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Abandono. Cancha repleta de matojos. Reclaman que sea puesta en uso. Tienen otra más cerca del pueblo. C7
Aldea Blanca, como en el salvaje oeste

Aldea Blanca, como en el salvaje oeste

Queja. Los vecinos de este barrio de San Bartolomé de Tirajana se sienten abandonados y reclaman de los gestores locales que al menos les garanticen un mantenimiento de sus zonas públicas

Domingo, 26 de septiembre 2021

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Están cansados. Y se sienten, además, abandonados. A los residentes del pintoresco caserío de Aldea Blanca se les acumulan los problemas y nadie les da respuestas. «Estamos como si fuéramos un pueblo del salvaje oeste», se queja uno de los vecinos. Tienen la sensación de que no cuentan para el Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, a cuyos gestores reprochan que solo tienen ojos para la zona turística. Pero ya se les acabó la paciencia. La asociación de vecinos Famara, que preside Román Suárez, ha decidido pasar a la acción. Hace poco lograron que la alcaldesa, Conchi Narváez, y su gobierno se acercara hasta el barrio. Les expusieron todas sus demandas, pero, según dicen, no parece haber tenido mucho resultado.

«En realidad, tampoco pedimos tanto, lo único que necesitamos es un mantenimiento adecuado, nada más», apunta el líder del colectivo. Un simple paseo por el pueblo deja ver a las claras la dejadez de la que ellos tanto se quejan. Para muestra, un botón. Hace unas semanas dotaron a la plaza de una rampa de accesibilidad y, a juicio de los residentes, la dejaron a medio hacer. No la dotaron de barandillas. «Y otra cosa más -añade Suárez- para hacerla, arrancaron unos cactus enormes, los dejaron en un parterre para llevárselos, y ahí siguen». En todo caso, advierten los vecinos, ese detalle no es más que una anécdota simbólica del secular abandono al que está sometida esta plaza. Plaquetas que se caen, jardines secos y enmarañados por la mala hierba, árboles sin podar cuyas ramas se enredan con el cableado aéreo, baños públicos cerrados, cascotes que se desprenden de la fachada de la iglesia...

Les duele el estado de «dejadez» que presenta la plaza del pueblo, con los parterres desatendidos, los baños cerrados y las plaquetas cayéndose

La lista es interminable. «Antes teníamos un jardinero dedicado al barrio, pero eso ya es historia». Y se nota, tanto en los parterres como en las zonas verdes, sembradas de hojas secas, desprendidas de las palmeras, como sucede en la pequeña zona recreativa que está junto a la cancha, una cancha, por cierto, con las redes de las porterías que parecen telarañas y con canastas destrozadas. Con todo, al menos esa todavía pueden utilizarla. A la que está junto al tanatorio le crecieron hasta árboles en el pavimento. Está también al lado de lo que en tiempos fue el campo de fútbol, ya desafectado, y reconvertido en un reducto para la okupación, los peligros y la basura. Su entorno, alejado del barrio, se ha convertido en un destino ideal para los que gustan de ensuciar el paisaje. El colectivo pidió impedir el paso en coche a esa zona y no se les ha atendido.

Arriba, estado actual del terrero de lucha, que suele acumular excrementos de palomas que molestan a la vivienda aledaña. Debajo, estado de los contenedores de basura, y porterías y canastas en la cancha deportiva que tienen en uso. C7
Imagen principal - Arriba, estado actual del terrero de lucha, que suele acumular excrementos de palomas que molestan a la vivienda aledaña. Debajo, estado de los contenedores de basura, y porterías y canastas en la cancha deportiva que tienen en uso.
Imagen secundaria 1 - Arriba, estado actual del terrero de lucha, que suele acumular excrementos de palomas que molestan a la vivienda aledaña. Debajo, estado de los contenedores de basura, y porterías y canastas en la cancha deportiva que tienen en uso.
Imagen secundaria 2 - Arriba, estado actual del terrero de lucha, que suele acumular excrementos de palomas que molestan a la vivienda aledaña. Debajo, estado de los contenedores de basura, y porterías y canastas en la cancha deportiva que tienen en uso.

También les tiene hablando solos el terrero de lucha, que lleva años sin uso. Solicitaron que al menos les dejaran aprovecharlo como espacio social y cultural polivalente, y tampoco. Aldea Blanca tiene mucha vida y organiza un sinfín de actividades a lo largo del año, desde sus conocidas fiestas de la Virgen de Fátima a la llamada Fiesta del Verano o los finaos. Lo cierto es que sigue cerrado y convirtiéndose, además, en un foco de molestias para la vivienda aledaña. Aunque es un recinto techado, tiene partes abiertas por las que entran las palomas, que se han adueñado de las instalaciones. El vecino que vive justo al lado tiene un niño asmático cuya habitación da precisamente al terrero. Los excrementos de los animales le hacen mucho daño y no hay un día que pueda abrir la ventana. El Ayuntamiento intenta ahora reflotar la lucha canaria en el municipio y pretende recuperarlo, pero la inversión es cuantiosa y tardará.

En este mismo punto del barrio el empinado trazado de las calles hace que el agua, cuando llueve, acabe desembocando en el entorno del terrero. Se construyó un canal de desagüe que está plagado de escombros. El temor de los posibles afectados es que cuando baje otra escorrentía se les acabe inundando las casas. Ya ha pasado más de una vez. Mientras tanto, un tapiz de pedruscos y residuos varios alfombra el canal. Y su entrada tampoco presenta mejor aspecto, atestada de ramas de árboles, ideales para montar una barricada improvisada y taponarla. La salida de este desagüe está junto a la piscina municipal, una de las joyas del barrio, que, sin embargo, también empieza a preocuparles. Su cerramiento actual no basta para que algunos jóvenes se hayan metido algunos fines de semana en verano y hayan campado a sus anchas. «Se bañaban como Pedro por su casa, llamábamos a la policía, y nada», se lamenta otro residente. Aparte de molestar al vecindario, llegaron a dejar hasta sus excrementos de regalo y causaron destrozos.

Y otro caballo de batalla de Aldea Blanca son los puntos de recogida de basura y los contenedores. Denuncian que muchos de ellos no tienen tapa, por lo que se convierten en un lógico foco de infección y de malos olores. Para colmo, algunos son usados por gente de fuera para reaprovecharlos como punto limpio. A menudo amanecen rodeados de sacos y sacos de escombros de obra.

Y con calles a oscuras

«Hay calles que en cuanto cae el sol se quedan a oscuras», se queja Román Suárez. En unos casos, porque la luminaria está fundida. En otros, porque la farola está rota, como advierte que pasa en la plaza, con buena parte de ellas en mal estado.

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