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Eva Ugarte, Miren Ibarguren y María Castro en 'El juego de las llaves'.

'El juego de las llaves', una comedia más sosa que picante

La vis cómica de Miren Ibarguren sobresale en este enredo de cuarentones hastiados en sus matrimonios, que juegan al intercambio de parejas para llevar emoción a sus vidas

Miércoles, 13 de abril 2022

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Billy Wilder sostenía que Ernst Lubitsch «era capaz de sugerir más a través de una puerta cerrada que otros directores con la bragueta abierta». Sacar a colación a estos dos maestros de la comedia quizá sea excesivo a la hora de analizar 'El juego de las llaves', que solo aspira a pasar rápidamente por las salas para engrosar el catálogo de alguna plataforma. El espectador que se sienta en el sofá con el móvil en la mano verá hasta el final el quinto largometraje de Vicente Villanueva, que siempre se ha movido a gusto en la comedia romántica con un punto picantón, desde sus primeros cortos ('El futuro está en el porno', 'Mariquita con perro') a largometrajes como 'Lo contrario al amor' y 'Toc Toc'. Todos son guapos, están buenos y se quitan la ropa a las primeras de cambio en 'El juego de las llaves'. Y la Valencia donde transcurre la acción, con pisos de diseño y restaurantes fashion, contribuye a dotar de una pátina de sofisticación un enredo más visto que el tebeo, que se sostiene gracias a sus actores.

Vídeo. Tráiler de 'El juego de las llaves'.

¿Cuántas películas sumergen en el vértigo a adocenados matrimonios hundidos en la rutina, que se atreven a practicar el intercambio de parejas? Es lo que le ocurre a los personajes encarnados por Eva Ugarte, María Castro y Miren Ibarguren, que por distintas razones echan de menos emoción y buen sexo en sus respectivas relaciones. El reencuentro con un antiguo compañero de instituto (Fernando Guallar), liado con una jovencísima influencer (Justina Bustos), desatará el alboroto en sus alcobas. Cualquier juego que entre en la intimidad es peligroso, y arrojar las llaves a un recipiente para después elegir unas al azar y acostarse con su dueño desata los celos, las envidias y frustraciones. En el recuerdo, la estupenda 'Perfectos desconocidos' de Álex de la Iglesia, en la que cuatro parejas que se conocen de toda la vida jugaban a leer en voz alta los mensajes y atender públicamente las llamadas que recibían en sus móviles durante una cena.

'El juego de las llaves' se suma a otras comedias españolas recientes que abordan desde el humor nuevas formas de sexualidad, como 'Kiki, el amor se hace', de Paco León, y 'Poliamor para principiantes', de Fernando Colomo. Estos personajes al filo de la cuarentena ya experimentan el tedio del matrimonio con hijos, la frustración profesional y la falta de valentía a la hora de elegir a sus compañeros de cama. Villanueva no apuesta por el costumbrismo, sino por un tono a medio camino entre el morbo y lo procaz. «Cariño, se me entumece la mandíbula», suelta uno de los personajes mientras practica una felación a su distraído cónyuge debajo de las sábanas. «¿Te apetece probar otra cosita que te va a saber a mar?», inquiere Miren Ibarguren, cuya vis cómica es tan poderosa que hace buena cualquier línea de guion. Lo chusco sin embargo no impera es una cinta que se pretende moderna, en la que ellas se cuentan confidencias en el gym de lujo y ellos toman cañas en el bar.

Dani Tatay en 'El juego de las llaves'.
Dani Tatay en 'El juego de las llaves'.

No hay por qué asustarse. 'El juego de las llaves' termina con una boda y una de sus protagonistas embarazada, tras una secuencia en una orgía a lo 'Eyes Wide Shut' que resulta más casta que una TV movie alemana de sobremesa. En medio, una sucesión de canciones que no cesan, incluida una actuación de Mikel Erentxun y su 'No puedo evitar (pensar en ti)'. Es la prueba de a quién se dirige esta comedia de Atresmedia de la que Warner lanza 300 copias. Personajes como la millennial reina de Instagram o la institutriz rumana practicante de sadomaso no bastan para levantar el vodevil, que se empantana a la hora de metraje. 'El juego de las llaves' se basa en una teleserie mexicana del mismo nombre que emite Amazon Prime Video. Su remake español ejemplifica a la perfección el modelo de película que ansían las plataformas: ligera, bonita e inofensiva.

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