Héroes y Canallas. Alerta roja en la Playa

A la alcaldesa Luzardo, para qué negarlo, no la han tocado los hados con la varita de la oportunidad. Antes diría que le han concedido la incómoda facultad, acaso deseo de la oposición a su genio de la lámpara, de montar un Belén con las cosas más sencillas de resolver y, por contra, resolver fácilmente las más complicadas. Sin duda, esto también es un don.

Por eso es que no se entiende que ella, que cogió la bandera que en su momento le ofreció Antonio Castellano -quien luego, todo sea dicho, quiso enterrarle el mástil- de salvar el horizonte de Naciente intentando evitar la prolongación del dique Reina Sofía, sea ahora quien nos ofrece todo tipo de artilugios con nocturnidad, falta de licencia y oposición general, para tapar el horizonte de Poniente, lo cual sin duda puede ser también una metáfora que se lea como que la alcaldesa no quiere ver el ocaso.

Ver La Barra de Las Canteras desde la Avenida ya es complicado. Hay casetas de hamacas, sombrillas de terrazas, cocoteros -alucinante, cocoteros- juegos infantiles y, si nadie lo remedia, la correspondiente telaraña sin licencia o los aparatos de gimnasia de La Cicer. Finalmente, para ver la puesta de Sol en Las Canteras va a haber que subirse a las sillas de los vigilantes de Cruz Roja que habrá que instalar casi en la calle Albareda dada la tendencia a rellenar el paseo con todo tipo de obstáculos.

En esta ciudad, cualquier ladrillo que se mueva provoca un debate o un ciudadano histérico que se amarra a un poste. Ángel Sabroso ya se ha disculpado por no informar y es suficiente. Ahora se le podrá sugerir que no se coloquen más obstáculos a la visión de lo que consideramos una joya. Seguro que Luzardo también lo entiende.

Ahora, que tras décadas pasando Costas descubra que Las Canteras existe y quiera entrar en campaña haciendo los deberes que no hizo en cien años... Eso sí que es de alerta roja.

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