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Arqueólogos de Tibicena en plena faena en el yacimiento de El Burrero. Tibicena

Un Burrero aborigen pesquero

La principal playa de Ingenio pudo albergar un espacio para la explotación intensiva de los recursos del mar. El Cabildo sondea tres estructuras al pie de las olas

Gaumet Florido

Ingenio

Lunes, 14 de junio 2021, 00:08

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Un pueblo de cierta entidad y volcado en la actividad pesquera, con una explotación especializada e intensiva del mar. Eso es lo que pudo existir en El Burrero hace entre 900 y 1.000 años. De aquel poblado aborigen, al norte de esta playa de Ingenio, solo se conservan unas pocas casas en la parte alta de la montaña de Vista Alegre, unas cuevas artificiales con fachada al mar, muy alteradas y reutilizadas a lo largo de los siglos posteriores, y al menos tres estructuras, en la falda de la ladera de esa montaña, al pie mismo de las olas, en la arena, hoy casi desaparecidas. Casi, porque estuvieron a punto de perderse para siempre de no ser por el Cabildo, que en una intervención de urgencia, encargada a Tibicena Arqueología y Patrimonio el pasado mes de diciembre, mandó excavarlas parcialmente, salvar el material arqueológico que se pudo recuperar y luego protegerlas. La erosión del mar y del viento, y la acción involuntaria de los propios bañistas, que usan piedras para fabricarse pequeños goros, las había dejado al descubierto. Javier Velasco, inspector de Patrimonio del Cabildo, informa de que la actuación costó 12.500 euros más IGIC.

El trabajo de campo duró tres semanas, subraya la arqueóloga Verónica Alberto, que estuvo al frente del proyecto, y consistió en una actuación «de rescate» que, sin embargo, ha desvelado «interesantes» detalles de lo que pudo haber sido aquel poblado prehispánico. Solo sondearon tres estructuras que están alineadas, pero esta especialista no descarta que hubiera más, solo que estén también ocultas o que simplemente hayan desaparecido. Y no son tres estructuras cualesquiera, porque no repiten el patrón habitual de las que usaban como hábitat los indígenas canarios. A juicio de Alberto, hay dos datos, aparte de su emplazamiento, sobre la misma arena, que las hacen distintas.

Primero, su propia morfología. Tienen forma circular. «No las llamaríamos casas en el sentido en que las conocemos, cruciformes, con una planta perfectamente definida. Son más como cabañas», precisa esta arqueóloga. Por cierto, añade, fueron construidas por los antiguos canarios aprovechando «grandes masas rocosas» que se desprendieron del cantil de toba de la parte alta de este edificio volcánico. Luego completaron las estructuras mediante muros hechos de piedra, aunque sus partes delanteras, las que dan al mar, ya no se conservan. En cambio, sí permanecen los suelos de tierra batida y ceniza que demuestran que acondicionaron ese espacio para pisarlo y habitarlo.

El dato

  • 1.000 años atrás. Esa es la datación más antigua que dan las estructuras objeto de un sondeo en El Burrero. Han vuelto a ser tapadas y protegidas frente a la erosión.

«Es una intervención que nos habla de esa previsión de diseño del espacio, haciéndolo habitable y confortable». Con esa misma finalidad los arqueólogos que excavaron estas estructuras identificaron «importantes estructuras de combustión, los hogares», que son «fuegos donde se cocina, se calienta, que sirven para el desarrollo de actividades cotidianas».

Y lo segundo, es que, por la información recabada, y el material arqueológico encontrado, Tibicena concluye que estos espacios se usaron «con vocación de explotación del medio marino», una finalidad, por otra parte, lógica, dado su emplazamiento. «Vemos que pescaban y recolectaban moluscos, de una forma importante. Es la actividad productiva que prevalece, aunque también consumían alimentos domésticos, como la cabra, el cerdo o la oveja, de los que quedaron vestigios; también han quedado restos de granos de cebada», indica Alberto. Esto lo saben por los materiales encontrados. «La cantidad de restos de pescado era altísima». Dice que se contaban por miles las vértebras de peces pequeños como sardinas y de restos de caparazón de lapas y burgados.

Escamador tallado con un cuerno de cabra

«Lo que vemos aquí es que había una importante actividad de aprovechamiento, de explotación, del medio marino, y todo eso con una vocación de especialización. No solo porque están ahí, al pie de la playa, sino porque se hace como una actividad dirigida y perfectamente organizada de aprovechar esos recursos que ofrece el mar», enfatiza.

Como prueba también de esa especialización, Alberto destaca la localización en estas estructuras de herramientas o útiles fabricados con cuernos de cabra que no se habían visto desde 2003 y que están relacionados con el procesado del pescado. Se reconocieron por primera vez en el yacimiento de Lomo de los Melones, en La Garita (Telde), y son cuernos de cabra trabajados en forma de bisel. «No lo habíamos vuelto a ver, y pensamos que pudimos habernos equivocado, pero ya podemos confirmar que son herramientas hechas con un tallado en bisel y que se usan como escamadores para el pescado».

A estas evidencias se le suma el dato que hace que encajen todas las piezas, y lo ha proporcionado el resultado de las dataciones del yacimiento. Recurrieron a huesos de animales, que son de ciclo corto y permiten precisar mejor los límites temporales. No solo se mandaron a analizar restos de las estructuras ahora sondeadas, sino también de otros que pertenecen a las que están en lo alto de la montaña. Según Verónica Alberto, la parte de este yacimiento de El Burrero que se conoce y se ha estudiado ha quedado datada en un arco temporal que va entre el siglo XI, que es la fecha más antigua que dan los registros analizados, y el siglo XIII. Las de la playa, en concreto, están entre el siglo XI y el XII.

Foto superior, los arqueólogos cubren las estructuras con una malla geotextil y con piedras para su protección. Debajo, a la izquierda, vista del cantil en cuya falda están los vestigios excavados. A la derecha, escamador hecho de cuerno hallado en el enclave. Tibicena
Imagen principal - Foto superior, los arqueólogos cubren las estructuras con una malla geotextil y con piedras para su protección. Debajo, a la izquierda, vista del cantil en cuya falda están los vestigios excavados. A la derecha, escamador hecho de cuerno hallado en el enclave.
Imagen secundaria 1 - Foto superior, los arqueólogos cubren las estructuras con una malla geotextil y con piedras para su protección. Debajo, a la izquierda, vista del cantil en cuya falda están los vestigios excavados. A la derecha, escamador hecho de cuerno hallado en el enclave.
Imagen secundaria 2 - Foto superior, los arqueólogos cubren las estructuras con una malla geotextil y con piedras para su protección. Debajo, a la izquierda, vista del cantil en cuya falda están los vestigios excavados. A la derecha, escamador hecho de cuerno hallado en el enclave.

«Esta cronología es importante porque coincide, según nuestras investigaciones, con la fecha en que arranca la verdadera explotación de forma intensiva del mar. Antes del siglo XI los antiguos canarios no tenían esa relación tan intensa con el medio marino. Sí lo aprovechaban, pero no existían esos poblados costeros grandes, donde la gente vive de forma estable». Apunta esta especialista que antes de ese siglo sí recurrían al mar y se sabe de enclaves que se ocupaban puntualmente, pero no existía un modelo de ocupación de la línea de costa y de explotación tan intensa del medio marino. En ese sentido, para Alberto, «en El Burrero quedan restos de uno de esos ejemplos de pueblo marinero, pescador, recolector de moluscos y de mariscos, que vivía ahí de forma fija y que estaba orientado a esa actividad». Repite así el modelo de otros poblados de esa misma etapa de los que se conservan vestigios en la costa desde Telde a Arguineguín.

Esta intervención concluyó en febrero, cuando se centraron en tareas de conservación. Se documentaron las estructuras, se recuperó material y se cubrieron para que no quedaran otra vez a merced del aire. Las taparon con una malla geotextil, tierra y una especie de cubierta de piedras, todo ello para blindarlas frente a la erosión. Hasta que se excaven en profundidad.

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