¿Soy celiaco y no lo sé?
La enfermedad celiaca es una patología con unos síntomas característicos, pero también existen formas atípicas con una sintomatología distinta y que son más difíciles de diagnosticar. Ante cualquier sospecha hay que consultar con el médico y nunca empezar una dieta sin gluten por iniciativa propia.
Viernes, 17 de julio 2020, 05:20
Miguel Ángel Martínez Olmos, miembro de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) afirma que a día de hoy las causas desencadenantes de la enfermedad no están claras.
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«Se cree que la enfermedad celiaca es el resultado final de tres procesos que culminan en el daño de la mucosa intestinal: la predisposición genética, el sistema inmunológico del individuo y los factores medioambientales», señala.
«Aún no se conoce bien el mecanismo por el cual algunas personas con este condicionante genético se vuelven celiacas en un determinado momento de su vida (de niños, de adultos e, incluso, después de los 60 años) y otras no. Es como si se pulsara un interruptor de la luz», manifiesta el doctor Francesc Casellas Jordá, especialista en aparato digestivo y miembro de la SEPD.
Las formas típicas de celiaquía se caracterizan por síntomas como diarrea, dolor abdominal, hinchazón del vientre después de comer, náuseas y vómitos o pérdida de peso.
Pero también hay formas atípicas que dan síntomas no digestivos, por ejemplo, anemia ferropénica crónica, alteraciones menstruales, abortos de repetición, trastornos de la coagulación e, incluso, trastornos psiquiátricos. Estos casos son mucho más difíciles de diagnosticar. Por lo general, para diagnosticar la celiaquía primero se estudia a los familiares de primer grado en busca del condicionante genético que predispone a esta patología.
Después se realiza una analítica de sangre para detectar la presencia de anticuerpos de la celiaquía, en particular de la enzima glutaminasa y, luego, se hace una gastroscopia para practicar biopsias duodenales.
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No obstante, en algunas ocasiones puede haber discrepancias entre los resultados de los análisis de sangre y los de las biopsias. De hecho, un estudio publicado en 2007 en The New England Journal of Medicine cifró en un 10% los casos en los que los resultados de ambas pruebas no concordaban.
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