A Rajoy le tiemblan las piernas y se emociona en Canarias
A.A.Giménez /EFE
Lunes, 20 de julio 2020, 07:57
Siempre rígido en el atril, sin apenas moverse, hablando de carrerilla. Así es Mariano Rajoy cuando interviene en público, pero hoy, emocionado a rachas en Las Palmas de Gran Canaria, le han temblado las piernas y hasta se ha permitido darle licencias a sus sentimientos. Su discurso en el auditorio Alfredo Kraus ha sido el más breve de cuantos ha protagonizado hasta la fecha, sólo unos veinte minutos, y casi se ha dedicado más a compartir anécdotas personales y sensaciones que a remarcar sus ejes de campaña: paro, economía y la crítica al PSOE frente a la pedagogía del PP. Rajoy empezó contando que la primera vez que viajó a Las Palmas fue en 1983 con motivo de la boda de un amigo pontevedrés y de una "chica canaria", y que desde dos años más tarde no ha dejado de visitar una isla en la que su padre pasa largas épocas del año al cuidado de los hermanos del líder del PP y de él mismo. De hecho, la Semana Santa de este año la cumplió aquí casi de principio a fin. Entonces, tan solo unos cinco minutos después de tomar el escenario, ya se notaba que Rajoy no era el político casi hierático de siempre, sino otro, uno que movía las piernas, que las flexionaba o que se acodaba sobre el propio atril. Se le notaba demasiado a gusto, hasta el punto de que cada exclamación del patio de butacas él la devolvía con un comentario. Unas horas antes había paseado por una calle céntrica y peatonal de Las Palmas de Gran Canaria, y ya entonces se le vio alegre y cariñoso, chocando los cinco con un niño que pasaba vergüenza, besando a una chica guapa o posando con un chaval para una foto. Saludó a todo el que se le acercaba, y si no, se acercaba él, como cuando se desvió para dar su afecto a unas ancianitas sentadas en un banco pasando la tarde: una de ellas, la más longeva, guardaba las manos debajo de su manta, Rajoy se la retiró para darle la mano y luego le dejó la manta tal y como estaba, incluso con pliegue. Pudo ser el afecto que le han dispensado en ese paseo o que varios cargos del PP canario han tenido que dejar sus butacas en el auditorio para que entraran algunos de los centenares de simpatizantes que se aglomeraban fuera, sin poder acceder al edificio. Eso lo ha agradecido Rajoy al principio y al final de su discurso a pesar de que ha tenido que esperar unos minutos en la misma puerta para ver si la organización daba con una solución. "Es la primera vez en treinta años que hemos tenido que echar a cargos de un mitin del PP", ha dicho. Tanto cariño de los asistentes, fuera y dentro del auditorio, se ve que le ha conmovido y le ha llevado a arranques de sinceridad: "La vida política no es fácil, los políticos somos seres humanos, aunque la gente no se lo crea. Nosotros nos equivocamos, nos hace falta sentir que hay gente que valora nuestras ideas". O a asegurar: "Soy gallego, pero me siento canario. ?sta es mi casa". O a reconocer un error, como cuando ha dicho que las islas canarias son siete. Un asistente le ha espetado que ocho (con La Graciosa), y ha terminado Rajoy de esta forma: "Algunos no se equivocan, yo sí, es verdad, son ocho islas. Me seguiré equivocando, pero en esto no". O a admitir lo obvio al comenzar: "Bueno... *A qué vengo yo aquí hoy? Pues lo que pienso, todo el mundo lo sabe ya, pero vengo a apoyar a los candidatos del PP". O a desear algo parecido a la inmortalidad: "Pienso seguir viniendo a esta isla mientras viva, que espero que sea por oleadas de cientos de años". No fue de extrañar que terminara con estas palabras: "Me voy muy contento, orgulloso de estar aquí".
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