Pasó el Día de Canarias. Y yo me sigo sintiendo igual. Orgulloso de ser isleño. Tal cual, sin estridencias. Sin tintes políticos, sin necesidad de disfrazarme, ni de blandir una bandera. No me gustan las banderas que etiquetan o delimitan territorios. Pero eso (creo) no me convierte en menos canario.
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Cuando alguien describe de forma banal a un canario de cualquiera de las ocho islas como aplatanado (aunque sea muy trabajador), acogedor y abierto (aunque esté jodido), comedor de papas con mojo o aquel que viaja en guagua, está apelando al lugar común de los isleños y tiene en sus palabras mucho de verdad.
Sin embargo, lo importante del lugar común que compartimos, de estos rasgos anecdóticos o tópicos costumbristas, es descubrir lo que lo legitimó. La historia que nos envuelve como enseña y justifica lo que somos. Para bien o para mal. Es un espejo en el que mirarnos todos los nacidos aquí.
La historia es una construcción por acumulación, mientras que la nación puede ser un lugar en la memoria. Trasciende a lo que dice el pasaporte. Es un lugar que no corresponde a un sitio geográfico o topográfico, sino más bien simbólico o emotivo, un depósito de lo intangible. De lo que somos, sin necesidad que nos lo describan con un impostado anuncio de televisión episódico que ensalza una falsa canariedad. Una nación, la de la propaganda, llamada San Borondón.
La nación es lo que nosotros queramos. Puede ser esa retahíla de repeticiones que nos caracterizan o una hucha en la que se depositan vivencias, postales y recuerdos. También tristes. Lo que le de la gana. No lo que nos impongan una vez al año cuando se acerca el 30 de mayo. El nacionalismo banal, precisamente por cotidiano, es aquel del que nos valemos cuando alguien nos pregunta, dentro o fuera del Archipiélago qué significa ser canario. Sin embargo este es más auténtico que el que nos tratan de inyectar los que mandan.
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No todos los intentos de apropiarse de «lo nacional» son efectivos porque aún existe una duda, una sospecha sobre lo que define «lo canario». Por mucho que nos lo repitan en un anuncio pagado por todos, lamentablemente hay pocos motivos para sentirse orgullosos de ser canarios, al margen de los festejos y las banalidades. Paro, analfabetismo, desilusión. Nada que festejar.
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