«Aún me cuesta creer lo sucedido»
El barrio de La Matula despierta consternado tras conocerse que su vecina, María Soledad, conocida por todos como Marisa, fue presuntamente apuñalada por su marido, Ángel, antes de que este intentará explotar su vivienda con gas
Los cristales rotos por la onda expansiva de la deflagración provocada presuntamente por Ángel para intentar acabar con su vida y ocultar el asesinato de su mujer, María Soledad T., conocida cariñosamente por sus vecinos como Marisa, seguían ayer esparcidos por la entrada de la vivienda familiar, ubicada en el número 31 de la calle Felicidad del barrio de La Matula.
Publicidad
Las llamas salieron de la pequeña habitación, decorada con motivos infantiles y llena de juguetes y ropa, donde fue localizado el matrimonio por sus vecinos sobre las 10.00 horas del viernes. Los cristales y los restos de la mosquitera quemada permanecen esparcidos por varias de las macetas que Marisa tenían delante de la fachada de su casa y que cuidaba con cariño y esmero. En el interior se puede ver la habitación revuelta pero poco más.
Mientras el silencio toma el protagonismo 24 horas después de una mañana que pocos vecinos podrán olvidar fácilmente. Primero por la deflagración y la ayuda que prestaron al matrimonio, pensando que lo ocurrido había sido fortuito, y luego tras conocer la realidad.
Ayer estos mismos vecinos cerraron filas para mostrar su apoyo y solidaridad con la familia de María Soledad. Un llamamiento que también hicieron a través de Facebook, para no añadir más dolor a sus seres queridos.
Siempre juntos. Quienes conocen a Marisa y Ángel destacan que la pareja no solía participar mucho en la vida social del barrio y que siempre estaban juntos, ya fuese con sus tres hijos, dos de ellos de 12 y 15 años, o en pareja. «Ella era una persona cariñosa y buena. La voy a echar mucho de menos. La conozco desde que era pequeña. Nació y se crió en este barrio. Nunca imaginé que pasaría algo así», afirma una vecina y amiga de la fallecida.
Publicidad
«Te queremos mucho» en la puerta de la fallecida
La puerta de la vivienda, que está precintada por orden judicial, amaneció ayer con dos centros de flores cada uno de ellos con una nota manuscrita con un escueto «Te queremos mucho».
Solo el ladrido lejano de los perros y el piar de algún que otro pájaro rompe el espeso silencio que ayer reinaba en este pequeño barrio anclado en una escarpada ladera. Un panorama radicalmente distinto al vivido en la mañana del viernes en los primeros minutos tras la deflagración en casa de María Soledad y Ángel. El llegó a primera hora de la madrugada de ayer a la Unidad de Quemados del Hospital Virgen del Rocío de Sevilla donde quedó ingresado con el 50% de su cuerpo con quemaduras de carácter grave.
Regístrate de forma gratuita
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión