Irresponsables

«Queremos sanar y la batalla se gana cooperando todos, nunca pleiteando en busca del éxito particular»

Los sanitarios, que nunca hacen distingos ideológicos con sus pacientes y que siempre ponen todo su empeño en sanar al enfermo, sin consideración de raza, sexo o pensamiento, consideran que el buen ánimo y disposición del sufriente ayuda, y bastante, a la sanación. Por tanto, el sentido común y la buena praxis aconsejan transmitirle al enfermo tranquilidad, sosiego, confort, alivio, cercanía; sin ocultarle, eso sí, la gravedad del mal. Tiene el derecho a que sean claros con él, pero también, y sobre todo, a ser tratado con humanidad, es decir, que no se le hurte el calor humano.

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Cuando la salud renquea nos asaltan los miedos, la incertidumbre de lo que está por venir nos acogota, la perspectiva se nubla y las preguntas sobre la vida que resta se acumulan, mientras las dudas se suceden y el no poder o no saber marcarnos un calendario para planes soñados nubla el ánimo; por eso, un saludo cariñoso, una palabra tierna, una actitud comprensiva, una mirada dulce, un mensaje esperanzador atempera el alma, ayuda a recomponernos e invita a seguir enfrentándonos, con las fuerzas que aun dispongamos, al mal que nos aqueja.

En esa tarea diaria hasta la recuperación, cada guiño, cada gesto, cada abrazo aportan dosis de felicidad que ayudan a seguir. Por eso, siendo tan de sentido común lo dicho, cuesta entender lo que está sucediendo. Este país, que somos todos nosotros, está enfermo, sanitaria, social, económica y políticamente. Y sorprendentemente no se le brinda ningún trato que se le dispensa a un humano enfermo. Muy al contrario, solo se le alimenta inquietud, desazón, intranquilidad, opacidad. Así no hay cuerpo que mantenga las constantes. Tal es el grado de irresponsabilidad e inhumanidad con que se están manejando los responsables políticos en esta pandemia que nos ha puesto del revés. Llegados a este punto toca darle la razón a Félix de Azúa cuando asegura que los humanos somos mercancía y la política es un ejercicio técnico al servicio de los demagogos, que no saben a dónde van ni les importa, pero se agarran al poder.

A nosotros, que nos imaginábamos que habitábamos en una parte del mundo solvente, un bicho del que no sabemos casi nada nos revuelve y nos deja en un océano de incertidumbres, sin respuestas a todas las preguntas. Claro que la vida acaba siempre resolviéndolas todas, solo hay que darle tiempo. Entre tanto, a nosotros y al país, enfermos como estamos, que nos traten como tales. Que no nos desazonen, alteren e inquieten más, Es una enfermedad, no una guerra. No hay un enemigo, es una pandemia. La belicosidad, si tanto les gusta, que la reserven para ellos; que no nos utilicen como mercancía. Queremos sanar y, en este caso sí, la batalla se gana cooperando todos, nunca pleiteando en busca del éxito particular. La salud está en juego.

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