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A tres metros del wincher, dentro de la cueva del mentidero y rodeado por cientos de bañistas, el cura de Pájara ofició en la tarde de este viernes la misa de San Juan en la playa de Ajuy.
Fue una ceremonia sencilla, sin la liturgia de los templos ni las ropas de las Iglesias. Tan solo los más mayores ocuparon las sillas rojas de plástico colocadas sobre la arena negra por la comisión de fiestas.
Parejas entrepernadas escucharon de fondo la letanía de los rezos mientras se agotaban los trozos de jurel y las pellas de gofio del asadero popular contiguo. Alrededor seguían pescando los niños y los jóvenes montaban pachangas con el balón.
Turistas italianos, polacos y alemanes observaban el espectáculo con asombro mientras se extendían el protector solar bajo un Magec de justicia, entre botellines vacíos, neveras portátiles , colchonetas hinchables y las últimas chalanas de este pueblo de marineros.
Horas antes había llegado la imagen de San Juan al rincón más fresco de la playa sobre un trono ligero cargado por dos mujeres. Venía de la casa de Maruca Brito, donde fue adornado con flores, acompañado de la Virgen del Carmen, más ligera y llevada por un solo hombre en sus brazos.
A su lado, en un discreto segundo plano, la patrona de los marineros compartió protagonismo en los selfies sobre Caritina, el bote de Lucas Quesada, que hizo las veces de altar.
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