Chapuzas
Que la chapuza es algo que está tremendamente arraigado a la cultura hispana no se puede negar. No pocos se han ganado y se ganan la vida haciendo chapuzas y tal actividad es socialmente consentida. Ahí están, como ejemplo, los héroes del cómic Pepe Gotera y Otilio, chapuzas a domicilio. ¿País de pícaros y chapuceros? Pues también. El trampeo y el trabajo imperfecto para salir del paso es bastante usual en esta sociedad nuestra, que, sin embargo, no ignora que las chapuzas no van más allá de un remiendo temporal y que, más pronto que tarde, exigirán una actuación que arregle el roto para que no se repita en el futuro.
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Sin embargo, ¡qué cosas!, esos que se dedican a regir los destinos de la colectividad, los que andan en los asuntos públicos, los políticos, para entendernos, parecen haberse quedado solo con la permisividad social con la chapucilla y la han elevado a comportamiento cotidiano. Que hay excepciones, por supuesto. Pero escasas. Cómo, si no, calificar la actuación de demasiados responsables públicos en no pocos asuntos que han cobrado actualidad esta misma semana, por poner ejemplos calentitos.
Ejemplo uno. A un mes vista de la apertura de los nuevos juzgados en la capital grancanaria, un macro y ambicioso proyecto que lleva diez años caminando, las administraciones, municipal y autonómica, se enzarzan en una polémica sobre los accesos a ese recinto, que, a tan solo un mes de su puesta en funcionamiento, no sólo no están hechos sino que no cuentan con presupuesto y no tienen siquiera trazado claro y definido. Y después de una inversión multimillonaria, miles de funcionarios y usuarios condenados al atasco desesperante.
Ejemplo dos. El rey sufre su enésima operación. De cadera, la cuarta en año y medio. La convalecencia esta vez barrunta más larga que las anteriores. ¿Y? Pues que casi 35 años después de aprobarse la Constitución sigue sin regularse legalmente la sucesión de la Corona y su funcionamiento y continúa sin desarrollarse el Título II de la Carta Magna, por lo que seguimos sin Estatuto de la Casa Real, que debiera haberse hecho vía Ley Orgánica. Y ahora volvemos a lo mismo. ¡Ya habrá tiempo! Vuelta a echar días p’atrás. Remendar.
Ejemplo tres. El petróleo pringa el Parlamento, como certera y descriptivamente tituló en este periódico Almudena Sánchez. El debate sobre una decisión que condicionará el futuro de estas Islas, envuelto en el ruido y el hedor. Trátase de ver quién la tiene o la dice más grande. «¿Por qué aquí no y en Marruecos sí?», grita una. «¿Por qué en Baleares no y aquí sí?», atrona otro. «Allí el petróleo es poco» se atreve a decir alguien desde más allá. Lo dicho, lo importante es la cantidad, no la calidad. Así las cosas, ¿qué calidad va a tener el proyecto de desarrollo económico, si lo hubiera, previsto para esta comunidad?
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Trampeo y especulaciones, las justas. A los políticos hay que exigirles que nos digan con claridad qué sociedad pretenden y con qué medios van a acceder a ellas.
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