La familiaridad con la redención
El funcionamiento doméstico de las calderas del Gran Canaria siempre ha sido bastante familiar; figuras paternas como la del despedido Jim Moran el pasado verano dejan un legado recogido en plural por un vestuario que ha colectivizado las jerarquías: «Sería una locura intentar hacer lo que hacía Jim yo solo, sería demasiado. Quiero dejar claro al grupo que cada uno tiene que coger más responsabilidad, que todos ya llevan un año más en el club», aseveraba el capitán Savané durante el verano a este diario. El mensaje del líder ha sido escuchado por la tropa.
Por eso, nombres como Spencer Nelson y Javier Beirán fueron alimento anímico para un grupo desnutrido emocionalmente por la calificación negativa de su comienzo de temporada, dos derrotas en dos partidos. La fuga de Rasual Butler y su ostentoso prestigio minimizó el brillo de las figuras reclutadas en entidades ajenas. Haynes ofrece gestos estéticos que naufragan en porcentajes esclarecedores, datos que no mejoran en el inmaduro rendimiento de Martínez y Palacios y el papel semirresidual en el que habita Ekperigin. Recogiendo enseñanzas pretéritas, los que ya suman servicios en su hoja claretiana se han decidido a mirar al frente y ejercer su responsabilidad como veteranos. Rostros familiares para una redención igual de reconocible en un equipo siempre afamado por su aversión a las cenizas, de las que siempre resurge. Beirán, Nelson o Tomás Bellas se hicieron líderes de una recuperación anímica cuando el nudo de la corbata empezaba a apretar. Todo a la espera de que el capitán Savané ajuste su reintegración. Paso a paso.
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