‘El País’ y Chávez
No descubro nada si señalo que Hugo Chávez, el singular presidente venezolano, despierta el más absoluto rechazo de la derecha en todo el mundo. Y, además, que desde la izquierda se le mira también con mucho recelo por sus estilos, tics autoritarios y verborrea, muy distantes de los modos y maneras de otros líderes progresistas latinoamericanos como Lula Da Silva o Tabaré Vázquez, más homologables a los comportamientos de los dirigentes europeos.
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Más allá de simpatías o antipatías, lo cierto es que Chávez ha cumplido una década en el Poder, arropado por exitosos resultados en las urnas, en elecciones que han contado con el mayor nivel de vigilancia internacional. En ese período sólo una derrota, la del referéndum de reforma constitucional, que demuestra la salud de la democracia venezolana.
Las recientes elecciones han mostrado que Chávez y su partido, el PSUV, han sabido superar el palo popular del referéndum (recuperando casi un millón de votos), con un amplio triunfo en el conjunto de la nación, aunque hayan perdido algunas ciudades importantes, entre ellas la capital, Caracas. Un triunfo conseguido, además, con una participación histórica (65%). La diferencia con la oposición es de más de un millón de sufragios. Proporcionalmente, es como si en España el PSOE le hubiera sacado más de dos millones de votos al PP en las elecciones de marzo, lo que hubiera supuesto una mayoría absoluta por amplia goleada en el Congreso y en el Senado.
Pero si uno lee el editorial de El País que analiza los comicios ocurrió justo lo contrario: una derrota de Chávez y un significativo avance de las fuerzas opositoras. La objetividad es mandada a la papelera de reciclaje, lo que hace pensar qué intereses económicos de PRISA han sido cuestionados por el actual Gobierno venezolano.
Otro tanto ocurre con la posibilidad de que Chávez plantee la aprobación de una modificación constitucional para poder presentarse a los comicios presidenciales en 2012. Para El País esto constituye una muestra de autoritarismo y en el editorial se posiciona sin disimulo deseando los mayores éxitos a la oposición venezolana.
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Es el mismo periódico que no ejerció ese nivel de crítica cuando Álvaro Uribe procedió a modificar la ley para poder disfrutar de un nuevo mandato al frente de Colombia. Uribe es para el periódico madrileño un buen elemento. Que ahora se descubra que los militares colombianos hayan asesinado a miles de civiles durante su mandato o que el régimen de Uribe mantenga numerosas sombras sobre sus relaciones con paramilitares y narcos, debe ser un asunto menor para tan independiente diario. Tal vez apliquen la doctrina Roosevelt, aquella que consideraba al dictador nicaragüense Tacho Somoza «un hijo de puta», aunque matizando que se trataba de «nuestro hijo de puta».
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