Una coreografía de Óscar
Nadia Jiménez Castro
Viernes, 17 de julio 2020, 10:29
Podemos intentar una cosa. ¡Confía en mí!» Nace así la primera escena de Chispa de amor, y con ella, siguiendo los acordes de un tres por dos, todo un género musical que hizo grande a Broadway y sus melodías, que daba origen a un sinfín de maravillosos títulos en el cine, atesorados en la memoria colectiva, señalando toda una época. La de Ginger Rogers y Fred Astaire, la de Gene Kelly con Cyd Charisse o Leslie Caron. Moría el cine mudo pero nacía el sonoro y, con él, claro está, el musical. Sin embargo, sorprenderse con el cine supone no dar certeza absoluta a ninguna afirmación, por más rotunda que ésta pueda parecer, pues quién podría acaso concluir que el cine mudo está en efecto muerto, o que el musical no sigue vivo todavía, más allá de los grandes nombres antes citados.
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The Artist es la confirmación de ello, de que nada y todo es cierto delante de una cámara, de que es posible decirlo todo sin pronunciar una sola palabra y, también, triunfar con el baile. Tap dancing to the top, la coreografía de la escena final de una de las películas de mayor éxito en la cartelera del momento, es una de esas pocas secuencias que se sabe pasarán al Olimpo de la historia del cine desde el mismo instante de su rodaje.
Gran pantalla El final de The Artist es sencillamente brillante. Los pies se van solos tras los compases de la pieza, en silencio, eso sí, pues no hay quien se atreva a emitir sonido alguno hasta que no se escuchan los alientos de Jean Dujardin y Bérénice Bejo, resoplando tras el baile. El primero supo agradecer también con mímica, y la enorme expresividad de su rostro, el más que merecido Globo de oro al mejor actor de comedia en la presente edición. Y, por otra parte, quién podría negar que el rostro de Bérénice se come a bocados la cámara y llena por sí solo la gran pantalla.
Por cierto, es que quizá soy yo la única que encuentra similitudes entre la gran sonrisa de Jean Dujardin y la de Gene Kelly, que de manera espléndida iluminaba todo su rostro cada vez que sonreía, irradiando toda la magia del cine y del baile a la vez (inolvidable bajo la lluvia). Del mismo modo que existe también un parecido grande entre el rostro de Bérénice Bejo y el de Leslie Caron (baste recordar el cartel de Gigi, con un primer plano de la actriz). El juego de la fama y la magia del celuloide consiguieron en su día que fuera Un americano en París quien triunfara en todo el mundo, y ahora es un actor francés quien brilla en Hollywood evocando justamente los orígenes de la mayor industria cinematográfica del mundo. Y no cabe duda de que la música y el baile tiene buena culpa de ello, pues el clip de la pieza de claqué o tap dancing que comparten los dos protagonistas de The Artist, al final de la película, es uno de los vídeos más vistos en la red en las últimas semanas.
La coreografía de Tap dancing to the top, con los acordes de música de orquesta del momento, merece un Óscar. Lo tiene todo, es auténtica y fresca a la vez, bien sincronizada y, por supuesto, en pareja, lo que la hace redonda. Primero, pasos adelante y atrás acompasados a dúo, en modo foxtrot, para luego girar agarrados, en romántico vals, y en círculo por toda la pista, a lo Ginger y Fred, como debe ser, como marca la tradición del más puro Hollywood. Completa, divertida y perfecta, esta coreografía tiene, sin duda, el gancho del ritmo y también el de la comedia, y todo ello mientras el amor flota en el aire, con ese final en puntos suspensivos que siempre dejaban las melodías de Broadway, que olía a romance, mientras el espectador cerraba el telón con una sonrisa lista para soñar.
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Huele a Óscar por los cuatro costados, y no sólo para su director, el francés Michel Hazanavicius, que ya se llevó el premio del Sindicato de Directores de Hollywood (DGA) de 2011, entregado en una gala también celebrada en Los Ángeles, a pesar de ser un perfecto desconocido en los ambientes de la Meca del cine. Sin embargo, sus colegas lo laurearon por encima del trabajo de todo un Martin Scorsese o un Woody Allen (con la también comedia Midnight in Paris), entre otros conocidos.
Y los premios DGA dan siempre una pista que rara vez falla. Se dice que «cuando los directores apuestan por una película, ésta tiene todas las de ganar en los Óscar». Y así ha sido en 58 de las 64 ediciones, es decir, que solamente en seis ocasiones, el director galardonado por el Sindicato no acabó llevándose la flamante estatuilla dorada a casa. En cualquier caso, las propias palabras del director de The Artist al recoger el galardón, fueron ya per se un premio al mismo cine, pues Hazanavicius rindió un sentido homenaje a Hollywood al declarar: «Hice esta película sobre mi amor por Hollywood. Creamos historias para decirle a la gente que no está sola. Separamos la vida de las sombras. Hollywood me ayudó a crecer». The Artist cuenta con 10 nominaciones para los Óscar y, entre ellas, figuran las de mejor director, guión y montaje a cargo del propio Hazanavicius.
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Entrañable Lo tiene todo, incluso a la entrañable y bien amaestrada mascota que conquista a todos desde el primer minuto. Uggie, el gracioso perro que actúa y hasta desayuna al compás de Dujardin, incluso protagonizará un sketch junto al presentador de los Óscar, Billy Crystal, en la ceremonia del próximo 26 de febrero.
En plena era del 3D, The Artist, muda y en blanco y negro, resulta maravillosa. De hecho, en su estreno en Estados Unidos, una de las nietas de Chaplin afirmaba que le habría encantado a su abuelo. Es pura magia, sin necesitar de superestrellas, y muy teatral, pues se desarrolla en tres actos: el encuentro, la caída y la fama. De principio a fin, toda una coreografía de Óscar.
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