Las compras en el zoco dejan un sabor agridulce en el paladar. Sales inflado, en las nubes, convencido de que has triunfado en el turbio mundo del regateo: «Tremenda ganga me llevo. Me pedía 120 euros y lo saque por 90», comentas pretencioso a tu compañero de viaje. Pero el globo va perdiendo aire con cada paso que te aleja del experto vendedor y te acerca a la realidad: la ingenuidad es prima-hermana del turista. «Bueno, bonito y barato», grita la consejera Rosa Dávila a la entrada de su jaima para atraer a Asier Antona hacia una rebaja fiscal a cuenta gotas en el presupuesto del próximo año.
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De entrada, el negocio del líder del PP parece redondo. Los diputados populares se adelantan al resto de la oposición en el Parlamento y logran pintar de azul las cuentas del Gobierno en minoría de CC. Dar color a un descuento del IRPF o del IGIC a algunos sectores empresariales es como para salir contento del bazar marroquí. Además, los conservadores logran poner la pata por delante al PSOE, a NC e incluso a Podemos, formaciones que también aspiraban a hacerse con la lámpara mágica y la alfombra voladora que supone amilanar a los nacionalistas, hacerles bajar la cabeza tras años de desplantes.
«Mira, mira, observa las maravillas que compré a la señora esa del turbante», explica Antona a María Australia Navarro cuando comparan sus adquisiciones ante un té moruno en un bar del callejón del Combate. Al conocer el precio de la operación, la portavoz parlamentaria del PP calla, se toma su tiempo y va haciendo cuentas con los dedos. El presidente conservador aprovecha las dudas para sacar una última sorpresa de la bolsa azul de plástico que le «regaló» la consejera de Hacienda: «Y encima conseguí más dinero para Sanidad con la promesa de reducir las listas de espera», explica ufano a su compañera.
«¿Bueno, bonito y barato?», repite mascando cada sílaba la número dos del PP canario, que mentalmente va contando las reuniones en que durante todo el mes de junio exigió a CC una rebaja lineal del IGIC como condición «indispensable» para entrar en el Gobierno. «A ver si lo entiendo», expone mientras pasa el trago con un dulce libanés cargado de pistachos: «¿renunciamos a cuatro consejerías del Ejecutivo, a colocar a más de 40 altos cargos y a hacer política desde dentro para ahora apoyar un presupuesto con un descuento pírrico de impuestos?» «Anda, anda, paga ya y vamos al hamman que necesito un masaje urgente».
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