Andén Verde: la vieja carretera borra su huella
La naturaleza recupera lo que es suyo en el único tramo de la GC-200 entre Agaete y La Aldea que está cerrado al tránsito
Basta avanzar unos metros para sentirse en mitad de un escenario apocalíptico. Una carretera sinuosa y abandonada. Un imponente risco amenazante. La naturaleza que rompe el asfalto. Y un silencio roto solo por el estridente y estremecedor chirrido de un cernícalo cuya silueta se adivina entre las crestas rocosas. No es el decorado de 'Guerra Mundial Z' o de '2012'. Es real y está en Gran Canaria. Es el tramo de la GC-200 que salva los cantiles del Andén Verde y que discurre a caballo entre Artenara y La Aldea de San Nicolás. Es un viejo camino que poco a poco va borrando su huella entre plantas y desprendimientos y, también, por qué no decirlo, presa del olvido de una sociedad que no le perdona numerosos sustos, muertes y accidentes, por más que durante décadas le sirviera como cordón umbilical entre La Aldea y la capital de Gran Canaria.
Publicidad
Lleva cerrada al tránsito público desde finales de 2016, hace ya casi 10 años. Las administraciones le echaron el candado nada más entró en servicio la primera fase del tramo de la autovía GC-2 que está previsto que conecte Agaete con el municipio más occidental de Gran Canaria, la que une El Risco con la zona costera de La Aldea. Sendas vallas impiden el paso por ambos extremos de una sección que es aún más peligrosa que entonces, cuando estaba abierta. Nadie mantiene las redes y mallas que trataban de impedir la caída de piedras a la calzada, por lo que las instituciones insisten en advertir de los graves riesgos de transitarla. El mismo día de la visita de este periódico un grupo de ciclistas la estaba usando como circuito de paso para su ruta y cada vez son más frecuentes los vídeos en redes sociales de personas que la han paseado.
Un tramo ya está sepultado
El peligro se adivina a cada paso, de ahí la expresa prohibición en los accesos, pero basta adentrarse unos metros para entender el celo de las administraciones públicas para impedir el tránsito. Hay un punto donde la red protectora ha cedido tanto que las rocas desprendidas le han formado una especie de bola de piedras suspendida en el aire. En otro, un poco más adelante, a la altura de donde se contempla, abajo, en la costa, lejana, la única playa de Artenara, la de Punta de las Arenas, un gigantesco desprendimiento de teniques de varias toneladas de peso sepultó varios metros de la carretera. La bionda o quitamientos de ese tramo quedó colgando, cual guiñapo, fruto del golpe. En todo caso, no hay malla que no esté salpicada de piedras caídas.
Este tramo es el más próximo a La Aldea de la serpenteante GC-200 que empezó a construirse en 1939 y que no se terminaría hasta mediados de los 50 del siglo XX, aunque aún entonces era de tierra y apenas contaba con vallas que le aportaran seguridad. Y fue también el primer tramo y único de aquella vieja carretera que se ha cerrado tras la apertura de la nueva vía. ¿La razón? Es el más peligroso y el que más derrumbes ha sufrido. El otro, el que discurre por Faneque, se mantiene operativo pese a que ya cuenta con una alternativa más segura, por los túneles.
Casi 10 años abandonada
-
La apertura al tráfico, en la primera mitad de 2017, del primer tramo de la GC-2 proyectado entre Agaete y La Aldea, de 10 kilómetros, inutilizó la parte más peligrosa, pero también, más vistosa, de la GC-200, la que discurre por el Andén Verde, cerrada unos meses antes. ¿Debe seguir así o puede recuperarse para tránsito peatonal y ciclista?
Su cierre propició que su gestión dejara de estar en manos del Cabildo de Gran Canaria, según informan desde la consejería de Obras Públicas, que asumía su mantenimiento mientras estuvo abierta. De seguir haciéndolo ahora, estiman que tendría un coste anual de entre 17.000 y 18.000 euros por kilómetro, que es el baremo de precios que se está pagando actualmente por la conservación de las calzadas de la zona occidental de la isla. Es decir, que mantenerla operativa no solo implicaría riesgos, sino también un alto coste.
Publicidad
Un atractivo turístico
Así y todo, el Ayuntamiento de La Aldea de San Nicolás no renuncia o no quiere renunciar a esa carretera. Su alcalde, Pedro Suárez, aboga por sacarle partido como atractivo turístico, aunque, eso sí, muy a largo plazo, en el futuro. La prioridad, ahora y siempre, pasa por la finalización de la autovía en construcción, pero eso no le impide perder la referencia de un antiguo camino, que tiene un indudable reclamo para que residentes y visitantes disfruten de las vistas panorámicas y los perfiles de uno de los lugares de interés geológico (LIG) que el Gobierno de España tiene inventariados en el archipiélago. El Ayuntamiento ya ha reconvertido en corredor paisajístico una parte del tramo final de la GC-200, entre el Andén Verde y la playa, de ahí que plantee algo similar para el resto.
Las 361,7 hectáreas de este LIG, que comparten Artenara y La Aldea de San Nicolás, tienen la virtualidad de haber dejado a la vista la secuencia de los sucesivos y potentes apilamientos de coladas de la lava que fueron formando esa parte inferior del edificio insular, como se reseña en el inventario, y que probablemente es el resultado de un deslizamiento o colapso de esa parte de la isla hace 14 millones de años.
Publicidad
Mientras se decida qué hacer con esta vieja carretera, que es patrimonio del Gobierno de Canarias, rocas y plantas toman la calzada. Entre las especies que han germinado en medio del asfalto figuran ejemplares de taboire fino ('Ononis angustissima Lam'), con llamativas flores amarillas, calentones o tabaco moro, el sempiterno rabo de gato y algún tajinaste blanco. No son okupas, precisamente. Recuperan lo que siempre fue suyo.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión