.
Los investigadores destacan que el investigado planificaba su actividad: ponía alias a las chicas para proteger la identidad de sus clientes, llevaba preservativos y alcohol en su vehículo y grababa vídeos de los encuentros.
En sus propias palabras, se definía como alguien que «enseñaba a las chicas» y que «no hacía daño porque todo era voluntario».
El perfil de Yino encaja en el patrón clásico de 'grooming' o manipulación sexual de menores: una combinación de seducción, coacción y chantaje que anula la voluntad de la víctima. Según la investigación, el pederasta ejercía control psicológico, alternando el trato afectivo con la intimidación y los regalos.
En su entorno, cultivaba una imagen de hombre poderoso y protegido, asegurando que «no le iba a pasar nada» porque «trabajaba con gente influyente». Esa supuesta red de contactos le servía para reforzar su autoridad ante las menores y garantizar su silencio.
Los testimonios de las víctimas describen a Yino como un individuo con alta capacidad de manipulación, baja empatía y una visión utilitarista de las personas, especialmente de las más vulnerables. Su conducta, añaden, revela narcisismo, frialdad emocional y una profunda convicción de impunidad.
En ambos casos —18 Lovas e Íncubo— repite el mismo esquema: captación de menores, ofrecimiento de drogas o dinero, contactos con adultos, grabación de imágenes y videollamadas para masturbarse, sadomasoquismo y explotación sexual.
La operación Íncubo es, junto al caso Kárate y el 18 Lovas, la mayor causa abierta en Canarias por corrupción y explotación sexual de menores, muchas de ellas tuteladas o en programas de protección.
El magistrado Tomás Luis Martín instruye esta causa cuyo contenido define a Yino, con la debida prudencia de la presunción de inocencia pero sin ambigüedades, como un depredador sexual reiterado, frío y peligroso.