De carácter reservado y sin episodios violentos
Los vecinos del barrio de La Matula describen a la pareja de Marisa, la mujer que murió el pasado viernes presuntamente a manos de su marido.
Ese carácter reservado hace que sus vecinos no viesen nunca ningún episodio violento o un amago de discusión en la pareja. De ahí la consternación y el asombro que recorrió ayer las casas del barrio.
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Marisa había vivido toda su vida en el número 31 de la calle Felicidad, en la antigua «casa de Candidita» como la conocen en el barrio. «Llevó más de 40 años en el barrio y la conocía desde pequeña. La vi crecer en estas escaleras», apunta una de sus vecinas.
Al parecer, Ángel había sufrido años atrás un accidente laboral cuando trabajaba para Naviera Armas, lo que derivó en que le concediesen la invalidez. Desde entonces, según confirmaron fuentes cercanas a la familia, no había vuelto a trabajar. «A él lo solía ver llevando a los niños al colegio y cuando iba con ellos hasta el campo de fútbol de Lomo Blanco. Siempre me pareció un hombre educado, agradable y correcto. Aún me cuesta creer lo que ha sucedido», comenta un vecino de la misma calle La Matula, que da nombre al barrio.
Pocos de los residentes en el barrio desconocían ayer la noticia de la muerte presuntamente a manos de su marido de Marisa, la vecina a la que muchos conocían desde pequeña. Este es el caso de Antonio Rodríguez, quien a sus 83 años lleva toda su vida en el barrio. «Sabía que había ocurrido una explosión pero nada más. Me entero ahora de lo sucedido. Con razón habían tantos policías por la zona. Estuvieron hasta la tarde. Ahora sé porqué», reflexiona Antonio.
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