Canarios en el Líbano
Desde hace diez días, la soldado de Infantería de Marina Erika López sólo puede hablar con su novio por teléfono. El soldado grancanario Luis Pérez González tiene muy poco tiempo libre, y lo aprovecha para llamar a su Isla y charlar con la mujer que comparte su vida y con sus hermanas. Esos contactos, que suelen durar entre 5 y 10 minutos, lo alejan de la rutina y le dan un respiro en su jornada de vigilancia constante. Desde el pasado día 7, Luis vive en el buque de la Armada española Galicia, que este viernes llegó a su destino frente a las costas del Líbano, para cumplir una misión de paz de las Naciones Unidas.
«Desde que soy militar, mi mayor ilusión siempre ha sido formar parte de una misión humanitaria, y por fin lo ha conseguido», cuenta Luis desde el Líbano. «Estoy feliz y más porque estamos trabajando con los aliados de la ONU. Lo estamos pasando bien. Tenemos algunos nervios, pero nos ayudamos y nos apoyamos entre todos. El trabajo en equipo es muy importante».
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Luis Pérez forma parte del grupo de 12 militares miembros de la Unidad de Seguridad de Canarias (Uscan), que el 7 de septiembre abandonó su cuartel en la Base Naval de Las Palmas de Gran Canaria para unirse al contingente español que forma parte de la misión de paz Unifil en el Líbano.
El grupo lo forman nueve soldados canarios y tres peninsulares, y se ha integrado en el Equipo de Fuerza de Protección de la misión, cuyo jefe es el teniente coronel Ramón Piñeiro Lemos que, a su vez, es el Comandante de la Unidad de Seguridad de Canarias de Infantería de Marina.
Los militares canarios son: los cabos Oliver Ruano Falcón, Isidro San José Ponce y Jonathan Grueso Armas; los soldados de primera Luis Cano Reyes, Luis Pérez González y Jonay Alfonso García; y los soldados Adargoma Pérez Betancor, Alejandro Santana Torres y la única chica, Brenda Rodríguez Núñez. Los peninsulares son: el sargento Miguel Ángel San Miguel Garnelo, de León; el cabo primero Sergio García Acosta, de Madrid; y el cabo Leopoldo Sánchez Canalejo, de Cádiz.
Todos ellos salieron de Gran Canaria con muchas ganas y con la ilusión de cumplir con su deber. «Somos una auténtica piña», recalca Luis. «Hasta ahora, y a pesar de tener que convivir en una situación de mucho estrés, porque todo es muy apresurado, no ha surgido ningún problema y en el buque reina la armonía. Somos amigos».
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Su novia Erika recuerda que, «cuando fuimos a despedirlos al aeropuerto, todos se iban muy contentos. Ninguno pensaba en el posible riesgo al que se iban a enfrentar, porque la responsabilidad puede más que el temor».
Incertidumbre
La travesía desde que salieron de Cádiz hasta llegar a su destino en aguas libanesas fue especialmente dura. «En el barco se respiraba inquietud. Fueron unas jornadas en las que no nos podíamos comunicar con los familiares y sentíamos incertidumbre, porque no sabían lo que nos íbamos a encontrar». Además, se da la circunstancia de que salvo las noticias que recibían de sus mandos, estaban ajenos a lo que estaba ocurriendo en el mundo. «Las noticias se las he ido contando yo», recuerda Erika.
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El pasado viernes llegaron a su destino. Los canarios no desembarcaron. «Nuestra misión es garantizar la seguridad del buque y de su entorno desde el propio barco. Somos la fuerza de protección», detalla el soldado grancanario. «No puedo decir que siento temor, aunque en realidad nunca sabes el riesgo que corres. Pero muchas veces sí he tenido miedo por los compañeros que han desembarcado, porque esta tierra está llena de minas y les puede pasar cualquier cosa. Y no hay duda de que ese miedo por los demás repercute en nosotros, pero nos apoyamos mucho y eso nos ayuda a superarlo. Lo llevamos bien».
En el barco, el trabajo es mucho y duro. «Durante la travesía incluso podíamos hacer deporte. Ahora no. Casi no tenemos tiempo para nada. Somos doce personas para cubrir todas las horas de vigilancia y el tiempo libre escasea», comenta Luis. «Esos ratos los empleamos en comer, ir a la lavandería y ducharnos, porque el calor es muy intenso».
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Salvo esos pocos momentos de cierto relax, la vigilancia es constante de día y de noche. Y esa labor, en algunas ocasiones, les ha deparado momentos de tensión, ya que están muy alerta ante la posibilidad de que el Galicia pueda ser atacado. «Estamos siempre pendientes de los barcos que se acercan y a veces no se distinguen bien las banderas y eso crea tensión. La del Líbano (a franjas rojas y blanca) se parece a la española y el blanco se confunde con el amarillo. Sí. Hay momentos malos».
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